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domingo, 30 de agosto de 2020

El cristiano y el dinero. Capítulo 7

¿Por qué Israel había dejado de diezmar? 
Causas por las cuales las personas dejan de diezmar o nunca comienzan a hacerlo.


Hay dos razones por las cuales Israel había dejado de diezmar en épocas de Nehemías y Malaquías. La primera de ellas, era por el propio desprecio que la gente tenía por Dios y por el culto a Dios. Esto ya lo vimos. 

Ese desprecio al culto a Dios, que obligó a los levitas a retirarse del templo para ir a trabajar a los campos para tener qué comer, vino seguido de una temporada de sequía y plagas de insectos que afectaron las cosechas. Y ahí está la segunda razón por la que no solo dejaron de diezmar, sino que no se les pasaba por la cabeza volver a hacerlo: porque estaban atravesando momentos de dificultad financiera. Y lo primero que hace un pueblo infiel e incrédulo cuando pasa momentos de dificultad financiera es dejar de lado el culto a Dios. 

Esto es evidente por las promesas que Dios hace: bendición sobreabundante, lluvias en medio de las sequías, acabar con las plagas de insectos que atacaban las cosechas (devorador), y un futuro floreciente. Y les promete todo eso porque los judíos no le creían a Dios. Por eso dejaron de diezmar, porque no le creían. No le creían que los fuera a bendecir, por eso miraron por su propia situación y dejaron de diezmar. 

Y ahí aparece el clamor desesperado de Dios: vuelvan a diezmar y van a ver como los bendigo. Pero no era solo volver a diezmar. La profecía de Malaquías no se centra en el diezmo. Sino que lo que Dios ruega es que lo vuelvan a amar y a demostrarle ese amor, y como parte del amor a Dios, había que reestablecer el culto a Dios, no como una obligación, sino como un gesto de amor y agradecimiento. 

Dios está desesperado porque tiene acumuladas en su mano un montón de bendiciones, y no se las está pudiendo derramar a su pueblo porque la llave para que eso ocurra la tiene el pueblo, y no la está usando. Si tan solamente el pueblo retomara su amor y devoción por Dios, y le volvieran a rendir culto (culto que abarca, entre otras cosas, diezmar), Dios lo bendeciría tanto que se acabarían la sequía y las plagas y florecerían como una nación hermosa a los ojos de todo el mundo. 

Ese es el clamor desesperado de Dios: Los quiero bendecir y no me dejan. Dependo de ustedes para bendecirlos y ustedes están haciendo todo mal. Por favor, les ruego, háganlo bien, así les envío todo esto que tengo para ustedes

Porque desde que el mundo es mundo nadie vio ni oyó jamás de un Dios como el nuestro, que se manifiesta en favor de los que en él confían.
Isaías 64:4

El diezmo es un principio espiritual porque no solamente se aplica a la economía, sino a toda nuestra vida: marca un patrón de vida, un estilo. Darle a Dios lo mejor que tenemos. Los judíos le traían a Dios los desperdicios, y muchas veces nosotros hacemos lo mismo. Por ejemplo, ¿dedicamos tiempo de calidad cada día para Dios? El tiempo de la oración, ¿es un tiempo de calidad o son unos minutos así nomás, al pasar, como para cumplir? ¿Voy a la iglesia para cumplir, llegando tarde y yéndome temprano, o mi tiempo de comunión es un tiempo de calidad?

La primicia del diezmo tiene poder redentor sobre el 90% que queda de nuestros ingresos, y Dios lo bendecirá y multiplicará. Cuando le damos a Dios lo primero de nuestro tiempo y dinero, él multiplica todo lo demás.

Demuéstrale a Dios que para ti él es lo más importante. Dale de lo que tienes y de todo lo que ganes; así nunca te faltará ni comida ni bebida.
Proverbios 3:9-10 (TLA)
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viernes, 14 de agosto de 2020

El cristiano y el dinero. Capítulo 8

Quiero empezar a diezmar pero no me animo; ¿Cómo arrancar?

El diezmo suele ser una de las cosas más difíciles para el cristiano, puesto que en su corazón anhela adorar y honrar a Dios con sus bienes, pero  la realidad le juega una mala pasada. Los números nos dicen que no es posible agregar un gasto más. El barco se está hundiendo: diezmar sería una locura. 

Esto nos hace recordar la ocasión en la que los discípulos de Cristo se encontraban en una barca en medio de una tempestad, una tempestad verdaderamente difícil. No sería la primera vez que los discípulos atravesaban una tempestad. Eran pescadores. Alguna que otra tormenta seguramente los habrá agarrado en alguna de las tantas noches en las que buscaban su alimento en el mar. Sin embargo, esta parece especialmente desafiante. Y se está hundiendo la barca.

Después de esto, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca, para que cruzaran el lago antes que él y llegaran al otro lado mientras él despedía a la gente. Cuando la hubo despedido, Jesús subió a un cerro, para orar a solas. Al llegar la noche, estaba allí él solo, mientras la barca ya iba bastante lejos de tierra firme. Las olas azotaban la barca, porque tenían el viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos caminando sobre el agua.
Mateo 14:22-25

Hay cosas que son importantes en la vida. La oración, nuestro tiempo de intimidad con Dios, es una prioridad. Jesús despidió a la gente y en lugar de salir raudamente a encontrarse con sus discípulos, se quedó orando, mientras sus discípulos ya se encontraban lidiando con la tormenta. 

No lo hizo por descuidado. No lo hizo porque tenía poco amor por sus discípulos. Lo hizo porque sabía el poder de la oración. 

Pero finalmente aparece Jesús. El desafío ahora es caminar sobre las aguas hasta Jesús. 

El negocio marcha mal, la barca se está hundiendo, y se me está pidiendo que cada día, del total de las ventas, aparte el 10% para el diezmo. Me están pidiendo que me tire al agua, que tome una decisión de fe. Si ya me estaba hundiendo en la barca, me voy a hundir más si salgo de la barca.

Si al negocio, que ya le va mal así como está, encima agregar un gasto, como ser el diezmo, más se va a hundir. Incluso, muchos que se quedan en la barca te dirán que es una locura: cómo se te ocurre poner un pie en el agua con la tormenta que hay, cómo se te ocurre diezmar siendo que los números no cierran, mejor quédate en la barca y trata de resistir hasta que pase la tormenta, y quizás no te hundas

Sin embargo, te la juegas, te arriesgas. Dejas de ver la tempestad que te rodea. Por un momento decides dejar de ver el viento y lo truenos. La lluvia sigue cayendo sobre ti, pero pones tus ojos en Cristo y pones un pie en la superficie del agua. 

Das el primer paso sobre el agua. Es el primer día en que estás diezmando. La realidad no cambió mucho. No vinieron más clientes ni facturaste más que el día anterior. Sin embargo, has decidido separar el diezmo. La tempestad sigue, pero los ojos están en Cristo. 

Segundo paso sobre el agua. Es el segundo día diezmando. La realidad no cambió mucho. Las dificultades siguen estando. Tampoco hoy vinieron más clientes ni aumentaron las ventas. Sin embargo, has decidido separar el diezmo. La tempestad sigue, pero los ojos están en Cristo. 

Tercer paso sobre el agua. Es el tercer día en que estás diezmando. Hoy esperabas que el milagro empiece a ocurrir, pero no. Los clientes son los mismos, las ventas se mantienen. La tempestad sigue. Los vientos te están azotando tanto como cuando estabas en la barca. Pero has tomado una decisión. Ya me estaba hundiendo en la barca, así que hundido por hundido… 

Cuarto paso sobre el agua. Es el cuarto día en que estás diezmando. Hoy vencía un plazo para cumplir con un acreedor y no tenías lo suficiente para pagar. El cielo se ilumina por un rayo. Vino un proveedor y no pudiste pagarle. Te estremece el sonido de un trueno. Es el último día del mes y no cubriste la cuenta corriente. Un viento fuerte te tambalea… Por un momento pensás: si estuviera en la barca, al menos tendría un pedazo de madera de donde agarrarme…

Pero vio que el viento era fuerte, tuvo miedo, se empezó a hundir…
Mateo 14:30 (a) (PDT)

Por un momento, dejaste de ver a Cristo y te abrumó la tormenta y comenzaste a hundirte. Te asalta la duda y el temor: empecé a diezmar y todo empeoró. En ese momento, tienes dos opciones. Puedes volver a atrás y dejar de diezmar porque no funcionó. Esto sería equivalente a que Pedro, al comenzar a hundirse, haya intentado desesperadamente nadar de regreso a la barca a ver si podría asirse de al menos algún pedazo de madera para esperar a que la tormenta pase, al mejor estilo Jack y Rose en la escena final del Titanic (todos sabemos que había lugar para Jack en esa tabla).

Sin embargo, Pedro ya había tomado una decisión por Cristo. 

Pero vio que el viento era fuerte, tuvo miedo, se empezó a hundir y gritó: —¡Señor, sálvame!
Mateo 14:30 (PDT)

Pedro ya tenía una decisión tomada por Cristo. No vuelvo atrás. Si me hundo, me hundo con los ojos en Cristo. 

Al momento, Jesús extendió sus manos y tomó a Pedro, calmó la tempestad, y juntos volvieron a la barca. Caminando, naturalmente. Pedro caminó nuevamente sobre el agua. Esta vez, de la mano de Jesús. 

Lo primero, primordial, y lo más importante en la vida del cristiano es serle fiel a Dios

¿De qué nos sirve cualquier cosa que hayamos logrado, si no la logramos siendo fieles a Dios?

El diezmo no es una fórmula mágica. Bien puede ocurrir que comiences a diezmar y el negocio no salga adelante. Puede ser duro, pero si tu negocio no sale adelante diezmando, es porque Dios no quiso que saliera adelante. El cristiano debe aceptar la voluntad de Dios, aprender, y encomendarse a la mano de Dios para lo que vendrá luego. Y el negocio se habrá fundido pero podrás decir: fui fiel a Dios en todo momento. Morí con las botas puestas. Porque más importante que mi negocio, es ser fiel a Dios. Y Dios, que es fiel, no me dejará desamparado y tiene un futuro mejor para mi vida

Quizás al diezmar, tu negocio comienza a salir milagrosamente adelante. Allí tendrás la oportunidad de darle gloria a Dios mostrando como la fidelidad a Dios te sacó adelante. 

Pero por otro lado, siempre se puede optar por no diezmar y hacer ingentes esfuerzos para sacar el negocio adelante, y lograrlo. Pero al final del camino, dirás: salvé mi negocio, pero no pude ser fiel a Dios en ningún momento. Y seguramente, habrás sufrido mucho para sacar ese negocio adelante, porque habrás luchado con tus propias fuerzas, en lugar de contar con Dios como tu socio. Al no diezmar, te amputaste la posibilidad de ser bendecido y levantado por Dios, y lograr el éxito con menos esfuerzo, quizás. Remaste en dulce de leche, pudiendo remar en aguas con la corriente a favor.  

Y, ¿de que vale eso? ¿De que vale triunfar dejando a Dios de lado?

Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.
Mateo 16:25

Jesús está diciendo: Si sólo les preocupa salvar su vida, la van a perder. Pero si deciden dar su vida por mi causa, entonces se salvarán. En otras palabras, es insensato pretender salvar algo dejando a Dios de lado. Pero si por hacer lo que Dios manda, parece que fuera a perder, tranquilo: no se va a perder. 

Nada se pone en riesgo si estamos obedeciendo a Dios.

Todo aquel que quiera salvar algo dejando de lado a Dios…

De nada sirve que una persona gane en este mundo todo lo que quiera, si al fin de cuentas pierde su vida. Y nadie puede dar nada para salvarla.
Mateo 16:26

De nada sirve el éxito en este mundo, si para lograrlo tuve que dejar a Dios de lado. 

¿Habrá alguien dispuesto, como los amigos de Daniel, a ser fiel a Dios siempre, pase lo que pase? La venida del Señor está cerca. Cuando venga, ¿encontrará gente que aun le crea? (Lucas 18:8)

El cristiano y el dinero. Capítulo 6

Malaquías y el diezmo

Quizás uno de los pasajes que es al mismo tiempo duro pero esperanzador en cuanto a la cuestión del diezmo está registrado en la última profecía del antiguo testamento. 

Óiganme, israelitas: Si ustedes no han sido destruidos es porque yo soy el Dios todopoderoso y mi amor no cambia. En cambio ustedes, desde los días de sus antepasados, siempre han desobedecido mis mandamientos. Pero si ustedes se arrepienten y vuelven a mí, yo también me volveré a ustedes. Yo soy el Dios todopoderoso, y les aseguro que así lo haré.

Ustedes me preguntan: “¿Y de qué tenemos que arrepentirnos?”. Yo les respondo: “No es fácil que alguien me robe; sin embargo, ¡ustedes me han robado!”. Todavía se atreven a preguntarme: “¿Y qué te hemos robado?” Pues escúchenme bien: ¡Me han robado porque han dejado de darme el diezmo y las ofrendas! Todos ustedes, como nación, me han robado; por eso yo los maldigo a todos ustedes, también como nación.

Traigan a mi templo sus diezmos, y échenlos en el cofre de las ofrendas; así no les faltará alimento. ¡Pónganme a prueba con esto! Verán que abriré las ventanas del cielo, y les enviaré abundantes lluvias. Además, alejaré de sus campos las plagas de insectos que destruyen sus cosechas y sus viñedos. Tendrán entonces un país muy hermoso, y todas las naciones los considerarán muy dichosos. Yo soy el Dios todopoderoso, y les juro que así lo haré.
Malaquías 3:6-12 (TLA)

Antes de analizar estos versículos, ubiquémonos en el contexto y en el trasfondo de los mismos. 

Durante la dominación del imperio persa, a los judíos se les permite regresar a Jerusalén a reconstruir el templo. Años después, Nehemías (el copero del rey Artajerjes) recibe permiso para ir a Jerusalén a reconstruir las murallas de la ciudad, que estaban en ruinas. 

Nehemías es contemporáneo con el rabino Esdras, y toda una generación que no conocía la ley de Moisés. Esdras se dedica a enseñar las sagradas escrituras al pueblo y como consecuencia de ello, un avivamiento surge, el pueblo se arrepiente de sus pecados, y comienzan a enderezar sus pasos de acuerdo a los preceptos divinos. 

Por primera vez en muchísimo tiempo, los judíos vuelven a diezmar para sostener a los levitas en el servicio religioso, tal cual lo disponía la ley y también las ordenanzas que el rey David había dispuesto, con cantores y músicos que alababan y glorificaban el nombre de Dios en el templo. Así había sido establecido por Dios: los levitas no deberían trabajar la tierra para sostenerse, sino que sus hermanos de las demás tribus debían sostenerlos. 

Concluida la obra, Nehemías regresa a Babilonia a dar cuentas de lo que había hecho, y más tarde, vuelve a Jerusalén. Al volver, se encuentra con un panorama desolador. Todo lo que había dejado funcionando bien, ya no funciona. El capítulo 13 de Nehemías nos muestra que los judíos habían dejado de respetar el día de reposo y se habían vuelto a mezclar en matrimonios mixtos con otros pueblos. La corrupción creció tanto, que las autoridades religiosas se quedaban con el diezmo del pueblo para su propio beneficio y no lo repartían entre los levitas ni a los cantores, por lo que estos se fueron del templo a buscar trabajo en los campos para subsistir. Finalmente, luego de esto, los judíos dejaron directamente de diezmar. 

En medio de este trasfondo, aparece la profecía de Malaquías. 

Visto el trasfondo, vamos al contexto. En el primer capítulo, Dios comienza su mensaje reafirmando su amor por su pueblo, pero los israelitas estaban tan lejos de Dios que tienen el atrevimiento de responderle a Dios: “de veras nos amas?”. Israel no creía en el amor de Dios. 

Es importante señalar este hecho: el amor de Dios es la base y sustento de toda la profecía de Malaquías. La razón de ser. La fuente del mensaje. 

Yo soy Malaquías. Dios me dio la orden de comunicarles a ustedes, los israelitas, este mensaje: «Israelitas, Dios los ama». Y ustedes preguntan: «¿Y cómo nos demuestra ese amor?»
Malaquías 1:1-2 (TLA)

Todo lo que continua en la profecía es un clamor desesperado de un Dios acongojado porque su pueblo lo desprecia. Resultó que los judíos le presentaban a Dios como ofrenda animales impuros, que no valían nada porque estaban ciegos, cojos y enfermos, teniendo animales en buenas condiciones para ofrecer, como lo establece el versículo 14. En pocas palabras, la ofrenda que le traían a Dios no tenía valor monetario alguno, puesto que le traían “el clavo”, lo defectuoso, lo que no le iban a poder vender a nadie. Usaban el culto a Dios para sacarse de encima lo que les molestaba de sus ganados. Lo que valía algo, se lo quedaban para ellos. 

Es tal el desprecio que la gente tenía por el culto a Dios que Dios mismo desafía a los judíos a que le lleven esos mismos animales al gobernador de Persia, si tenían suficiente valentía para hacerlo. En otras palabras, no se les ocurría presentarle esa porquería a nadie, y se la presentaban a Dios. Dios les dice: prefiero que cierren el templo y que no haya más actividad religiosa, porque para que me traigan eso de ofrenda, mejor no me traigan nada

Es que Dios no necesita ni de nuestras ofrendas, ni de nuestro coro de hermanos que le cante canciones, ni nada de eso. El mismo se los dice: 

En todas las naciones del mundo hay quienes reconocen mi grandeza, y por eso me presentan ofrendas aceptables. Pero ustedes los sacerdotes hacen todo lo contrario: me faltan al respeto, y desprecian mi altar y las ofrendas que allí se me presentan.
Malaquías 1:11-12 (TLA)

En otras palabras, Dios les dice: miren que yo no necesito sus ofrendas, ni sus cantos, ni sus honores, porque mi nombre es grande en toda la tierra, y en todos lados hay quien me alaba y me honra genuinamente

Entonces, si Dios no necesita nuestras ofrendas, ¿para qué pretende que se le presenten ofrendas, y que encima tienen que ser perfectas, sin mancha ni defecto? La respuesta está en el inicio del mensaje: el amor. 

Yo los amo - dice Dios - y si me van a presentar ofrendas, que sean ofrendas que salgan de un corazón que me ama, que responde a mi amor. Y si nuestro corazón responde al amor de Dios, nuestras ofrendas serán ofrendas gratas, buenas, y no las sobras o lo desperdicios. 

En otras palabras, lo que Dios dice es: “no me tienen que presentar las ofrendas porque está escrito en un reglamento o por cumplir con una disposición. No se traen ofrendas por compromiso. Se traen por amor a mí. Es tan evidente que ustedes no me aman, que desprecian el culto a mi trayéndome desperdicios”

Y eso no acaba ahí. No solo se le ofrecían animales defectuosos e inservibles, sino que encima los sacerdotes expresaban su fastidio con su oficio. Servían a Dios de mala gana y lo decían. 

Y exclaman: “¡Qué hastío!” Y me tratan con desdén —dice el Señor Todopoderoso—. ¿Y creen que voy a aceptar de sus manos los animales lesionados, cojos o enfermos que ustedes me traen como sacrificio? —dice el Señor—.
Malaquías 1:13

Dios está acongojado porque su pueblo, el que él eligió de entre todos los pueblos, no le ama, sino que le desprecia. 

En ese contexto, llega el pasaje leído anteriormente, referente a los diezmos. Repasémoslo. 

Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.
Malaquías 3:10

Lo primero que llama poderosamente la atención en este versículo es el “probadme ahora en esto”. Dios aceptando que su pueblo lo ponga a prueba. Es llamativo porque el mismo Dios nos dio orden de no ponerlo a prueba. 

No tentaréis a Jehová vuestro Dios, como lo tentasteis en Masah.
Deuteronomio 6:16

En Masah no había suficiente agua para beber y el pueblo dudó si Dios estaba con ellos. Dios les hace acuerdo de que esa actitud no debería volver a ocurrir. El pueblo debía confiar en el cuidado de Dios. 

Otro enfoque de esto es el que da el Señor Jesucristo cuando es tentado por el diablo, antes de iniciar su ministerio. 

Y le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo; (…) Respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios.
Lucas 4:9, 12

A Dios no se lo pone a prueba, porque él es soberano y creador; nosotros somos sus criaturas. Dios no miente, nunca falla; por ende, no corresponde que nosotros que somos mentirosos y falibles por naturaleza, lo probemos a él. 

Además, ¿en qué consistiría el probar a Dios con los diezmos? ¿Diezmar tres o cuatro meses y si al cabo de ese tiempo no estoy viviendo en un barrio residencial con tres autos en el garaje, entonces no funcionó y dejo de diezmar? ¿Cuál es la medida del tiempo y la magnitud de la prosperidad mediante la cual se puede medir la prueba?

Es claro que las palabras de Dios dichas a través de profeta tienen otro sentido, y el sentido hay que buscarlo en el contexto y en el trasfondo de la profecía. Una profecía cuya base y tema principal es el amor no correspondido que Dios tiene por su pueblo. Un Dios que ama, y un pueblo que desprecia ese amor. 

Toda la profecía es un clamor desesperado de Dios por llamar la atención de ese pueblo y lograr que lo ame. Un Dios que se humilla a sí mismo, que no guarda orgullo, y que busca una y otra vez que sus criaturas fijen sus ojos en él. 

En ese contexto, el “probadme ahora en esto” es un clamor desesperado de Dios para que el pueblo retome aquellas prácticas que redundarán en su beneficio. ¿Qué prácticas? Rendirle culto a él (lo que implica, entre otras cosas, el diezmo, pero el también el hacer las cosas con ganas, de manera genuina, de buena gana, dándole a Dios lo mejor). No es Dios el que se beneficia cuando le rendimos culto y le traemos diezmos, sino nosotros mismos. Con tal de que diezmen, Dios está dispuesto a que lo pongan a prueba. Como sea, pero vuelvan a diezmar, se los ruego - parece decir.

Nosotros, si nos consideramos cristianos fieles que amamos a Dios, no formamos parte del público objetivo de esta profecía, porque Dios le está hablando a un pueblo infiel, ladrón, y desobediente. Y aun así, siendo el pueblo infiel, ladrón y desobediente, Dios les promete bendición y prosperidad. Si fue capaz de ofrecerle eso a semejante público, ¿no nos dará también lo mismo a nosotros, si somos un pueblo fiel y obediente?

De modo que si somos fieles y amamos a Dios, diezmamos porque le amamos, no por ponerle a prueba. No es un intercambio ni un negocio. No se diezma por avaricia.

El cristiano y el dinero. Capítulo 5.

El diezmo en forma de primicia

Las ofrendas que traigan a mi templo serán de los mejores primeros frutos que produzcan sus campos.
Éxodo 23:19 (TLA).

Nuestra primicia es darle a Dios lo primero de nuestra cosecha o de nuestras ganancias.

Si el primer trozo de pan fue dedicado a Dios, entonces todo el pan está dedicado a él...
Romanos 11:16 (PDT)

Decir que el diezmo es primicia es decir que el diezmo es lo primero que se paga una vez que he obtenido mi ingreso. Esto debe ser hecho así para que el diezmo tenga validez delante de Dios, por al menos dos razones.

En primer lugar, porque Dios es lo primero en nuestra vidas, lo más importante, y por ende, lo primero a ser atendido. 

Y en segundo lugar, porque si una persona espera a cubrir primero todos sus gastos y deja el diezmo para el final a ver si le alcanza para diezmar, el diezmo pasó a ser un sobrante, y no una primicia, y por ende pierde valor. No se está diezmando por las razones correctas, sino porque sobra. Como me alcanzó para pagar todo, entonces doy el diezmo. Eso convierte al diezmo en una limosna. 

Un sobrante nunca tiene el mismo valor que una primicia. El sobrante tiene intrínsecamente la noción de escasa relevancia. Los sobrantes se dan a las personas que menos estimamos. 

Si una persona espera a cubrir todos sus gastos para luego dar el diezmo, es preferible que directamente no lo dé, porque deja de tener valor frente a los ojos de Dios. Si el diezmo se da al final, por más dinero que sea, por más que sea hasta un 15% o un 20%, no interesa: dejó de ser diezmo. En este sentido, ni el diezmo ni ninguna ofrenda valen por su valor monetario, sino que valen por el corazón con el que es dado. 

En términos más ilustrativos y prácticos: si un hermano gana $10.000 y el primer gasto que hace es dar los $1.000 de diezmo, esos $1.000 valen más delante de Dios que los $20.000 que da el otro hermano que cobra $200.000 pero espera a cubrir todos sus gastos primero para entregar el diezmo al final. 

Jesús levantó la mirada y vio a los ricos poniendo sus ofrendas en la caja del dinero del templo. También vio a una viuda pobre que estaba dando dos pequeñas monedas de cobre como ofrenda. Entonces Jesús dijo:
—En verdad les digo que esta pobre viuda dio más que todos los demás. Porque todos ellos dieron de lo que les sobraba, pero ella, a pesar de su pobreza, entregó todo lo que tenía para vivir.
Lucas 21:1-4 (PDT)

Dios no rechazó la ofrenda de Caín porque era de menor valor monetario frente al cordero que presentó Abel. De hecho, no tenemos posibilidad alguna de medir el precio o valor económico de la ofrenda de cada uno. La ofrenda de Caín fue rechazada, entre otros motivos, porque Caín ya era una mala persona.
 
Entonces Dios le preguntó a Caín: «¿Por qué estás tan triste y enojado? Si haces lo correcto, siempre te aceptaré con agrado, pero si haces lo malo, el pecado está listo para atacarte como un león. ¡No te dejes dominar por él!»
Génesis 4:6-7 (TLA)

Mucha gente espera primero obtener más ingresos para luego diezmar. Es una noble pretensión pero errada, porque ubica al diezmo en el último lugar de las prioridades, y además, le da la posibilidad de surgir una vez que obtenga más ingresos, o lo que es lo mismo decir, cuando sobre lo suficiente como para empezar a darlo. Lo cierto es que, aun con esa noble pretensión, si la persona no diezma hoy, difícilmente diezmará mañana. El que no logra ser fiel cuando se tiene poco, difícilmente lo logrará cuando tenga mucho.

Su señor le dijo: «Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor».
Mateo 25:23

Si somos fieles en lo poco, es Dios quien se va a encargar de ponernos en lo mucho. En otras palabras, si hoy digo que no puedo diezmar porque tengo poco, no puedo esperar que Dios me ponga en lo mucho para empezar a diezmar, porque Dios pondrá en lo mucho a quienes son fieles en lo poco. Esto es clave entenderlo, porque la gente que espera a tener mucho para diezmar no logra ver que no es Dios quien los está llevando a lo mucho, porque Dios lleva a lo mucho solo a aquellos que son fieles con lo poco. Así que si tu estás en una etapa en tu vida en donde en materia económica te está yendo bien y estás yendo a lo mucho, pero nunca has diezmado, pregúntate si es Dios quien te está llevando a lo mucho o si lo estás logrando en tus propias fuerzas (o si a alguien más le interesa que te vaya bien sin diezmar…). 

Aquí voy a decir algo que va a rayar con lo escandaloso: no se necesita ser fiel a Dios para prosperar económicamente. Se puede perfectamente prosperar dejando a Dios de lado. No se entrega el diezmo para prosperar. Y si no me creen, miren a su alrededor: la cantidad de personas que no conocen a Dios ni han dado nunca un peso a la iglesia y son más prósperos que la mayoría de los cristianos. Por eso en la Biblia hay referencias en las que se le pide al cristiano que no se impaciente al ver como los que no son creyentes prosperan. 

Para ir a lo mucho en materia económica lo único que hace falta es estudiar y trabajar duro, ser disciplinado, buen administrador, y poco más. No se necesita ser fiel a Dios. Si tu objetivo en la vida es prosperar materialmente, no necesitas ir a la iglesia, necesitas ir a la escuela. Si pones un ladrillo encima de otro, terminarás construyendo una pared, y no importa si eres bueno o malo, cristiano o ateo. 

Esto del diezmo se trata de ser fiel a Dios. Nuestro objetivo diario es ser fiel a Dios. Parte de nuestra fidelidad es el diezmo. Y Dios, en su amor y bondad, nos prosperará y nos dará un buen pasar. Él nos pondrá en lo mucho, de acuerdo a su voluntad, que es siempre buena.

El cristiano y el dinero. Capítulo 4

El diezmo como mandamiento: ¿es obligatorio?

Aunque el diezmo es anterior a la ley (una costumbre oriental instalada desde antaño) pasa a ser una obligación exigible para Israel en el momento en que Dios lo introduce en la ley. 

Para nosotros que vivimos en el tiempo de la dispensación de la gracia, y en el ejercicio de esa libertad ontológica con la que Dios nos creó, podemos decir que ningún mandamiento es obligatorio. No suele ser un enfoque tradicional, pero es el más acertado: ningún mandamiento es una obligación. 

La razón es sencilla. Si algo es una obligación, necesariamente debe existir alguien o una entidad que se encargue de obligarnos. Para eso, alguien nos controlará, y en caso de incumplimiento, nos castigará. 

En cuanto a los mandamientos divinos, un estudio pormenorizado de las Escrituras nos muestra que Dios entregó los mandamientos más bien como enseñanzas y consejos para que el hombre tenga bienestar al cumplirlos. Y lo que se suele percibir como un castigo, en la mayoría de los casos suelen ser la simple consecuencia de la conducta vedada. 

Si obedecen mis decretos y mis ordenanzas, encontrarán vida por medio de ellos. Yo soy el Señor.
Levíticos 18:5

Los supuestos castigos que Dios envía por incumplir los mandamientos no se tratan (en muchos casos) estrictamente de castigos propiamente enviados por Dios, sino que eso ha sido más bien una manera en que los hombres de la antigüedad han entendido determinados acontecimientos. El mejor acercamiento al tema nos lleva a concluir que los tales castigos no son más que la simple consecuencia que se deriva de una conducta (todo efecto tiene una causa); conducta que se intentó prevenir mediante un mandamiento. 

Una forma ilustrativa de mostrarlo es la siguiente: yo le doy la orden a mi hijo de que se abrigue porque hace frío, de lo contrario podría contraer neumonía y morirse. Acto seguido, mi hijo sale desabrigado a la intemperie. Se enferma de neumonía y se muere. No fui yo, como padre, que le envié la neumonía ni la muerte para castigarlo por haber desobedecido mi orden de abrigarse, sino la simple consecuencia de haber salido desabrigado (o lo que es lo mismo decir, la consecuencia de haberme desobedecido). Tampoco yo le di la orden de abrigarse por capricho, sino que se la di para protegerlo.

Cuando Dios le dice a Adán y Eva que si comen del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal morirían, no era un castigo asociado a un capricho divino, sino que era el anuncio de lo que ocurriría si se le abría la puerta al mal. Cuando Dios le dice a Eva que Adán la sometería, no es eso ni un castigo que Dios le impone, ni mucho menos el plan de Dios para la mujer, es simplemente el anuncio de la consecuencia de haberle abierto la puerta al mal. Lo mismo con el parto doloroso: no es la voluntad ni el deseo de Dios que la mujer sufra al parir. De hecho, la propia expresión bíblica nos muestra que el diseño original de Dios para el parto no necesariamente contenía el dolor, por eso anuncia que de ese momento para adelante tendría dolor. Si uno analiza la propuesta de vida paradisíaca, el dolor no tiene sentido alguno en un cuerpo que no está diseñado para morir, y en un ambiente libre de mal (sin inclemencias del tiempo, sin riesgo de lesiones, etc.). El dolor, elemento ausente en el diseño original divino, pasa a ser un mal necesario para nuestro instinto de conservación en un mundo nuevo que le acaba de abrir la puerta a la muerte y al mal. De ahí que, nuevamente, sin ser ni el deseo ni la voluntad de Dios que fuera así, lo que Dios hace es anunciar como serían las cosas en el nuevo escenario.

Una de las formas de entender adecuadamente esto es observar el contexto en el que Dios pronuncia sus afamados Diez Mandamientos. Los hebreos acababan de ser rescatados de la cruel esclavitud egipcia. La palabra mandamientos no es mitzvá o mitzvot, que en hebreo significa ordenanza en el sentido más estricto. La palabra mandamiento en hebreo es devarim, que se traduce más exactamente como “palabra”, “consejo”. De hecho, en el encabezado de los diez mandamientos, se traduce: 

Y habló Dios todas estas palabras, diciendo:
Éxodo 20:1

No dice “habló estos mandamientos”, sino “habló estas palabras”

Acto seguido en el pasaje Dios se presenta como el libertador de Israel, no como su nuevo faraón o su nuevo opresor. Por lo tanto, no le presenta órdenes como se las presentaba el faraón, sino consejos para que sean libres. 

La motivación correcta para obedecer los mandamientos de Dios nunca debe ser el miedo al castigo divino (que en muchas ocasiones, como se vio, no es tal), ni tampoco es válido obedecer por tener a alguien que me controla y me obliga. De hecho, la iglesia no es una institución pensada para ejercer control sobre sus miembros. 

En ese sentido, ni el diezmo ni la ofrenda, ni ninguno otro mandamiento es una obligación en términos prácticos, porque nadie obliga a diezmar. A nadie se le descuenta del sueldo el diezmo ni nadie concurre a intervenir la caja de un comercio cuyo dueño es cristiano para obtener el diezmo. Y nunca debería ser así, dado que el diezmo como cualquier otro mandamiento, necesariamente debe ser un acto voluntario, que nazca desde el corazón de la persona, porque en primer lugar ama a Dios, y porque ha entendido que lo que Dios pide es por su bien. Esa es la obediencia genuina y válida a los mandamientos, y es la obediencia que Dios pretende. 

En este contexto, entonces, yo me tomo los mandamientos como una exigencia, como una obligación para mí mismo, pero no porque alguien o alguna institución me lo impone.

En la época de Israel, el diezmo era una exigencia porque estaba en la ley. Si en el tiempo de la ley era una exigencia, como no ir nosotros más allá de la ley, el día de hoy, para honrar a Dios y sostener su obra en la tierra.

El cristiano y el dinero. Capítulo 3

El diezmo es un principio de adoración


El versículo en Deuteronomio 14:22 (citado en el capítulo anterior) es de los pocos casos en las Escrituras en la que se usa la palabra “indefectiblemente”, que significa “ineludible, irrenunciable, insoslayable, indeclinable, inevitable, cierto, seguro, evidente, infalible, imprescindible, que no puede faltar o dejar de ser, que tiene que acontecer”

De todos los mandamientos que hay en la Escritura, es el único que viene precedido de un adjetivo tan contundente como “indefectiblemente”. No encontramos que diga “indefectiblemente” no matarás, ni “indefectiblemente” honrarás a tus padres, o “indefectiblemente” guardarás el día de reposo. 

Sí se utiliza este adjetivo en otras cuatro citas de las Escrituras para enfatizar sobre ciertas ordenanzas específicas de menor rango (Lv. 20:10, 20:16, 27:29 y Nm. 35:31).

En otras traducciones de la Biblia, se observa: 

Diezmarás fielmente todo el producto… 
(La Biblia de las Américas).

Indispensablemente diezmarás todo el producto… 
(Biblia del Jubileo).

Cada año, sin falta, deberán ustedes apartar la décima parte de todo… 
(Dios Habla Hoy + Nieva Versión Internacional).

Cada año deberán entregarle a Dios la décima parte de todo lo que ustedes cosechen y produzcan. ¡No fallen ni una sola vez! 
(Traducción en lenguaje actual).

La razón por la cual este es el único mandamiento que tiene un énfasis especial en su cumplimiento es porque Dios sabía desde un principio que meterse con el dinero de la gente era algo complicado. Sería el mandamiento más difícil de cumplir, el primero en no ser honrado. Sabía Dios que podría tener hebreos que en toda su vida no mataran ni robaran a nadie, fieles a su esposa y que respetaran el sábado, pero no les fueras a pedir plata.
 
De hecho, modernamente, cuando le comentas a un conocido que estás yendo a una iglesia, lo primero que te preguntan es: “En esa iglesia a la que vas, ¿te piden dinero?”

Ah, no te metas con el dinero de la gente…

Es ofensivo hablar de dinero, y sobre todo, pedir dinero, y la razón es una sola: el dinero es un dios al que la gente adora, aun sin darse cuenta

Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
Mateo 6:24

El dinero es lo único a lo que Jesucristo llamó señor. La competencia no es entre Jesucristo y el diablo, la competencia es entre Jesucristo y el dios dinero (Mammonas), el dios de la avaricia deificada o riqueza personificada. 

Por tal razón, las indicaciones que Dios nos deja en cuanto al manejo del dinero son indicaciones tendientes a evitar el peor de los pecados: la idolatría.
 
Conclusión: cuando diezmamos adoramos a Dios y evitamos adorar al dinero.

El cristiano y el dinero. Capítulo 2.

Origen y definición de diezmo
Origen. Entregar el diezmo a Dios es un concepto antiguo, muy anterior a la ley de Moisés. El primer registro bíblico del diezmo ocurre precisamente unos 600 años antes de Moisés. Luego de venir de una guerra donde fue a rescatar a su sobrino Lot, Abram recibe un botín de guerra, se encuentra con el sacerdote Melquisedec y le entrega los diezmos del botín. 

Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos de todo.
Génesis 14:18-20

Aquí se nota el detalle de que Abraham, sin que Melquisedec le pidiera nada, por iniciativa propia, le da los diezmos de todo. Esto evidencia que diezmar era un hábito en la cultura de aquel entonces: es claro que las poblaciones antiguas tenían por costumbre diezmar a sus divinidades. 

Más adelante, vemos lo mismo en Jacob, nieto de Abraham. 

E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti.
Génesis 28:20-22

Aquí vemos al diezmo como parte de un pacto (un voto) que Jacob hace con Dios, luego de tener un encuentro con él. Nuevamente, por iniciativa propia, sin que la Biblia registre que Dios le pidiera o exigiera el mismo.

Hasta aquí ambos ejemplos nos muestran que el diezmo es una práctica antiquísima que se hacía por iniciativa del diezmista; es un acto de dar que nace del corazón, sin que nadie lo pida. Esto era así posible porque, en la cultura oriental, el diezmo era una costumbre instalada. Era de lo más normal. 

Definición. Más allá de su origen, más tarde el diezmo se vuelve una exigencia para Israel, pues pasa a estar contenido en la ley. El diezmo es la décima parte o diez por ciento de algo y se define así: 

Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra como del fruto de los árboles, de Jehová es; es cosa dedicada a Jehová. Y si alguno quisiere rescatar algo del diezmo, añadirá la quinta parte de su precio por ello. Y todo diezmo de vacas o de ovejas, de todo lo que pasa bajo la vara, el diezmo será consagrado a Jehová.
Levítico 27:30-32

Indefectiblemente diezmarás todo el producto del grano que rindiere tu campo cada año.
Deuteronomio 14:22

En base a estas dos definiciones, podemos actualizar la definición de diezmo al día de hoy como la décima parte del producto de un emprendimiento. Para el día de hoy, el diezmo es la décima parte del salario nominal en caso de empleados, y la décima parte de la facturación, en el caso de las empresas.

viernes, 7 de agosto de 2020

La maldición del así nomás

Lo atamo' con alambre, lo atamo'

Estaba Eliseo enfermo de la enfermedad de que murió. Y descendió a él Joás rey de Israel, y llorando delante de él, dijo: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a caballo! Y le dijo Eliseo: Toma un arco y unas saetas. Tomó él entonces un arco y unas saetas.
Luego dijo Eliseo al rey de Israel: Pon tu mano sobre el arco. Y puso él su mano sobre el arco. Entonces puso Eliseo sus manos sobre las manos del rey, y dijo: Abre la ventana que da al oriente. Y cuando él la abrió, dijo Eliseo: Tira. Y tirando él, dijo Eliseo: Saeta de salvación de Jehová, y saeta de salvación contra Siria; porque herirás a los sirios en Afec hasta consumirlos.
Y le volvió a decir: Toma las saetas. Y luego que el rey de Israel las hubo tomado, le dijo: Golpea la tierra. Y él la golpeó tres veces, y se detuvo. Entonces el varón de Dios, enojado contra él, le dijo: Al dar cinco o seis golpes, hubieras derrotado a Siria hasta no quedar ninguno; pero ahora sólo tres veces derrotarás a Siria.
II Reyes 13:14-19
Explicación del acto profético y la desidia de Joás. 

Estamos ante una entrevista entre el rey de Israel y el profeta Eliseo, en uno de sus últimos días de vida. Eliseo ya padecía la enfermedad que lo llevaría a la muerte. Joás se preocupa por la situación de Israel frente a los sirios, y la inminente guerra que se estaba por desatar. 
Los actos proféticos eran comunes en la antigüedad, e incluso se recogen algunos en el Nuevo Testamento (Hch 21:11). Los profetas solían dar el mensaje de parte de Dios con un acto profético. 
Los actos proféticos necesariamente deben ser tomados en serio. En ocasiones, parecen una locura, pero su simbolismo es sagrado, y no deben tomarse a la ligera ni en vano. 

Creer que por lanzar una flecha al aire se le va a ganar a un enemigo parece una locura, pero eso es precisamente lo que el profeta hace. Al poner sus manos encima de las manos del rey, le está señalando que es Dios el que le dará tanto la fuerza como la dirección, o la guía. La flecha es lanzada al este, en dirección a Siria, y cuando la flecha sale en su viaje, el profeta realiza una declaración profética: “Saeta de salvación de Jehová, y saeta de salvación contra Siria; porque herirás a los sirios en Afec hasta consumirlos”. No se trataba de una simple flecha lanzada al aire: era un mensaje de parte de Dios, que anunciaba la victoria que Israel tendría sobre los sirios en Afec. 

Pero el rey Joás no le daba la importancia debida al acto profético. Inmediatamente después, Eliseo le manda a Joas a tirar flechas contra el piso. Joás ya parecía algo fastidiado de lo que le pedía el profeta. Quizás estaba apurado, o todo le pareció una pérdida de tiempo. Pero si la primer flecha que lanzó era un anuncio de salvación, las siguientes flechas que el profeta le mandara tirar sin dudas tendrían un buen mensaje. Pero, a juzgar por el enojo posterior del profeta, el rey Joás lanzó apenas tres flechas y las lanzó de mala gana, en lugar de vaciar su aljaba con todas sus flechas contra el piso. 

El profeta dice: Al dar cinco o seis golpes, hubieras derrotado a Siria hasta no quedar ninguno; pero ahora sólo tres veces derrotarás a Siria. 

La propia actitud de Joás limitó la bendición de Dios en su vida. 

Es la maldición del así nomás. 

Se le pidió que haga algo y lo hizo “así nomás”, sin tomarlo en serio, con desidia, con dejadez. Es tremendo, pero es así. Dios tenía una bendición más grande disponible para Joás, pero el no tomarse en serio el acto profético, limitó la bendición. En este caso, solamente tendría tantas batallas ganadas como flechas lanzadas; tres. 

Así ocurrió. Más adelante en el relato, la Biblia describe los hechos tal y como los profetizó Eliseo. 

Hay muchas cosas que deberíamos tomar en serio en nuestra vida y muchas veces no lo hacemos, y eso limita el accionar de Dios en nuestra vida. 
Dios tiene enormes bendiciones para nuestras vidas, pero como dice el dicho, lo bueno es enemigo de lo mejor. Al recibir algunas bendiciones, nos conformamos con ellas y resignamos la posibilidad de seguir creciendo y alcanzar nuestro máximo potencial.

Se ve que cuando Joás supo que iba a derrotar a los sirios en Afec, se conformó con eso, y pensó: así está bien, ¿para qué más?, por eso se vio sorprendido cuando el profeta le pidió que continuara haciendo otro acto profético. Él ya estaba conforme con ganar en Afec. “Ya está, gracias, me quiero ir, nos vemos”.

Un segundito, rey. Ahora lance flechas contra el suelo.


“Uf, qué viejo pesado. Cuánto más viejo, más pesado. Bueno, le tiro unas flechitas para que no me joda más”, habrá pensado el insolente Joás. 

Muchas veces, estamos conformes con lo que tenemos, y cuando alguien nos viene a enseñar o a corregir algo de nuestras vidas para nuestro bien y para nuestro crecimiento, lo rechazamos porque no hace falta, no vemos necesidad de seguir creciendo y mejorando. 

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.
Romanos 12:2

“Este siglo” es una expresión que se refiere al mundo cotidiano, que nos rodea, con sus costumbres y tradiciones. Es fácil quedarnos conformes con lo que el mundo nos ofrece: un buen trabajo, una buena casa, etc. Muchas personas viven materialmente bien en este mundo y no tienen inquietudes por Dios. No ponen a Dios en primer lugar ni le dan importancia. No toman en cuenta a Jesús cuando arman su agenda o sus objetivos. Lo importante es otra cosa, no lo es ni Dios, ni su Palabra, ni la Iglesia. Como consecuencia de esta actitud, podrán tener una vida bastante conforme, pero no alcanzan la plenitud de la voluntad de Dios para sus vidas: no gozan de todo lo bueno, agradable y perfecto que Dios planificó para ellos.
 
El apóstol Pablo exhorta a la iglesia en Roma, la capital del mundo de aquella época, plagada de cuanta diversión y placeres podía el hombre de aquel siglo imaginar. Era fácil par aun cristiano distraerse con todo lo que Roma tenía para ofrecerle a las personas. 

Lo mismo nos puede pasar a nosotros hoy en día. El mundo tiene muchas cosas para ofrecernos y mantenernos ocupados y entretenidos. Hay mejores cosas para hacer que leer la Biblia. Hay mejores cosas para hacer que ir a la iglesia. Hay mejores cosas para hacer que tomarme un tiempo para orar. 

Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.
Santiago 1:22

Aun así, quizás algunas personas dedican algún tiempo a oír, puesto que resulta mucho más fácil sólo oír la palabra que poner por obra la voluntad de Dios. Por ejemplo, yo puedo concurrir a la iglesia cada domingo, solo escuchar, y que el resto de mi vida durante la semana sea como si nunca hubiese ido a la iglesia. 

Es necesario oír, sí. Pero en algún momento lo que oigo tiene que necesariamente llevarme a actuar. A cambiar. 

El mundo tiene mucho para ofrecernos para distraernos de prestarle atención a lo importante. Es fácil olvidarnos de tomarnos en serio las cosas de Dios. 
El problema con esto lo describe el apóstol Juan en su primera epístola. 

Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
I Juan 2:17

Sería trágico que ocupáramos la mayor parte de nuestro tiempo en las cosas del mundo y no en las cosas de Dios, que son eternas. El mundo nos invita peligrosamente a la desidia, la dejadez, el descuido o la negligencia. A hacer las cosas así nomas. 
Imagínate que eres el dueño de tu propia empresa. ¿Cómo te gustaría que tus empleados actúen? ¿Cómo tú lo mandas, o así nomás, como se les ocurre a ellos?

En la vida ocurre lo mismo. No se progresa haciendo las cosas así nomás, o como a nosotros mismos se nos ocurre. Hay cosas que ya están probadas que funcionan de una determinada manera. 

Hay una rebeldía innata en el ser humano que le lleva a querer hacer las cosas como se le cante para llegar a ciertos resultados. Una experiencia así viví en uno de mis trabajos, el de profesor particular. Yo ya tenía claro qué métodos y fórmulas eran las adecuadas para resolver determinados problemas. Aun así, tenía alumnos que insistían en hacer las cosas a su manera. Era curioso. Por hacer las cosas a su manera terminaron en un profesor particular, pero bueno…

Existen muchas maneras de descuidar nuestra vida espiritual. En ocasiones, las necesidades materiales son las que nos obligan. Pasar por momentos de dificultades materiales nos lleva a dedicarnos excesivamente al trabajo y nos quita tiempo para lo importante. 
Mucho trabajo no nos permite organizar nuestro tiempo adecuadamente para leer la Palabra, concurrir a su Casa, etc. Muchas veces, es una combinación de mucho trabajo y de pasar algunas horas preocupándonos. 
Hay valores que sirven para nuestra bendición, aunque muchas veces el aplicarlos en nuestras vidas no muestran un resultado tan inmediato. 
El compromiso y la buena actitud son siempre la evidencia de lo que hay en nuestro corazón. Mostramos compromiso y buena actitud frente a las cosas que son importantes para nosotros. Y aquellas que no son tan relevantes, las solemos atender “así nomás”

Por ejemplo: ser puntuales no nos hace más espirituales. Pero ser puntuales es una característica de los exitosos. ¿Usted imagina una empresa exitosa en la que sus clientes no saben nunca a qué hora abre? ¿Usted imagina un empleado promovido a gerente, llegando tarde todos los días al trabajo? Imagínense un empresario que le deja a uno de sus empleados el encargo de abrir la empresa en el turno de la mañana: “cuento con que vas a tener el negocio abierto a las 9:00”. Pero el empleado llega tarde, y los clientes que llegaron temprano, se van a otro lugar. ¡Adiós encargado!

Muchas veces, la impuntualidad es hija del “no pasa nada”. No pasa nada si hoy llego algo tarde a la célula, los hermanos comprenderán. No pasa nada si llego al culto y ya está empezado. No pasa nada si hoy abro el negocio cinco minutos más tarde. No pasa nada… No pasa nada…

Sí, pasa. 

Y lo que pasa es que es una actitud que retrasa al progreso en tu vida. 

El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?
Lucas 16:10

Es un principio bíblico que uno debe ser fiel y comprometido en los detalles, para que Dios nos confíe cosas mayores. Hasta que no logres ser fiel en lo poco, difícilmente Dios te dará lo mucho. Esa es la razón por la cual para muchas personas, el tiempo pasa y no avanzan.
Algunas personas piensan que el día que tengan su propio negocio entonces van a cambiar de actitud. Ahora que son empleados, hacen las cosas así nomás, total, es la empresa de otro, si fuera mi empresa lo haría distinto. Sin embargo, pensar así es un engaño. Si no obtienes el hábito ahora, que eres empleado, te costará enormemente cuando seas el dueño. 

Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio; La cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento.
Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? Un poco de sueño, un poco de dormitar, y cruzar por un poco las manos para reposo; Así vendrá tu necesidad como caminante, y tu pobreza como hombre armado.
Proverbios 6:6-11

La hormiga es un ejemplo notable. No tiene un jefe encima que le dé ordenes, como lo dice el proverbio. No tiene capitán, ni gobernador ni señor, sin embargo, no necesita tener alguien encima que le diga lo qué hacer: sabe lo que tiene que hacer y lo hace. 
Muchas veces nosotros somos como el contrario de la hormiga. Necesitamos tener a alguien encima nuestro que nos esté todo el tiempo marcando lo que ya sabemos que tenemos que hacer. No hay manera de lograr que lo podamos hacer por nosotros mismos. 

Maldito el que hiciere indolentemente la obra de Jehová, y maldito el que detuviere de la sangre su espada.
Jeremías 48:10

Indolentemente: Que no se afecta ni se conmueve, flojo, perezoso, así nomás. 

En otras palabras: Maldito el que hiciere con pereza la obra de Jehová.

Otras versiones de este versículo dicen: 
Maldito el que no haga con gusto el trabajo que el Señor encarga (DHH)
Maldito el que sea negligente para realizar el trabajo del Señor (NVI)
Maldito el que sólo aparenta hacer el trabajo del SEÑOR (PDT)

Es necesario tener en cuenta la concepción teocrática y la propensión a las frases radicales de los orientales para comprender estas expresiones que a nuestra sensibilidad cristiana nos resultan demasiado feroces. No debemos olvidar que cuando estas expresiones se escribieron, los escritores sagrados pertenecían a un estadio muy rudimentario de la revelación divina, donde el amor de Cristo todavía estaba muy lejos de ser el centro de la misma verdad. La expresión “maldito” es una expresión fuerte. En aquel entonces, era una declaración enmarcada en forma preventiva por si acaso el ejército que salía a la guerra no derrotaba totalmente a Moab. Peleaban “así nomás”, con que se rindan está bien, si se escapan dejalos. Dios había determinado la destrucción de Moab, y por ende, emite esta declaración al ejército que la fuera a atacar para que no vaya a hacerlo de forma indolente. 

Pero para nosotros hoy en día, no debe ser tomado como una maldición en sentido estricto, pero sí como una enseñanza: no hay nada bueno en hacer las cosas indolentemente. 

No es de bendición hacer las cosas así nomás. 

Y cuando dice: “maldito el que detuviere de la sangre su espada” hemos de recibir la enseñanza: nuestra lucha contra la carne no puede ser negligente. Si detenemos la espada para que no mate del todo a nuestra carne, eso no nos traerá ninguna bendición. 
No podemos tener desidia en nuestra vida espiritual, nuestro compromiso debe ser firme. 

“Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.”
Hebreos 3:15