Entrada destacada

Desordenado y vacío

“Y la tierra estaba desordenada y vacía…” . Génesis 1:2. La Biblia dice que cuando Dios creó los cielos y la tierra, la tierra estaba d...

martes, 27 de diciembre de 2016

Análisis de la situación automotriz del país

Hay cosas que hay que hacerlas en un determinado momento porque  las circunstancias de ese momento te dan una oportunidad inmejorable. Si se deja pasar esa oportunidad, luego cuando se quiera encarar el tema puede ser demasiado tarde, o las soluciones pueden tornarse demasiado caras.
 A medida que transcurre el tiempo se va dejando ver las consecuencias de que el Uruguay no haya tenido el atino de planificar una buena política automotriz y de transporte con mirada de largo plazo.
Las crisis, por lo general, son los momentos en los que es oportuno realizar este tipo de medidas. Uruguay debió encarar el tema automotriz y de transporte público con mirada de largo plazo por lo menos desde 2003. Ese era el momento de hacerlo. El país salía de su peor crisis, el ingreso de los uruguayos comenzaba a crecer al tiempo que crecía la economía y el comercio automotor aun no recobraba todo el dinamismo que tendría en los años sucesivos y que tuvo en los años anteriores a la crisis.
Uruguay debió pensar una política automotriz pensando en el bien común y el interés general, pero omitió esa labor que a la vista de los acontecimientos hubiera sido de gran importancia.
Al omitir esa planificación, el gobierno permitió que ingresara al país cualquier cantidad de autos y de cualquier tipo y origen. El régimen fiscal nacional considera al auto como un elemento suntuoso y lo graba con el Impuesto Específico Interno (IMESI). Las alícuotas de este impuesto serían más altas cuanto mayor fuera la cilindrada del vehículo. Esto fue lo único que se hizo con un sentido de objetivo: privilegiar los autos de menor cilindrada para que el consumo de combustible sea el menor posible.
No hace falta ser ingeniero automotriz para darse cuenta de que esta medida es de lo más ineficaz, ya que el consumo de combustible de un auto no depende 100% de la cilindrada del motor, pero que también, en una buena política automotriz, se deben priorizar otras cosas, como la seguridad de los ocupantes de los vehículos y de los peatones, que los motores sean los mas modernos y eficientes (ahí si va el consumo y no tanto en la cilindrada), qué el auto trate adecuadamente los gases de escape (por ejemplo, los filtros de partículas en los diésel), y quizás lo más importante, controlar el flujo de ingresos de vehículos nuevos para darle tiempo a las ciudades a acomodarse para un parque automotriz mayor.
Ante la ausencia de lo anterior, comenzó a entrar al Uruguay autos, principalmente y en su mayoría, chicos de tamaño, con poca protección y seguridad para sus ocupantes, con bajas motorizaciones, todo lo que contribuyó a que tuvieran un precio bajo.
Se le exigió menos impuestos a los autos de menos de 1000 cc de cilindrada bajo un supuesto de que son los que menos combustibles consumen, como para promover el bajo consumo sobre la base de una supuesta motivación de protección del medio ambiente.
Nada de lo que se ha hecho hasta ahora en materia de comercio automotor ha tenido en cuenta ninguna pauta de desarrollo sustentable ni de protección de la ciudadanía.
Dicen los que saben que contamina más un auto de motor pequeño que al subir una cuesta debe bajar cambios y andar a un régimen de revoluciones más elevado, que un auto con un motor más potente pero que venga equipado con catalizadores de los gases de escape.
La contaminación no debe preocupar por la cantidad de combustible que se quema, sino por la calidad de los gases de escape. Los vehículos deben venir con catalizadores y en los casos de gasoleros con filtro de partículas, para asegurar de que el transeúnte común no termine con un cáncer de pulmón solo de respirar el aire de la ciudad.
Recién para el año 2013 el gobierno reacciona y exige al comercio automotor la obligación de que los autos que se importen tengan doble airbag y frenos ABS, pero tarde. Desde 2002 hasta 2012 se introdujeron al Uruguay algo menos de 268.000 y su enorme mayoría sin esos elementos de seguridad. Encima debemos tener en cuenta que ha habido prorrogas a la entrada en vigencia de la ley que han permitido que se continúe ingresando vehículos al país sin estos elementos.
El precio que hemos pagado por la ausencia de política de comercio automotor ha sido la vida de unos 500 compatriotas por año, muertos en accidentes de tránsito, todos ellos evitables, y que serían muchos menos si hubiera menos autos circulando, y si los que circulen fuesen seguros.
La cantidad de autos importados desde 2002 hasta lo que va de 2016 está en el entorno de los 460.000.
Para ser más precisos, en nota del diario El País y en los informes de la UNASEV se obtiene el dato: la cifra de muertos por año desde 2010 a 2015 nunca bajó de 500. En el acumulado de muertos en accidentes de tránsito desde 2002 hasta lo que va del 2016 asciende a 6882 personas, un promedio de 491 muertos por año, o sea, 9 uruguayos muertos por semana. Solo en 2015, los muertos en accidentes de tránsito fueron 506, mientras que por homicidios 289, lo que hace que uno tenga más chances de morirse al cruzar la calle que en manos de un delincuente.
Al día de hoy, según el detalle del Parque Automotor que publica el SUCIVE tenemos un 968.000 autos y un millón doscientas mil motos en el Uruguay: entre autos y motos tenemos 2.170.200 vehíulos. Dos autos para cada 3 uruguayos (tomando 3.110.000 habitantes). Casi todo el mundo tiene un vehículo. De ese millón de autos, 148.000 son del año 1980 o anteriores. Los autos han ingresado al país a razón de 30.000 unidades anuales (2002 – 2015), pero los autos viejos no han sido dados de baja, siguen circulando. Es decir, tenemos autos viejos, en algunos casos vetustos, circulando junto con un montón de autos nuevos pero, en su mayoría, inseguros.
En el momento en que el país recién salía de la crisis, cuando todos éramos cautelosos y no teníamos la mira tan alta en cuanto a las posesiones materiales, era el momento adecuado para diseñar una política de comercio automotor mucho más adecuada.
En ese momento se debió exigir que los vehículos que ingresaran al país contaran con elementos de seguridad y protección de sus ocupantes, y de protección del medio ambiente, y definir una política fiscal que castigara al vehículo que no cumpliera con lo anterior o que no fuera eficiente. Esto no hubiera allanado el camino a tanto auto chico y poco seguro, y seguramente hubiera hecho que el crecimiento del parque automotor fuera más lento, para de esa manera, darle tiempo a las intendencias para planificar las ciudades.
El tema es que en Uruguay no nos animamos a medidas audaces y modernas. Por ejemplo, muy tímidamente se ha legislado acerca de avances (muy precarios aun) de elementos de seguridad de autos, cuando en 2006 ya se exigía la norma Euro IV en Europa. ¿Por qué no hicimos, en aquel momento, cuando se podía, que todos los autos tuvieran que venir con norma Euro IV?
Los beneficios de un crecimiento más moderado del parque automotor como consecuencia de mayores exigencias a los autos son, por lo menos, cinco:
·         Protección del medio ambiente.
·         Tiempo para que las intendencias planifiquen ese crecimiento para evitar los caos en los que vivimos hoy
·         Más usuarios disponibles para el transporte público, lo que hubiera permitido tener mayores ingresos para mantener el precio del boleto y mejorar el servicio.
·         Menos uruguayos muertos en accidentes de tránsito.
·         Posibilidad de fomentar el ahorro nacional y utilización del mismo para obra de infraestructura.
Sobre el interés individual y legítimo de cada individuo de tener auto debe primar la protección colectiva. Mueren 500 uruguayos por año por el caos que significa el parque automotor en Uruguay. Debimos poner el listón más alto y decir que no queríamos cualquier auto mientras fuera barato, sino que queríamos autos buenos y seguros, al precio que debiera ser.
Pero tenemos una mentalidad tan trasnochada y mediocre, que lo único que queríamos era auto a cualquier precio, y aplaudimos al gobierno que nos hizo eso posible.
Si el acceso a un vehículo no hubiese sido tan fácil, hoy habría menos autos, sin dudas. También habría más uruguayos, sin duda. Y el sistema de transporte tendría más usuarios; posiblemente tendríamos un boleto más barato, menos consumo global de combustibles, menos gastos de importación de petróleo y refinación, y emitiríamos menos gases de efecto invernadero.
Hubiéramos tenido la oportunidad de enseñarles a los uruguayos a ser cautos con su consumo, precavidos con el endeudamiento, y de darles posibilidades de invertir con su ahorro. Lo primero, porque muchos compran autos sacando préstamos bancarios para eso. En otro artículo voy a profundizar en el daño que le hace a una economía (tanto familiar como a nivel país) que la gente se endeude para consumir, puesto que esto provoca un nivel de consumo que no responde a una genuina capacidad de consumo, sino a la capacidad de endeudamiento, lo que genera un nivel de consumo inflado artificialmente. Ese nivel de consumo inflado artificialmente conduce a la oferta a aumentar su capacidad, para lo cual las empresas crecen rápida e ineficientemente, dada la holgura. Crean puestos de trabajo u otras ampliaciones que luego, en un ciclo de enlentecimiento de la economía, se deben recortar.
Pero por otro lado, ha faltado en Uruguay el fomento al ahorro familiar. Ahorrar es sumamente bueno y sano en una economía, porque el que ahorra se priva del consumo inmediato para consumir luego, y consumir mejor. El consumo pasa a reflejar una genuina capacidad y el crecimiento de la economía en esas circunstancias es más lento pero sustentable y duradero.
Ahora, hagamos un pequeño ejercicio matemático y monetario. Una familia logra juntar U$S 20.000. Tiene la opción de comprarme un auto 0km. Por ese valor, paga $22.000 de patente al año y de seguro total andan en los $40.000. En total, para tener el auto parado, por año, gastará $62.000, que con el dólar a $28,5 por dólar, se tiene USD 2.175 dólares por año de gastos. Por mes, a esta familia le tendría que sobrar USD 181 ($5.167).
O sea que si una familia logró juntar U$S 20.000 y decide comprar un auto 0km, se compra un gasto anual extra que debe poner de su bolsillo por U$S 2.175 para mantenerlo (sin contar los servicios y mantenimiento). Eso se llama costo de capital. U$S 2.175 es el costo anual de U$S 20.000 de capital invertidos en un auto.
Si en lugar de comprar un auto, esta familia invirtiera su dinero en algo que le ofrezca, digamos, 5% de interés efectivo anual, ganaría U$S 1.000 por año.
Entre tener que gastar U$S 2175 por año y ganar U$S 1.000 por año, la diferencia son U$S 3.175 anuales que se componen de esos U$S 2.175 que tenían para gastar y lo ahorrarían, más los intereses de la inversión.
En 6 años y tres meses volverían a hacer otros U$S 20.000.
Si fuéramos una sociedad sensata, en lugar de andar comprando tantos autos, podríamos darle nuestro dinero en préstamo al gobierno por un 5% de interés efectivo anual para que el gobierno haga el ferrocarril. De ahí que uno de los beneficios de haber planificado mejor el crecimiento del parque automotor y haber creado instrumentos para la colocación del ahorro nacional, hubiera sido el hecho de tener un país mucho más eficiente con mayores inversiones que nos aseguraran un futuro más venturoso.
El auto es el recurso más mal utilizado de todo el universo. Una persona que se compra un auto lo tiene apagado la mayor parte del día. Si lo usa para ir al trabajo y volver, y eso le insume hasta 1 hr por día, el resto de las 23 hs del día el auto queda apagado.
He dicho que al Uruguay ingresaron, desde 2002 hasta lo que va de 2016, una cantidad aproximada de 460.000 autos, que si hacemos precio y ponemos US$ 20.000 como precio promedio de cada auto, nos da que los uruguayos hemos malgastado U$S 9.200.000.000 (nueve mil doscientos millones de dólares). El Estado precisa solo U$S 1.000.000.000 (mil millones) para hacer el ferrocarril para que UPM concrete su segunda planta. Podría haberle ofrecido a los uruguayos pedirles prestado ese dinero y devolverlo con intereses, pero los uruguayos se han gastado más de nueve veces ese dinero en tener autos. Y no se los puede culpar. Durante años no ha habido negocios atractivos para colocar el dinero. Recién hace poco tiempo empezaron a surgir opciones como las obligaciones negociables de Conaprole, UTE, y las participaciones en los Parques Eólicos, pero poca cosa más.
Ahora, los invito a mirar nada más a qué situación nos ha traído la ausencia de planificación.
Prácticamente todos tienen un auto. La mayoría, de baja cilindrada y consumo, que por su bajo precio, también tributan poca patente y tienen seguro barato. Si alguien recorre hasta 15 km por día para ir y volver del trabajo en un auto de esos, lo que gasta de combustible es más barato que dos boletos urbanos. A su vez, quien recorre ida y vuelta 45 km por día desde alguno de los balnearios de la Ciudad de la Costa para trabajar en Montevideo, le resulta más barato hacerlo en su auto que dos boletos interdepartamentales.
Todo indica que vamos hacia un caos en el que cada uno saldrá con su auto, porque le conviene económicamente y porque puede, y el transporte público tendrá cada vez menos usuarios. En ese contexto, las únicas salidas son seguir subiendo el precio del boleto, reducir el personal abocado al servicio del transporte público, aumentar los subsidios, etc. Eso es a lo que se refieren cuando hablan de reestructura del sistema de transporte público. Reestructura siempre significa reducir puestos de trabajo, o no?
Todo por no haber planificado mejor la política de comercio automotor y transporte público mirando por el bien común y el interés general, con la mira alta, poniendo los objetivos adecuados en prioridad.
Y uno termina pensando que la ausencia de planificación fue intencional. Muchos miden la prosperidad por el hecho de haberse podido comprar un auto, y también miden así como bueno a un gobierno. Uno tras otro consultado me ha dicho que vota al Frente porque durante sus gobiernos pudieron comprarse el auto.
Que todos los que puedan se compren el auto, así nos siguen votando, o así podemos decir “con nosotros se pudieron comprar un auto. ¿Podían comprar un auto en los 90?”.
No cuentan los miles de uruguayos que han muerto en accidentes de tránsito en la última década. De última, los parientes de esos muertos no le echarán la culpa al gobierno de esa muerte, sino al “animal que venía conduciendo”.
El negocio es redondo en votos para el gobierno.
Pero si seguimos así vamos directo al caos. El tema es que corregir esto ahora será traumático y costoso. Los autos que ingresaron no van a salir. Cambiar las reglas de juego para la importación de vehículos poniéndoles más exigencias podría acabar con más de una empresa del rubro y dejar gente sin trabajo. Por eso esto se debió hacer antes, para que no ingresaran tantos autos tan baratos y no se empleara tanta gente en el rubro (gente que la economía la hubiera absorbido en otras áreas).
A su vez, incentivar a la gente a tomar el transporte público una vez que se acostumbraron a la comodidad de su auto y pueden pagarlo será costoso también, porque habría que bajar drásticamente el precio de boleto, para lo cual no hay margen.

La solución al caos al que nos acercamos va a ser dolorosa y costosa, pero va a tener que darse. Lamentablemente, la gente no sabe juzgar a sus gobernantes por si realmente hacen las cosas bien o por su competencia. La gente juzga a sus gobernantes si pudieron comprarse el auto. Así estamos. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario