Agradece tu escasez
La vida en el huerto del Edén era una maravilla. Había una única regla que cumplir: no comer el fruto de determinado árbol. Luego de esa regla, no había más nada de qué preocuparse. En el Edén no había ni maldad ni muerte. Así que imagínate que los alimentos que se cosechaban en ese huerto no se echaban a perder, había abundancia, las plantas no se morían, no había inclemencias del tiempo, no había plagas ni enfermedades. Los hombres vivían desnudos y no había malos pensamientos ni malas intenciones. En ese contexto, no tenían sentido ninguno de los conceptos que rigen la vida hoy en día, como por ejemplo propiedad privada o libertad.
Pero el pecado cambió todo. Comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal abrió la puerta a la muerte y al mal. Todo cambió a partir de ese momento.
Ahora los alimentos se echarían a perder y la escasez comienza a ser la regla. La tierra produciría espinas y cardos, las cosechas ya no serían abundantes. Ahora todo será trabajoso, porque el cuerpo humano ahora comenzará a morirse, y una de sus evidencias es el cansancio (cansancio que no había en Edén). Ahora, comer iba a ser trabajoso (con el sudor de tu rostro comerás el pan…). Ahora sí existe la maldad y las malas intenciones, así que ahora sí podría darse que un hombre quisiera quedarse con lo que cosechó otro hombre. Ahora sí, uno con fuerza querrá enseñorearse de uno más débil. Ahora sí tiene sentido delimitar la propiedad y defender lo propio. Nació el mundo tal cual lo conocemos hoy.
En este nuevo mundo, habrá inclemencias del tiempo. Ahora necesito ropa para cubrir mi cuerpo y una casa para almacenar mis bienes. Es en este momento donde nacen las relaciones de intercambio, en su forma más rudimentaria como lo fue el trueque: el que sabe construir una casa lo hará a cambio del alimento que producirá su cliente como forma de pago.
El pecado dio lugar a la economía. La economía es el arte de administrar la escasez. No hay administración o economía posible en un ambiente de abundancia, porque en tal ambiente, no hay que preocuparse ni tomar medidas, total, siempre hay. Pero en la vida, vivimos en escasez, por lo cual debemos aprender a administrar.
No vas a aprender a administrar cuando ganes mucho dinero. Se aprende a administrar en la escasez, para luego, cuando venga la abundancia, no la vayas a desperdiciar.
Recordarás la historia del hijo pródigo. Este joven tomó la abundante herencia que le dio su padre y la derrochó rápidamente, al punto de envidiar la comida de los chanchos. La solución a los problemas de tu vida no pasa por tener más dinero, sino por aprender a administrarlo.
Prosperidad no es tener cada vez más dinero, sino saber administrar el que él nos da.
Nosotros lo hacemos con nuestras hijas; desde pequeñas les enseñamos a administrar. A mis hijas les encanta el tomate cherry. Mi esposa les compra cada domingo en la feria, 20 tomates cherry a cada una. Llega a casa y coloca los tomates en dos vasos diferentes y les dice a ambas que esos tomates les tienen que durar hasta el domingo próximo cuando vaya a comprar más. Es responsabilidad de ellas contener sus deseos y no comerse todos los tomates sin control, porque nadie les va a comprar más tomates antes del domingo siguiente. Aun cuando nosotros, sus padres, tenemos posibilidades de comprarles más tomates a mitad de la semana si se les acaba, hemos decidido usar ese elemento para enseñarles a administrar, a tener dominio propio y paciencia.
Nadie aprende a administrar en situación de abundancia, sencillamente porque en esa situación no es necesario administrar. Se aprende a administrar en la escasez, para que cuando llegue la abundancia, la misma no se pierda.
Recuerda: sé fiel en lo poco y Dios te pondrá en lo mucho.
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