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Desordenado y vacío

“Y la tierra estaba desordenada y vacía…” . Génesis 1:2. La Biblia dice que cuando Dios creó los cielos y la tierra, la tierra estaba d...

martes, 7 de noviembre de 2017

Extracto: Él escogió los clavos

El Regalo de Dios es VIDA ETERNA en Cristo Jesús nuestro Señor. 
Romanos 6:23 
Todo bien y todo regalo perfecto vienen de arriba, del Padre de las luces. 
Santiago 1:17 

 ¿Te has preguntado por qué Dios da tanto? Podríamos existir con mucho menos. Pudo habernos dejado un mundo plano y gris; no habríamos sabido establecer la diferencia.
Si nosotros hacemos regalos para demostrar nuestro amor, ¿cuánto más no querría hacer Él? Si a nosotros -salpicados de flaquezas y orgullo- nos agrada dar regalos, ¿cuánto más Dios, puro y perfecto, disfrutará dándonos regalos a nosotros?
Jesús preguntó: Si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿Cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le piden? (Mateo 7:11).

¿Qué habría sido de la Bestia si la Bella no hubiera aparecido? Tu conoces la historia. Hubo un tiempo cuando su rostro era hermoso y su palacio agradable. Pero eso era antes de la maldición, antes que las sombras cayeran sobre el castillo del príncipe, antes que las sombras cayeran sobre su corazón. Y cuando esto ocurrió, él se ocultó. Se recluyó en su castillo, con su hocico reluciente, sus colmillos encorvados y un talante horrible. Pero todo eso cambió cuando llegó la joven.
Me pregunto, ¿qué habría sido de la Bestia si la Bella no hubiera aparecido? O, ¿qué habría pasado si ella no hubiera tenido la actitud que tuvo con él? ¿Quién habría podido reprocharla? Él era... ¡una bestia! Velludo. Le corría la baba. Rugía cuando quería decir algo. Su aspecto aterrorizaba. Y ella era una belleza. Adorable. Amable. Si en el mundo dos personas correspondieran fielmente a sus nombres, estas serían la Bella y la Bestia. ¿Quién habría podido criticarla si ella no le hubiera prestado atención?
Pero ella lo hizo. Y porqué la Bella amó a la Bestia, esta llegó a ser más hermosa.
La historia nos resulta familiar, no porque sea un cuento de hadas sino porque nos recuerda a nosotros mismos. Dentro de cada uno de nosotros hay una bestia. Pero no siempre fue así. Hubo un tiempo cuando el rostro de la humanidad era hermoso y el palacio agradable. Pero eso era antes de la maldición, antes que las sombras cayeran sobre el jardín de Adán, antes que las sombras cayeran sobre el corazón de Adán. Y a partir de la maldición, hemos sido diferentes. Bestiales. Feos. Despreciables. Cascarrabias. Hacemos las cosas que sabemos que no debemos hacer y después nos preguntamos por qué las hicimos. Momentos después, comienza el remordimiento.
"¿Por qué habré hecho eso?".

No hago lo que quiero, sino lo que no quiero, eso hago. 
Romanos 7:15. 

Pablo no es el único personaje de la Biblia que tuvo que trenzarse a golpes con la bestia que había dentro de él.

Pero la maldad de la bestia nunca fue tan grande como el día que Cristo murió.

Los soldados encargados de la ejecución de Jesús querían ver sangre. Así es que azotaron a Jesús. El azote legionario estaba formado por tiras de cuero con pequeñas bolas de plomo en sus puntas. Lo que se quería conseguir con eso era golpear al acusado hasta dejarlo medio muerto y luego parar.
La ley permitía treinta y nueve azotes, pero casi nunca se llegaba a este número. Un centurión vigilaba la condición dle preso. Cuando le soltaron las manos y se desplomó, no hay duda que Jesús estaba cerca de la muerte.
Los azotes fueron lo primero que hicieron los soldados. La Crucifixión fue lo tercero.
No culpamos a los soldados por estas dos acciones. Después de todo, solo cumplían órdenes. Pero lo que cuesta entender es lo que hicieron mientras tanto. Esta es la descripción que hace Mateo:

Jesús fue golpeado con azotes y entregado a los soldados para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al palacio del gobernador y allí se reunieron alrededor de él. Le quitaron la ropa y le pusieron una túnica roja. Usando ramas con espinas, hicieron una corona, se la pusieron en la cabeza y le pusieron un palo en su mano derecha. Luego los soldados se inclinaron ante Jesús y se burlaron de él diciendo: "¡Salve, Rey de los judíos!" Y lo escupieron. Luego le quitaron el palo y empezaron a golpearlo con él en la caabeza. Después que hubieron terminado de hacerlo, le sacaron la túnica y lo volvieron a vestir con su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. 
Mateo 27:27-31 

La tarea de los soldados no era otra que llevar al nazareno al cerro y ejecutarlo. Pero ellos tenían otra idea. Antes de matarlo, querían divertirse un poco con él. Soldados robustos, armados y descansados formaron un círculo alrededor de un carpintero de Galilea desfalleciente y casi muerto, y se dedicaron a golpearlo. Los azotes fueron ordenados, lo mismo que la crucifixión. Pero, ¿quién podría encontrar placer en escupir a un hombre medio muerto?
Jamás un escupitajo puede herir el cuerpo. No puede. Se escupe para hacer daño en el alma, y ahí sí que es efectivo. ¿Qué era lo que los soldados estaban haciendo? ¿No se estaban elevando a expensas de otro? Se sentían grandes a través de empequeñecer a Cristo.
¿No has hecho eso tu también alguna vez? Quizás nunca hayas escupido a alguien, pero sí has hablado mal de alguien. O quizás lo has calumniado. ¿Has alzado alguna vez tu mano impulsado por la ira, o quitado la vista con arrogancia? ¿Has alguna vez hecho que alguien se sienta mal para tu sentirte bien? Eso fue lo que los soldados hicieron a Jesús.

Cuando tu y yo hacemos lo mismo, también se lo estamos haciendo a Jesús.

Te puedo asegurar que cuando lo hiciste a uno de los últimos de estos mis hermanos y hermanas, me lo estabas haciendo a mi. 
Mateo 25:40 

Como tratamos a los demás, así tratamos a Jesús.

No es agradable escuchar decir estas cosas, pero debemos enfrentar el hecho que hay algo bestial dentro de cada uno de nosotros. Alguien que nos hace hacer cosas que aun a nosotros nos sorprenden. ¿No te has sorprendido a ti mismo? ¿No te has visto reflejado en algo que has hecho y que te ha hecho preguntarte: "¿Qué hay dentro de mí?" 
Para esa pregunta, la Biblia tiene una respuesta de seis letras: P-E-C-A-D-O. Hay algo malo -bestial- dentro de cada uno de nosotros. Esto es lo que representa la escupida: el pecado.
No es que no podamos hacer lo bueno. Lo hacemos. Lo que pasa es que no podemos dejar de hacer lo malo. Nuestras obras son feas. Nuestros actos son rudos. No hacemos lo que queremos, no nos gusta lo que hacemos y, lo que es peor (si hay algo aun peor), no podemos cambiar.
Tratamos de hacerlo, sí. Pero:

¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal? 
Jeremías 13:23 

Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden. 
Romanos 8:7 

Para confirmar la eficacia de esta afirmación, se propone el siguiente reto: durante las siguientes 24 horas debes intentar vivir una vida sin pecado. ¿No puedes? ¿Una hora? ¿Cinco minutos?
Esto significa que tenemos un problema. Somos pecadores. Y esto es lo que nos merecemos por ser pecadores:


  • Porque la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23) 
  • Sin santidad nadie verá al Señor (Hebreos 12:14) 
  • La ganancia del impío es castigo (Proverbios 10:16) 


Todo esto está representado en nuestros escupitajos. Y observa lo que hace Jesús con nuestra inmundicia. La lleva a la cruz.
Isaías 50:6: no escondí mi rostro de injurias y de escupitajos.
Romanos 6:23. Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. 

La corona de espinas 

Un soldado no identificado tomó ramas: suficientemente maduras como para tener espinas, suficientemente flexibles como para doblarse e hizo con ellas una corona de escarnio, una corona de espinas. A través de las Escrituras las espinas simbolizan las consecuencias del pecado, no el pecado. Después que Adán y Eva hubieron pecado, la tierra fue maldecida y Dios le anuncia al hombre que a causa del pecado "espinos y cardos te producirá (la tierra)". Génesis 3:18.
"Espinos y lazos hay en el camino del perverso" Proverbios 22:5
El fruto del pecado es espinas, púas, lancetas afiladas que cortan.
Veamos el espinoso terreno de la humanidad y sintamos sus punzadas: verguenza, miedo, deshonra, desaliento, ansiedad. Todas estas cosas nos punzan como espinas y en medio de un arbusto espinoso de todas estas cosas hemos quedado atrapados.
Esto no ocurrió así con el corazón de Jesús. Al no haber cometido nunca pecado, tampoco nunca sufrió las espinas del pecado. Nunca conoció lo que nosotros enfrentamos diariamente. Jamás sintió ansiedad, nunca se turbó, jamás sintió culpa, nunca tuvo miedo. Jesús nunca se apartó de Dios y nunca conoció los frutos de pecado HASTA EL DÍA QUE LE CLAVARON ESA CORONA DE ESPINAS: hasta el día que él mismo se hizo pecado por nosotros. Y cuando tal cosa ocurrió, todas las emociones del pecado se volcaron sobre él, como sombras en una foresta. Se sintió ansioso, culpable, solo. Llegó a gritar "Dios mio, Dios mio, porqué me has desamparado" (Mateo 27.46). Estas no son las palabras de un santo, sino el llanto de un pecador.
Jesús llevó sobre sí mismo el pecado y el fruto del pecado, para salvarnos, pero la decisión de aceptar su regalo es nuestra.

Abel y Caín, ambos hijos de Adán. Abel escoge a Dios. Caín escoge matar. Y Dios lo deja escoger.

Abraham y Lot, ambos peregrinos en Canaán. Abraham escoge a Dios. Lot escoge Sodoma. Y Dios lo deja escoger.

David y Saúl, ambos reyes de Israel. David escoge a Dios. Saúl escoge el poder. Y Dios los deja escoger.

Pedro y Judas, ambos niegan al Señor. Pedro busca misericordia. Judas busca la muerte. Y Dios los deja escoger.

DIOS NOS PERMITE HACER NUESTRAS PROPIAS DECISIONES.

Mateo 7:13-14 Tenemos para elegir: la puerta angosta o la ancha, el camino angosto o el ancho, la muchedumbre o la compañía de pocos.

Mateo 7:24-27 Tenemos para elegir, construir sobre la roca o sobre la arena.

DIOS PERMITE ELECCIONES ETERNAS, y tales elecciones tienen consecuencias eternas. Esto es lo que representan los dos ladrones crucificados a los lados de Jesús. ¿Porqué fueron crucificados dos ladrones junto a Jesús y no seis, o diez? ¿Y por qué Jesús estaba en el centro? Los dos ladrones representan nuestra libertad de elegir, que es uno de los más grandes regalos que Dios nos ha hecho.

Los dos ladrones tienen mucho en común. Ambos están condenados por el mismo sistema, por cometer los mismos delitos, condenados con el mismo castigo, rodeados de la misma multitud, e igual de cerca de Jesús. Incluso, ambos comienzan insultando a Jesús.

Mateo 27:44: "Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él".

Pero...

Uno de esos ladrones cambió.

Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
Lucas 22:39-43 

Dios nos da la libertad de elegir dónde habremos de pasar la eternidad. Y no es para menos. Hay muchas cosas en la vida que no las podemos elegir. No podemos elegir el día que vamos a nacer, la familia en la que vamos a nacer, la situación económica de la familia dónde vamos a nacer, no podemos elegir si vamos a ser varones o niñas, rubios o morochos, altos o bajos. Sería genial que uno pudiera elegir su vida como elige comida en el restaurant: creo que voy a pedir un cuerpo con buena salud, alto, musculoso, de metabolismo rapido, habilidoso con la pelota, ojos claros y de postre un coeficiente intelectual supremo. Hubiera sido tremendo. Pero las cosas no ocurrieron así. Cuando llegaste a la vida, lo hiciste sin derecho a voz ni a voto. Pero en lo que tiene relación con la vida después de la muerte, sí que tienes derecho a decidir. 

¿Se nos habrá dado privilegio mayor a este? Este privilegio no solo compensa cualquier injusticia, sino que el don de la libre voluntad compensa cualquier falta. Piensa en el ladrón que se arrepintió. Aunque sabemos poco de él, sabemos que en su vida se comportó mal, escogió el delito como forma de vida, e incluso hasta el último momento se dedicó a insultar a Jesús. Pero una sola decisión, UNA SOLA DECISIÓN BIEN TOMADA, fue determinante. 

Los dos ladrones eran idénticos. Ninguno tenía más mérito que el otro para ser salvado. Eran igual de malos, y bastante malos. Era iguales. Sin embargo, uno tomó una decisión y le otro tomó otra. El ladrón arrepentido tomó una única buena decisión en su vida y con esa buena decisión borró toneladas de mugre que acumuló en su vida. En nuestras vida esto ocurre de la misma manera. ¿Cuántas veces nos hemos equivocado? ¿Cuánta culpa y cuanta amargura cargamos por nuestros errores? Cómo nos gustaría poder librarnos del peso de esas malas decisiones, ¿verdad? Pues, ¡la buena noticia es que puedes! 

Una buena decisión para la eternidad, compensa miles de malas decisiones hechas sobre la tierra. 

TU TIENES QUE TOMAR LA DECISIÓN. 

¿Cómo puede ser posible que dos hombres tan idénticos, que ven al mismo Jesús, y uno escoge burlarse de él mientras que el otro decide orar a él? 

Cuando el ladrón arrepentido oró a Jesús, Jesús lo amó lo suficiente como para perdonarlo y salvarlo. Y cuando el otro siguió burlándose, Jesús lo amó lo suficiente como para permitir que haga eso. 

¿Por qué Jesús no entabló una conversación con el ladrón malo? ¿Por qué no quiso hacerle entrar en razón? ¿Por qué si el pastor va a buscar la oveja perdida, la mujer da vuelta la casa para hallar la dracma, el padre no va a buscar al hijo pródigo? 

Porque Dios no toma decisiones por nosotros, en aquellas cosas que tenemos que decidir nosotros. 

El pastor fue a buscar a la oveja porque se le escapó en un descuido, una distracción. Asume su responsabilidad y la va a buscar. 
A la mujer se le pierde la moneda y da vuelta la casa para encontrarla, porque se le perdió a ella. 
Pero el hijo pródigo se fue solo. Tomó una decisión, y el padre no lo fue a buscar. Se quedó esperando, dia tras día. El día que volvió, la Palabra dice que el padre lo vio de lejos. Lo estaba esperando, pero la decisión fue del hijo. Fue el hijo el que en un momento decidió volver. 

De la misma manera, Dios como Padre te llama, te invita, llevó tu pecado a la cruz, llevó las consecuencias de tu pecado sobre sí mismo, nos perdonó, borró la lista de pecados que estaba escrita en nuestra contra, pero la decisión de aceptar ese regalo y seguirlo es nuestra. 


Lucado, M., (2001), Él escogió los clavos, Nashville, TN - Miami, FL (EE.UU), Editorial Caribe. Páginas 2, 6, 7, 13-19, 25, 26, 52-56.