“Y la tierra estaba desordenada y vacía…”. Génesis 1:2.
La
Biblia dice que cuando Dios creó los cielos y la tierra, la tierra estaba
desordenada y vacía. Pero, ¿cómo puede algo que está desordenado, estar vacío?
Imaginen una habitación completamente vacía, sin nada más que las cuatro
paredes y el techo. Si está totalmente vacío, no puede estar desordenado. El
desorden no tiene sentido sin la existencia de objetos que estén dispuestos en
el espacio de una forma que no sea ordenada (valga la redundancia), esto es,
sin un criterio definido, de forma totalmente azarosa.
Dicen
los que saben que el desorden es la tendencia natural del universo. Todo tiende
naturalmente a desordenarse, ya que para que algo esté ordenado, alguien tiene
que hacer un esfuerzo. Sino pregúntenles a vuestros hijos adolescentes por qué
no ordenan su cuarto. Esa es la razón también por la cual mi señora me pide
encarecidamente, y por lo general con poco éxito, que haga la cama todas las
mañanas. Ordenar requiere que alguien haga un esfuerzo, un gasto de energía. Ordenar requiere que alguien intervenga.
Esta
tendencia natural al desorden es explicada por los físicos mediante la segunda
ley de la termodinámica cuyo enunciado más conocido reza: “La cantidad de entropía (desorden) del universo tiende a incrementarse
con el tiempo”. (Perdónenme, estudiantes de física, por haber igualado “entropía” con “desorden”; es para que los indoctos como yo entendamos mejor).
Pensemos
en el universo como un todo, y supongamos que es en sí mismo un sistema aislado
que partió de un estado de equilibrio termodinámico, la física nos enseña que su
tendencia natural es al desorden.
Confieso
que al escribir esto me entran unas “saudades”
de mi época de estudiante, así que no voy a ahondar mucho más en los conceptos
científicos para no aburrir al amable lector.
Lo
cierto es que Dios creó el universo en función de todas las leyes de la física
que el hombre con el tiempo fue descubriendo y lo dejó ahí. Suelto. Librado al
azar. Y la consecuencia fue el desorden. Naturalmente.
Pero
el universo no estaba vacío literalmente, como la ausencia de objetos. El
término vacío en este versículo refiere a un vacío de sentido, una ausencia de
razón de ser. Imagínense una extensión de campo, lleno de yuyos y con muchos
ladrillos esparcidos desordenadamente sobre la misma. Diríamos que es un pedazo
de campo vacío, abandonado. Ahora, si intervenimos en ese escenario y gastamos
nuestra energía y hacemos un esfuerzo para poner un ladrillo sobre el otro,
haremos una casa. Si arrancamos la maleza y la quemamos, finalmente podríamos
decir que tenemos una linda finca. Y, ¿cuál es la razón de ser de una finca?
Que alguien la habite. El orden
genera sentido, razón de ser.
Dios
hizo el universo y lo dejó ahí, desordenado y vacío, es decir, abandonado. Sin
una razón de ser. ¿Para qué lo habré creado? – se pudo haber preguntado.
Pero
Dios no creó el universo simplemente porque estaba aburrido. Dios estaba solo,
y no quería estar solo.
Dios
hizo al hombre a su imagen y semejanza, es decir, hizo al hombre cómo una
réplica suya. Luego dijo que no era bueno que el hombre estuviera solo. Si el
hombre es una réplica de Dios, esto significa que tampoco para Dios mismo era
bueno estar solo. Como no quería estar solo, ideó la posibilidad de crear al
hombre.
Pero,
si creaba al hombre, ¿dónde lo pondría?
Ahí
comenzó el proceso de creación del universo, el lugar dónde Dios pondría al
hombre, a su creación más preciada.
Hizo
al universo y ahí lo dejó, a ver si por sí solo era capaz de algo. Pero el
universo, por naturaleza, tiende al desorden. No era capaz de nada. No podía
poner al hombre ahí.
Esto
estaba vacío, abandonado, como la extensión de matorral lleno de piedras
tiradas al azar. No tenía sentido
de ser así. Necesitaba una intervención, un agente externo que aplicando
trabajo (esfuerzo, energía) pudiera tomar la materia y ordenarla con un cierto
criterio con el objetivo de crear un lugar digno del hombre, digno de esa
réplica de Dios.
Con
el universo en aquel estado, primario y precario, era imposible la vida tal
como la conocemos hoy. Entonces Dios interviene. Juntó toda la materia en un
mismo punto y la hizo explotar generando así una gran masa incandescente de luz,
según dicen los científicos, aunque actualmente estén revisando esa teoría.
Moisés no tenía el vocabulario científico como para expresarlo en esas
palabras, entonces anotó: “Y dijo Dios:
Sea la luz; y fue la luz” (Génesis 1:3).
El
resto de la historia es conocida. Dios primero crea el escenario, luego pone al
actor. Crea el planeta más maravilloso del que se tenga conocimiento y coloca
allí a su creación más preciada, a su réplica: el hombre.
Cuando
tenemos la oportunidad de estar en contacto con la naturaleza, apreciar un
paisaje, respirar la belleza de la biósfera, lo que estamos observando es todo
lo que Dios creó para nosotros. Es la mayor muestra de amor.
Me
hace acordar cuando Giovanna y yo esperábamos a nuestra primera hija, Julieta.
Teníamos un dormitorio extra en casa que se convertiría en el dormitorio de
Julieta. Antes de que Julieta viniera, ese dormitorio no tenía mucha razón de
ser, era un depósito. Tenía una cama de una plaza que había pertenecido a mi
esposa cuando era niña, pero no había niña que durmiera en ella. No estaba
desordenado por una cuestión de orden, pero aun así, estaba vacío, aun estando
lleno de cosas.
Cuando
supimos que Julieta venía en camino, comenzamos a trabajar. Convoqué a un
artista de murales, mi tío Ricardo, para que pintara un mural en la pared.
Luego, junto con el “Tata” Guido, lo enmarcamos en madera y le pusimos unas
luces tenues que alumbraran desde arriba. Pusimos un par de repisas para los
peluches y restauramos una vieja cómoda.
Estaba
todo listo. Nos detuvimos a observar la obra de nuestras manos, la que hicimos
para esperar a nuestra hija, cómo diciéndole: “está todo pronto, Julieta. Te estamos esperando. Vení cuando quieras.
Todo esto hicimos para esperarte, porque te amamos”.
Lo
mismo hizo Dios. El cantante Jesús Adrián Romero lo expresó de manera
inmejorable en una de sus canciones.
Me dice que me ama cuando escucho llover / Me dice
que me ama con un atardecer / Lo dice sin palabras con las olas del mar / Lo
dice en la mañana con mi respirar
Me dice que me ama y que conmigo quiere estar / Me
dice que me busca cuando salgo yo a pasear / Que ha hecho lo que existe para
llamar mi atención / Que quiere conquistarme y alegrar mi corazón
En
resumen. Puedes tener una vida llena de cosas, y aun sentir que está vacía. Lo
bueno es que Dios quiere intervenir en tu vida, ordenar esas cosas, y darle
sentido a tu vida. El universo estaba vacío, desordenado, abandonado, sin
sentido, sin razón de ser, hasta que Dios interviene y comienza a obrar, le da
un sentido, una razón. ¿Cuál es la razón de ser del universo? Albergarnos a
nosotros, la creación más preciada de Dios.
¿Cuál
es la razón de ser de tu vida y de todas las cosas que has conseguido a lo
largo de ella? Puedes tener un montón de cosas en tu vida, podés haber
alcanzado un montón de sueños, pero la acumulación de todo eso no le va a dar
un sentido a tu existencia.
Cómo
me lo enseñó mi pastor Miguel “La vida es
el regalo que Dios nos hizo. Lo que hacemos con nuestra vida, es el regalo que
nosotros le hacemos a Dios”.
esd
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