Entrada destacada

Desordenado y vacío

“Y la tierra estaba desordenada y vacía…” . Génesis 1:2. La Biblia dice que cuando Dios creó los cielos y la tierra, la tierra estaba d...

martes, 22 de diciembre de 2020

Memorias de tapabocas (Pre-Covid)

Corría el año 2013 por la mitad y la felicidad de la familia se estaba completando. En un rincón de la casa Julieta vivía en su mundo de juguetes mientras que en el vientre de mi esposa Jimena ya estaba pronta para salir. 


De pronto, Julieta empieza a toser, a moquear, y a tener fiebre. A pesar de que apenas hacía dos años que nos habíamos estrenado como padres, ya teníamos experiencia en estos episodios. No era una tos como la tos convulsa que había tenido seis meses antes. 



En nuestra mente teníamos la idea de que el médico iba a venir, la auscultaría, le miraría la garganta y nos dejaría el papelito con las tres letras mágicas: IRA. La primera vez que la vimos, dijimos: “¡Recórcholis! ¡La nena se enojó y por eso le vino fiebre!”; pero prontamente el doctor nos explicó que la sigla significaba “Infección Respiratoria Alta”, el popular: “tiene la garganta rojita, es viral, en diez días se le tiene que ir, denle esto para bajar la fiebre y ¡ANTIBIÓTICOS NO!”

Pero en esta ocasión no iba a ser así. Tuvimos la fortuna de que nuestra mutualista contara con el mejor pediatra que pisó el suelo patrio. El Dr. Alberto Broggi entró en casa, vio a Julieta, la auscultó, le miró la garganta, tomó una receta, escribió sobre ella y nos dijo: “vayan ya mismo a la Emergencia, presenten este papel y que la estudien. No es una infección como cualquier otra”. En el papel apareció una sigla nueva, que no habíamos visto hasta ahora: VRS. 



Virus Respiratorio Sincicial. Todos los niños y adultos lo tienen y no se dan cuenta. Pero en bebes es mortal. El tratamiento era concreto. Dos veces al día iría una enfermera a casa para aspirar las narinas de nuestra hija con un cañito, un conducto bien angosto, que había que introducirlo por el orificio nasal de la niña y que llegara hasta la garganta. El caño, conectado a una bomba, succionaría mucosidad como ningún otro método es capaz de limpiar. Una cánula. Hasta el fondo de la nariz. 

¿Te suena? Sí, como un hisopado. 

Pero el problema no era Julieta. Como comenté al principio, Jimena estaba pronta para salir. Y para ser claros, tan claro como nos lo fue el pediatra, si Jimena entraba en contacto con el VRS, así como salía de la panza, se iba al féretro. Duro, pero contundente. No habían dos medidas para tomar, sino una sola: aislamiento entre Jimena y Julieta. Distancia física sostenida. Alcohol en gel, sin dudas. Y tapabocas. Tapabocas todo el tiempo desde el momento en que Jimena saliera del vientre de su madre hasta que Julieta estuviera de alta. 
Y así llegó Jimena. 



La recibimos enmascarada aunque no con el nivel de exigencia que tenemos hoy. No estábamos plenamente conscientes del poder de contagio que podría tener un VRS, como si lo estamos hoy acerca del SARS-CoV2. 



Por eso, nos permitíamos ciertas flexibilidades como bajarnos la máscara para la foto. 


Julieta se quedó en casa, con sus abuelos. Ninguno pudo estar en el sanatorio el día del nacimiento. Julieta recién conoció a su hermana cuando nos dieron el alta y regresamos a casa. Y de lejos. Bien de lejos, al menos por unos días, hasta que el médico nos diera permiso. 

Fue extraño. Duro. Difícil. Inesperado. Temible. Era espinosa la carga de tener que mantener aisladas a las hermanas porque, de lo contrario, una le podía hacer daño a la otra, sin quererlo. 

Los primeros días de vida de Jimena no fueron normales. No hubo contacto entre Julieta y Jimena. No se pudieron conocer. No podían compartir el mismo ambiente. Jimena en el living, Julieta aislada en su cuarto. Mi señora con Jimena, yo con Julieta, y todos con tapabocas. Todos. Porque había una vida que cuidar. 

Hoy, siete años después, otro virus nos vino a complicar la vida. Y otra vez, a usar tapabocas y a tomar todas las medidas que sean necesarias porque también hoy, como entonces, hay vidas que cuidar.



No hay comentarios:

Publicar un comentario