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martes, 30 de agosto de 2016

Hay luchas que hay que darlas

Existen luchas que valen la pena darlas por el simple hecho de darlas, aún sabiendo desde el comienzo que no serán ganadas, aún cuando el gigante a enfrentar es el monstruo burocrático y su perversa lógica, aún cuando le ponen ese nombre que asusta más: “El Sistema”. La lógica de “El Sistema” es perversa. Es inescrupulosa y no conoce de ética. Suele ser egoísta, mira para un costado y no suelen importarle cuestiones humanitarias.

Nadie discute que tenemos un país en el que existe una mala distribución de la riqueza generada y una educación en decadencia, situación que sirve al interés mezquino de quienes ven acrecentar sus riquezas (que, curiosamente, no me extrañaría que fueran los mismos que vuelcan recursos económicos para las campañas políticas. Algunos van más allá y no solo aportan dinero, sino aviones, helicópteros y hasta le confeccionan la banda presidencial al presidente de turno), y va en detrimento de los más necesitados y humildes que no pueden pagar la educación privada.

Nuestra sociedad se fue acostumbrando, de a poquito, sin darse cuenta, a convivir con toda clase de injusticias como algo cotidiano que solo requiere de un buen grado de indiferencia. Aquel que mínimamente se resista a “El Sistema” deberá tolerar los más bajos calificativos y vivir la represión en todos los ámbitos imaginables. 

Dentro de “El Sistema” existen dos caminos posibles a tomar, y sólo dos: o jugamos el juego con las reglas que la lógica perversa de la burocracia nos propone, nos acomodamos al sistema y hacemos carrera o somos fieles a los principios y valores que nos ponen de frente y en contra con esta lógica perversa.

La primera nos asegura un buen pasar, sin mayores sobresaltos y, si tenemos “padrino”, no moriremos infiel. La segunda sabemos que la perdemos de entrada.

¿Quién osará enfrentar al gigante en nombre de la moral?

Hay luchas que valen la pena darlas por el solo hecho de darlas, aun cuando sabemos que nadie nos reconocerá ni nos agradecerá por la pequeña semilla sembrada en nombre del bien y la justicia, aun cuando renunciemos a cargos, posición, bienestar, buen pasar, prestigio, renombre. 

Es la lucha que la única recompensa que te trae, y que es la mejor de todas, es la de llegar sobre el fin de nuestra peregrinación con la satisfacción de que en la vida nos condujimos coherentemente con nuestra moral, que no sacamos provecho de las “ventajas” de las desprolijidades del sistema, y sobre todo, la satisfacción de que dedicamos nuestra vida a lograr una visa más justa, honesta…


Se suele medir a la gente por sus logros. Tanto o más hay que medirlas por sus renunciamientos. Porque el éxito lo disfruta cualquiera y atrae multitudes, pero frente a una encrucijada jodida, renunciar a la salida fácil por principios, cuesta horrores y suele agrandar problemas y generar soledad. En el CV de la vida, para mí importa tanto o más que lo hecho, todo a lo que se dijo "NO" por convicción.
Dr. Gonzalo Perera Ferrer


Un gran tipo que conocí gracias a la militancia sindical, comunista él, de una conducta y una moral intachable, me dijo un día cuando me hallaba profundamente contrariado por el resultado de una instancia colectiva adversa: “Esta noche, cuando tu hija se duerma, posiblemente en tus brazos, besala, con la serenidad de los que no han claudicado. Siempre hay un mañana”.

Esa es la meta.