Entrada destacada

Desordenado y vacío

“Y la tierra estaba desordenada y vacía…” . Génesis 1:2. La Biblia dice que cuando Dios creó los cielos y la tierra, la tierra estaba d...

miércoles, 9 de octubre de 2019

Las diaconisas de Jesús


Las diaconisas de Jesús 

No era fácil la vida para las personas en la época en la que Jesús estuvo en la tierra. En particular, la vida en Galilea, una provincia del imperio romano, era dura. La mayoría de las personas vivía de su trabajo como agricultores en el campo, o pescadores.

Pero el sistema de impuestos era sumamente opresivo. Podía llegar hasta la mitad de lo cosechado. Esto hacía que las familias no pudieran llegar con lo necesario a la siguiente cosecha, por lo cual, recurrían a la deuda.

Si no eran capaces de pagar la deuda, perdían su campo y se convertían en jornaleros. Si aún así no lograban saldar sus cuentas, perdían sus casas y acababan por ser esclavos. Muchos hombres no encontraban otra salida que la mendicidad, el delito, y las mujeres, el meretricio.

Jesús andaba principalmente entre las personas más despreciadas de la sociedad, los menos privilegiados. Siempre los vio como víctimas y se preocupó por acercarles el Reino de los Cielos. La Biblia cuenta que Jesús era la alegría en cada reunión. Era conocido como un comedor y bebedor de vino. Se juntaba con publicanos y pecadores.

Para estas personas, el hecho de que alguien tendiera una mesa y quisiera compartir un tiempo de amistad con ellos era algo que sencillamente no ocurría. Tocaba sus corazones. Que alguien quisiera compartir el pan con ellos, no se daba todos los días. Y ese era el mensaje del Reino de los Cielos.

Esto es el Reino de los Cielos: una mesa donde todos tenemos un lugar para celebrar un banquete con el Señor. Están todos invitados. Vengan, pasen.

De hecho, hay una parábola en la que un señor quería celebrar un banquete y no le viene ningún invitado, entonces le dice a su criado que fuera a buscar a los más despreciados de la sociedad, y que los forzara a entrar. No se refiere a forzarlos a entrar en contra de su voluntad, sino a que iba a ser necesarios forzarlos a entrar porque solos no vendrían porque no podrían creer que de veras alguien los estuviera invitando a un banquete. Pensarían que se trataba de una broma de mal gusto, o sentirían mucha vergüenza como para aceptar el convite. Pero el señor le dice: hacelos venir. Este banquete es para ellos y quiero que lo degusten.

Esta circunstancia en la que tenemos personas oprimidas y despreciadas, viviendo mal, no es otra cosa que el fruto del perverso amor al dinero que gobierna nuestra sociedad. Vean nada más el caso del meretricio. ¿Qué es eso sino un hombre al que le sobra plata y que la usa para su satisfacción personal abusándose de la necesidad de una mujer? No le pidas a ese hombre que done su dinero a la caridad. No lo hará. Aprovechará ese dinero para satisfacerse, aun a costa de pasar por encima de la dignidad de los demás.

Pero para que Jesús pudiera llevar a cabo ese ministerio itinerante, de ir por las ciudades y aldeas sirviendo un banquete a las personas menos privilegiadas, necesitaba apoyos materiales y la Biblia nos dice que contaba con el apoyo de un grupo de diaconisas que lo financiaban.
¿Conocía usted a las diaconisas de Jesús?

Se las presento.

Están en el capítulo 8 de Lucas.

Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes. 
Lucas 8:1-3 

Aquí estamos en presencia de mujeres de la alta sociedad, que manejaban su propio dinero. No es que a las mujeres de la baja sociedad no se les permitiera manejar su propio dinero, es que directamente no tenían dinero. Así que si estas mujeres tenían dinero y lo podían manejar, es porque eran mujeres de la alta sociedad.

Resalta una, llamada Juana, mujer de Chuza, intendente de Herodes, es decir, integrante de la corte del rey, o administrador del rey.

Y aquí se nos dice que servían al señor con sus bienes. El término “servían” proviene del griego diakoneo, de donde deriva la palabra latina diácono.

Estas eran las diaconisas del maestro, es decir, las que ejercían el diaconado para sostener la obra de Jesús.

Pero antes de prestar atención al hecho de que servían al Señor con sus bienes, veamos la motivación que hay detrás de esto. El por qué lo hacían.

Dice el pasaje que estas mujeres habían sido sanadas por Jesús tanto de enfermedades físicas como de ataduras espirituales. Imagínate. Años en las que estas mujeres, teniendo todo el dinero del mundo, no habrían podido ser libres de sus enfermedades y problemas. De pronto, llega Jesús y las sana sin más, y sin pedirles nada a cambio.

Estas mujeres inmediatamente razonaron que, si el dinero no había podido sanarlas, pero Jesús sí, qué sentido tenía seguir aferradas a sus bienes. Cuando más necesitaron de su dinero, el dinero las traicionó. No les sirvió para nada.

Hay un poder muy superior al del dinero que puede cambiar vidas. ¿Qué mejor que acompañar a Jesús poniendo sus bienes a disposición para que cada vez más personas puedan conocer a Jesús y ser liberados de sus problemas?

Estas mujeres acompañaron a Jesús desde Galilea hasta Jerusalen, estuvieron a los pies de la cruz, y fueron las primeras en recibir la noticia de la resurrección.

De la misma manera que estas mujeres, nosotros también hemos sido sanados por Jesús, liberados por Jesús, bendecidos por él.

Por eso traemos nuestros diezmos y ofrendas. No por obligación, no porque una organización nos lo exige. Jesús nunca pidió ofrendas. Las personas se veían impulsadas a ofrendar como gratitud a él.

Así también nosotros hoy tenemos la oportunidad de ser diáconos del maestro con nuestros bienes, porque tenemos el deseo de que cada vez más personas puedan experimentar lo que nosotros hemos vivido. 

Cuando una persona ama a otra, va a querer hacer todo lo que la otra persona anhela, para satisfacerla. Así también nosotros, si amamos a Dios, vamos a querer hacer lo que él anhela, y ¿qué otra cosa anhela más nuestro Señor que poder alcanzar a cada persona con el evangelio?

Es el anhelo del corazón de nuestro amado: alcanzar a todos.

¿Cuál es nuestro anhelo? Poder cumplir el anhelo de él.

domingo, 15 de septiembre de 2019

El efecto señuelo

Introducción

Para estudiar el comportamiento de los seres humanos se asume que todos tomamos decisiones racionales. Como individuos que nos enfrentamos a la tarea de tomar una decisión, se asume que tenemos la capacidad de analizar la información necesaria, valorar las diferentes alternativas y seleccionar aquella opción más conveniente. 
Entremezclando entonces la economía y la psicología, Dan Ariely (doctor en Psicología cognitiva y en Administración de empresas) escribió el libro “Las trampas del deseo”, según el cual existe una brecha entre el modelo ideal de comportamiento racional y el comportamiento real de los seres humanos en la vida cotidiana.
Pero además de irracionales, Ariely afirma que los humanos somos predeciblemente irracionales, pues al repetir los mismos errores de forma sistemática, se vuelven previsibles.
En dicho libro se presentan los hallazgos de sus experimentos científicos y se expone el hecho de que nuestras decisiones no siempre son lógicas y sensatas, y por lo tanto, nos ofrece valiosas sugerencias para la vida, la administración empresarial y el diseño de políticas públicas.
Uno de los experimentos presentados en el libro se detalla a continuación.

El efecto señuelo 

Se le llama señuelo a aquello que sirve para atraer, persuadir o inducir, con alguna falacia. Es lo que le ponemos al anzuelo en el agua para que algún pez incauto decida comerlo, pensando que se trata de algún alimento. Solemos pensar que el pez y nosotros somos distintos, pues la racionalidad nos permite discernir las opciones buenas de las malas y evadir los engaños.
Dan Ariely ha logrado demostrar que esto no es cierto, y que en ocasiones creemos estar atrapando el mejor pez, pero en realidad hemos picado un anzuelo deliberadamente puesto para nosotros. Y creyendo que somos racionales y que hemos tomado la mejor decisión, caemos una y otra vez en el señuelo.
Para demostrarlo, el autor usó un formato de suscripción anual a la revista The Economist que cayó un día en sus manos del autor y que ofrecía tres opciones:
1.Acceso a todos los artículos online por 59 dólares.
2.Versión impresa por 125 dólares.
3.Acceso online y versión impresa por 125 dólares.


Ariely formuló una encuestaa a 100 estudiantes de la Escuela De Gestión Sloan del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusets) donde les pidió que marcaran su opción de preferencia, y encontró que 16 preferían la primera opción, mientras que 84 optaban por la tercera.



La respuesta era lógica. ¿Quién iría a elegir la opción 2, pudiendo elegir la opción 3 que cuesta lo mismo que la 2 y además te ofrece algo más? Claramente, no sería racional elegir la 2. A todas luces, la opción 2 parecía ridícula y sin sentido. Más de uno habrá pensado: ¿qué sentido tiene esta opción aquí?
Como nadie había seleccionado la opción intermedia, Ariely decidió suprimirla y realizar de nuevo la pregunta a otros 100 estudiantes.


Ahora sólo hubo 32 que eligieran la última opción, mientras que 68 se inclinaban por la primera.


En la segunda ocasión, en ausencia de la opción “ridícula”, muchos menos optaron por la opción impresa. Es decir, ese pequeño señuelo que parecía absurdo, pudo moldear las decisiones de un 52% de los consumidores.
La función de ese señuelo, esa opción que parecía no tener sentido, era enfocar la atención de las personas en la opción 3, hacer ver a la opción 3 como una gran oportunidad frente a la opción 2, y hacer que se olviden de la opción 1. Centrada toda la atención en comparar la opción 2 con la 3, la 1 quedaba fuera. Y esa, se supone, sería la intención de The Economist: que sus suscriptores optaraon por la opción más cara que les reportaría más ingresos.
Ariely concluyó (no solamente con este experimento, sino con muchos otros más), que las personas no realizamos selecciones en términos absolutos, sino que decidimos una cosa en relación con las alternativas posibles. En su libro, recogió el consejo de Gregg Rapp (experto en ingeniería de menús de restaurante): si usted tiene un restaurante, incluya un plato muy caro en la carta; puede que nadie lo pida, pero es muy factible que varios se decidan por el que le sigue en precio.
A la hora de decidir, solemos inclinarnos por las comparaciones fáciles y evitamos aquellas que exigen un esfuerzo mayor. H.L Mencken, citado por el autor en este libro, dijo: “La satisfacción de un hombre con respecto a su salario depende de si gana más, o no, que el marido de la hermana de su esposa”.
En ese ejercicio de comparación, el autor afirma que nadie sabe lo que quiere si no lo ve en su contexto. No sabemos qué clase de altavoces queremos hasta que oímos unos que suenan mejor que los anteriores. No sabemos qué queremos hacer con nuestra vida hasta que encontramos a un amigo o pariente que está haciendo exactamente lo que nosotros creemos que deberíamos estar haciendo. En el caso de la revista The Economist, la decisión entre las opciones del acceso online y la versión impresa sola requería cierta cantidad de pensamiento. Pero pensar resulta doloroso, de modo que los responsables de marketing de la revista nos ofrecían una opción que, para su comparación, no se requería ningún esfuerzo mental: la de versiones on line e impresa combinadas.
Para explicar ilustrativamente por qué analizamos la cosas en comparación, inmersas en un contexto, y por qué no somos capaces de analizaralas en términos absolutos, el autor nos presenta la siguiente imagen.


Ambos círculos negros son iguales en tamaño, sin embargo nuestra mente capta como más grande el que está rodeado de círculos más pequeños, y como más pequeño el que está rodeado de círculos más grandes. El entorno afecta nuestra percepción. Y esto no solo se aplica a objetos materiales sino también para experiencia tales como vacaciones, etc.
El arte del señuelo consiste en ofrecer una tercera opción que se va a componer de una de las dos opciones pero algo desmejorada. Como en el caso de la suscripción a The Economist, el señuelo era la opción 2, que se componía de la opción 3 pero desmejorada.

Intenté replicar el experimento de Dan Ariely entre mis contactos de Whatsapp. Le envié la consulta a 50 de mis contactos con las tres opciones y a otros 50 con las dos opciones. Los resultados fueron los siguientes:



Mis resultados no permiten afirmar la teoría del señuelo (la cual el autor del libro sostiene con más experimentos y mejor calidad de confección de las pruebas, sin dudas) pero sí me permitió sacar varias conclusiones.
El señuelo debe estar bien diseñado. Es claro que lo que no permitió evidenciar el efecto señuelo en mi prueba es que el público al que dirigí la encuesta no estuvo cuidadosamente seleccionado. El 20% de las respuestas que recibí indicaban que en realidad no les interesaba suscribirse a nada.
Por otro lado, el 90% de mis encuestados menores a 40 años eligieron la versión on line para ambos casos, lo que da la pauta de que las generaciones más jóvenes ni piensan en opciones en papel. Eso es algo que seguramente se tomaría en cuenta a la hora de diseñar un señuelo: la opción dirigida por el señuelo debe ser atractiva para el público.
Finalmente, el 50% de las respuestas recibidas apuntaron a la opción on line apelando al compromiso con el medio ambiente, tratando de evitar el consumo de papel y su consecuente tala de árboles. Apenas el 2% (solo dos encuestados) manifestaron que accederían a la versión on line por ser más barata, en la medida en que pudieran descargar el material para consultarlo cuando no estuvieran conectados, y un encuestado manifestó que prefería la opción combinada precisamente por lo anterior: para poder tener disponible el material sin conexión.
Y tuve una sola elección por la opción “solo papel” de un encuestado que me manifestó que no le interesa en lo más mínimo leer desde la computadora.

Conclusión 

Mi propia investigación (teniendo en cuenta que fue casera) no me permitió llegar a las mismas conclusiones que el autor, pero la experiencia no fue menos enriquecedora por eso.
Entrenar la mente es bueno para darnos cuenta que con mucha más frecuencia de lo que imaginamos, nos enfrentamos a ilusiones o fantasías que afectan nuestras decisiones, alejándonos del marco de racionalidad en el que creemos ubicarnos. Los certeros experimentos que recoge este libro nos permiten evidenciar la influencia de múltiples factores en nuestra toma de decisiones cotidiana.
Estudiar los comportamientos reales de las personas en la vida diaria nos permite conocer los factores que nos llevan a errar. Los estudios de Ariely ofrecen una primera clasificación de los errores predecibles, abriendo un interesante camino para ahondar en sus causas e intentar comprenderlos. La evidencia de nuestra irracionalidad, ampliamente demostrada en el libro, nos exige tener en cuenta estos mecanismos que determinan nuestros comportamientos a la hora diseñar estrategias de mercado o políticas públicas viables y eficientes.

Biografía del autor 

Dan Ariely, doctor en Psicología cognitiva y en Administración de empresas, es profesor de Psicología y Economía del Comportamiento en la Universidad de Duke, para la cual da clases en la escuela de negocios Fuqua, en el Centro para la Neurociencia Cognitiva, en el Departamento de Económicas y en la Facultad de Medicina. Su obra ha sido reseñada en numerosos medios, como New York Times, Wall Street Journal, Washington Post, Boston Globe, Business 2.0, Scientific American y Science.

viernes, 1 de marzo de 2019

El pobre en el lodo

Imagine un lodazal donde una persona carente y necesitada busca comida. El Frente Amplio llegó y sacó al desvalido del fango, lo bañó, le lavó la ropa y para no dejarlo volver al légamo sin nada, le dio un par de guantes y un mameluco para que vuelva a buscar su comida en el lodo, pero en esta ocasión, con más dignidad que antes.
Ahora el pobre sigue buscando su comida en el limo, pero con dignidad, porque ahora no ensucia su ropa ni sus manos.

- Pero todavía falta compañero. Hemos hecho avances, pero falta mucho aun. 

En el siguiente período de gobierno, el Frente Amplio redobló la apuesta. Ahora le instaló un lluvero y un locker al lado del cenagal para que el compañero pobre se pueda bañar luego de toda la jornada de búsqueda de su alimento, y pueda guardar su ropa limpia mientras "trabaja".
Para este "logro" se ha hecho una importante inversión: se ha traído una red de agua corriente hasta el cieno para conectar el lluvero, y a su vez, se ha impulsado la industria de lluveros y lockers, sin contar cuando se incentivó la industria textil con los mamelucos y los guantes.

- Usted no sabe lo que era buscar comida en el barro antes. Se nos ensuciaban las manos, andabamos con la ropa sucia todo el día, y nunca un político se nos acercó para darnos una mano. Hoy, gracias al Frente Amplio, ya no nos ensuciamos las manos y nos vamos limpios a casa.

¿No se da cuenta que sigue buscando su comida en el pantano? No. Es más fácil engañar a una persona que explicarle que ha sido engañada.

Así es como un montón de gente vive en asentamientos, presos de la delincuencia, sin poder siquiera salir de su casa a pasar un par de horas en el parque con sus hijos, porque al regresar la encontrarían vacía. Viven en zonas copadas por la delincuencia, donde una bala perdida puede alcanzarlo cuando esté saliendo de su casa, o puede entrar en su living y dar en la cabeza de quien este viendo el plasma con DirecTV.
Viven en la misma pobreza de antes, en el mismo rancho precario, rodeado de más delincuencia que antes, pero con "más dignidad": Tienen televisión satelital, wifi, smartphones, y hasta un Wii.

Pero algo no huele bien. Algunos pobres se dan cuenta de que tienen todos esos accesorios porque, en realidad, se resignaron a que nunca van a salir de ahí, y por ende, al menos decidieron vivir lo mejor que se pueda en esa realidad. Pero esa realidad se está deteriorando. Seguían siendo pobres, ahora algo más cómodos y confortables, pero ¿de qué sirve eso, si la violencia circundante puede acabar con sus vidas? ¿De qué sirve si son esclavos dentro de ese barrio dominado por malvivientes? ¿De qué sirve si no son libres?

Sí, el tarquín huele mal. Ahora busca su comida con guantes, se cubre con mameluco, se baña y se cambia, pero la mugre huele mal. Siempre olió mal

El pobre se comienza a quejar. El Frente Amplio tiene las elecciones cerca y no le conviene la queja.
- Compañero, sabemos que falta mucho aun (siempre el mismo verso). Pero no olvidemos las conquistas, compañero. No retrocedamos. Que no venga la derecha reaccionaria y conservadora con su intención restauradora y usted vuelva a buscar su comida en el lodo sin guantes, ni mamelucos, ni lluvero ni locker.

En ese momento, el Frente Amplio redobla su apuesta y aumenta el déficit fiscal endeudando cada vez más al país para priorizar el gasto social y comprarle un tapa boca al pobre, porque éste se quejaba del mal olor del cochambre.

El pobre recibe el tapaboca contento, porque cuando le reclamó a SU gobierno por el mal olor, SU gobierno, siempre sensible a las necesidades de los más desvalidos, le respondió.

Así se logra un tercer gobierno del Frente Amplio. El pobre sigue buscando su comida en el muladar, pero ahora lo hace con toda la dignidad con la que el Frente lo ha vestido: guantes, mameluco, lluvero, locker y el último "logro", el tapaboca.

La oposición fracasa en hacerle ver al pobre menesteroso que sigue buscando su alimento en el fangal. Él, con su mente ya cooptada por el relato, le responde que cuando ellos eran gobierno no le arrojaron ni siquiera algo tan sencillo ni barato como un par de guantes; sin embargo el Frente Amplio no ha dejado de darle cosas desde que llegaron al poder.

El carente y desfavorecido, hundido en la ciénaga, cree que su situación ha sido revestida de "dignidad". Ha creído que esos accesorios que el Frente Amplio le dió eran sus "derechos". Y se estremece, como el tembladal sobre el que está apoyado, al oír a la oposición prometer que lo va a sacar del estercolero.

El Frente Amplio redobla la coerción: Ellos vendrán a quitarte los guantes, los mamelucos, el lluvero, el locker y el tapabocas. En tí está el poder para evitarlo, con tu voto.

En realidad, el desdichado no debería tener miedo. Nadie le va a sacar nada de eso (salvo un latero con una porlongada abstinencia). Eso es suyo. Se lo dieron; nadie se lo toca. Nada más alguien algún día querrá tomarse el atrevimiento de hacer que desaparezca el barro, y no será alguien del Frente Amplio. Todo los instrumentos dados, que son suyos, los aprovecharán en un nuevo lugar. Ya no trabajarán en forma supuestamente "digna" hundido en un barrial indigno. Faenarán de forma digna en una tierra digna. Serán sacados del tremedal y puestos en tierra firme.


Algún día lo vas a ver.