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Desordenado y vacío

“Y la tierra estaba desordenada y vacía…” . Génesis 1:2. La Biblia dice que cuando Dios creó los cielos y la tierra, la tierra estaba d...

lunes, 16 de mayo de 2016

Desordenado y vacío

“Y la tierra estaba desordenada y vacía…”. Génesis 1:2.


La Biblia dice que cuando Dios creó los cielos y la tierra, la tierra estaba desordenada y vacía. Pero, ¿cómo puede algo que está desordenado, estar vacío? Imaginen una habitación completamente vacía, sin nada más que las cuatro paredes y el techo. Si está totalmente vacío, no puede estar desordenado. El desorden no tiene sentido sin la existencia de objetos que estén dispuestos en el espacio de una forma que no sea ordenada (valga la redundancia), esto es, sin un criterio definido, de forma totalmente azarosa.
Dicen los que saben que el desorden es la tendencia natural del universo. Todo tiende naturalmente a desordenarse, ya que para que algo esté ordenado, alguien tiene que hacer un esfuerzo. Sino pregúntenles a vuestros hijos adolescentes por qué no ordenan su cuarto. Esa es la razón también por la cual mi señora me pide encarecidamente, y por lo general con poco éxito, que haga la cama todas las mañanas. Ordenar requiere que alguien haga un esfuerzo, un gasto de energía. Ordenar requiere que alguien intervenga.
Esta tendencia natural al desorden es explicada por los físicos mediante la segunda ley de la termodinámica cuyo enunciado más conocido reza: “La cantidad de entropía (desorden) del universo tiende a incrementarse con el tiempo”. (Perdónenme, estudiantes de física, por haber igualado “entropía” con “desorden”; es para que los indoctos como yo entendamos mejor).
Pensemos en el universo como un todo, y supongamos que es en sí mismo un sistema aislado que partió de un estado de equilibrio termodinámico, la física nos enseña que su tendencia natural es al desorden.
Confieso que al escribir esto me entran unas “saudades” de mi época de estudiante, así que no voy a ahondar mucho más en los conceptos científicos para no aburrir al amable lector.
Lo cierto es que Dios creó el universo en función de todas las leyes de la física que el hombre con el tiempo fue descubriendo y lo dejó ahí. Suelto. Librado al azar. Y la consecuencia fue el desorden. Naturalmente.
Pero el universo no estaba vacío literalmente, como la ausencia de objetos. El término vacío en este versículo refiere a un vacío de sentido, una ausencia de razón de ser. Imagínense una extensión de campo, lleno de yuyos y con muchos ladrillos esparcidos desordenadamente sobre la misma. Diríamos que es un pedazo de campo vacío, abandonado. Ahora, si intervenimos en ese escenario y gastamos nuestra energía y hacemos un esfuerzo para poner un ladrillo sobre el otro, haremos una casa. Si arrancamos la maleza y la quemamos, finalmente podríamos decir que tenemos una linda finca. Y, ¿cuál es la razón de ser de una finca? Que alguien la habite. El orden genera sentido, razón de ser.
Dios hizo el universo y lo dejó ahí, desordenado y vacío, es decir, abandonado. Sin una razón de ser. ¿Para qué lo habré creado? – se pudo haber preguntado.
Pero Dios no creó el universo simplemente porque estaba aburrido. Dios estaba solo, y no quería estar solo.
Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, es decir, hizo al hombre cómo una réplica suya. Luego dijo que no era bueno que el hombre estuviera solo. Si el hombre es una réplica de Dios, esto significa que tampoco para Dios mismo era bueno estar solo. Como no quería estar solo, ideó la posibilidad de crear al hombre.
Pero, si creaba al hombre, ¿dónde lo pondría?
Ahí comenzó el proceso de creación del universo, el lugar dónde Dios pondría al hombre, a su creación más preciada.
Hizo al universo y ahí lo dejó, a ver si por sí solo era capaz de algo. Pero el universo, por naturaleza, tiende al desorden. No era capaz de nada. No podía poner al hombre ahí.
Esto estaba vacío, abandonado, como la extensión de matorral lleno de piedras tiradas al azar.         No tenía sentido de ser así. Necesitaba una intervención, un agente externo que aplicando trabajo (esfuerzo, energía) pudiera tomar la materia y ordenarla con un cierto criterio con el objetivo de crear un lugar digno del hombre, digno de esa réplica de Dios.
Con el universo en aquel estado, primario y precario, era imposible la vida tal como la conocemos hoy. Entonces Dios interviene. Juntó toda la materia en un mismo punto y la hizo explotar generando así una gran masa incandescente de luz, según dicen los científicos, aunque actualmente estén revisando esa teoría. Moisés no tenía el vocabulario científico como para expresarlo en esas palabras, entonces anotó: “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz” (Génesis 1:3).
El resto de la historia es conocida. Dios primero crea el escenario, luego pone al actor. Crea el planeta más maravilloso del que se tenga conocimiento y coloca allí a su creación más preciada, a su réplica: el hombre.
Cuando tenemos la oportunidad de estar en contacto con la naturaleza, apreciar un paisaje, respirar la belleza de la biósfera, lo que estamos observando es todo lo que Dios creó para nosotros. Es la mayor muestra de amor.
Me hace acordar cuando Giovanna y yo esperábamos a nuestra primera hija, Julieta. Teníamos un dormitorio extra en casa que se convertiría en el dormitorio de Julieta. Antes de que Julieta viniera, ese dormitorio no tenía mucha razón de ser, era un depósito. Tenía una cama de una plaza que había pertenecido a mi esposa cuando era niña, pero no había niña que durmiera en ella. No estaba desordenado por una cuestión de orden, pero aun así, estaba vacío, aun estando lleno de cosas.
Cuando supimos que Julieta venía en camino, comenzamos a trabajar. Convoqué a un artista de murales, mi tío Ricardo, para que pintara un mural en la pared. Luego, junto con el “Tata” Guido, lo enmarcamos en madera y le pusimos unas luces tenues que alumbraran desde arriba. Pusimos un par de repisas para los peluches y restauramos una vieja cómoda.
Estaba todo listo. Nos detuvimos a observar la obra de nuestras manos, la que hicimos para esperar a nuestra hija, cómo diciéndole: “está todo pronto, Julieta. Te estamos esperando. Vení cuando quieras. Todo esto hicimos para esperarte, porque te amamos”.
Lo mismo hizo Dios. El cantante Jesús Adrián Romero lo expresó de manera inmejorable en una de sus canciones.
Me dice que me ama cuando escucho llover / Me dice que me ama con un atardecer / Lo dice sin palabras con las olas del mar / Lo dice en la mañana con mi respirar
Me dice que me ama y que conmigo quiere estar / Me dice que me busca cuando salgo yo a pasear / Que ha hecho lo que existe para llamar mi atención / Que quiere conquistarme y alegrar mi corazón
En resumen. Puedes tener una vida llena de cosas, y aun sentir que está vacía. Lo bueno es que Dios quiere intervenir en tu vida, ordenar esas cosas, y darle sentido a tu vida. El universo estaba vacío, desordenado, abandonado, sin sentido, sin razón de ser, hasta que Dios interviene y comienza a obrar, le da un sentido, una razón. ¿Cuál es la razón de ser del universo? Albergarnos a nosotros, la creación más preciada de Dios.
¿Cuál es la razón de ser de tu vida y de todas las cosas que has conseguido a lo largo de ella? Puedes tener un montón de cosas en tu vida, podés haber alcanzado un montón de sueños, pero la acumulación de todo eso no le va a dar un sentido a tu existencia.
Cómo me lo enseñó mi pastor Miguel “La vida es el regalo que Dios nos hizo. Lo que hacemos con nuestra vida, es el regalo que nosotros le hacemos a Dios”.


esd

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