Entrada destacada

Desordenado y vacío

“Y la tierra estaba desordenada y vacía…” . Génesis 1:2. La Biblia dice que cuando Dios creó los cielos y la tierra, la tierra estaba d...

lunes, 13 de febrero de 2017

El que se cree perfecto

Estimados:
He estado reflexionando sobre el siguiente pasaje.
Le dijo Simón Pedro: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; mas me seguirás después. Le dijo Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti. Jesús le respondió: ¿Tu vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces.
Juan 13:36-38
Solía ser una persona (capaz que lo sigo siendo) parecida a Pedro. Siempre estuve convencido de que habían ciertas cosas que jamás haría. Del tipo de personas que abundan en expresiones del tipo “yo sería incapaz de ponerle una mano encima a mis hijos”, “jamás engañaría a mi esposa”, al igual que Pedro, cuando le aseguró a Jesús que daría la vida por él, que sería incapaz de negarlo. Este tipo de personas son las que se creen perfectas.
Pedro se creía perfecto; él estaba convencido de que sería incapaz de negar al Maestro. Se creía todopoderoso.
A mi también me pasó (¡joven e ingenuo, yo!) de creerme que estaba de alguna manera vacunado en contra de cometer ciertos errores o pecados. Muchas veces se oyen testimonios de personas que fueron rescatadas por Dios de los escenarios más bajos en los que el ser humano puede transcurrir y piensa que está tan lejos de eso; creemos que tenemos una suerte de inmunidad frente a algunos pecados.
Es por eso que el apóstol Pablo advierte: “Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga.” (1º Co. 10:12 LBLA). Pablo advierte esto porque cuando uno cree que nunca le pasarán ciertas cosas, inmediatamente baja la guardia, y queda expuesto a que le pasen esas cosas y más.
Muchas de las cosas acerca de las cuales me creía infalible me terminaron pasando.
La persona que se cree perfecta tiene ciertas características. Le cuesta amar y ser amada. Cuando comete un error, inmediatamente se autoflagela, se condena a si mismo por haber hecho lo que se suponía que jamás haría. Le cuesta perdonarse. Cree que debe pagar con un castigo doloroso el error cometido. Se llena de culpa. La culpa le duele, y cómo le duele, entonces rehúsa deshacerse de la misma, ya que ella le está haciendo sufrir y cree que sufriendo expiará el error. Es un concepto muy imbuido en nuestra cultura: el sufrimiento purifica.
Le pasó a Pedro. Frustrado luego de estar toda la noche intentado pescar sin éxito, Jesús (¿qué sabe de peces un carpintero?) le dice a Pedro (el experto empresario de la pesca): “salí a pescar ahora”. Pedro, cómo era de suponerse, en un principio se lo toma con escepticismo, y dice “pero Maestro, mirá que se pesca de noche”, pero inmediatamente reacciona ante quién es el que le está recomendando salir a pescar, y dice: “pero si tu me lo dices, entonces voy”.
Pedro accede a salir a pescar sólo porque Jesús se lo pidió, con muy pocas esperanzas, más bien esperando pescar poco o nada (como naturalmente debió pasar) cosa de volver y decirle a Jesús: “¿viste? No se pesca de día, ya estuve toda la noche pescando. Mirá que yo sé de esto, si es a lo que me he dedicado toda la vida”. Pero para su sorpresa, pescó en una sola tarde lo que le tomaría días o meses. Al volver, Jesús se le acerca, y Pedro rechaza ese acercamiento diciendo: “apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (Lucas 5).
El que se cree perfecto, al darse cuenta que cometió un error, además de odiarse a sí mismo por haberse equivocado, su siguiente reacción es sentirse indigno. Indigno de recibir un gesto de amor. Indigno de buscar a Dios y presentarse en su presencia. El que se cree perfecto, entonces, se la agarra con si mismo, y como consecuencia de eso, concluye que es indigno pero a su vez, inservible.
Esto también le pasó a Pedro, luego de negar a Jesús.
Todos sabemos que el acto de negar a Jesús generó en Pedro una angustia y vergüenza tan grande, que hace que este personaje desaparezca del relato bíblico de la pasión y crucifixión de Cristo. Desde el momento de la negación, hasta el “consumado es”, Pedro desaparece de todos los relatos. Se siente tan mal con su acción que se encierra en sí mismo y se aleja. Se siente indigno de permanecer al lado de nadie. Declina la posibilidad de recibir un gesto de amor, consuelo, compasión, o sostén. Desearía morirse por el error tan grande que cometió. Cree merecerse lo peor.
Recién luego de la resurrección de Jesús, Pedro reaparece en los relatos. Uno supondría que estando Jesús resucitado, es decir, la victoria materializada, deberían sobrar motivos de alegría y felicidad. El dolor de su crucifixión debía pasar. Ya fue. Ahora resucitó, venció, dejemos atrás lo ocurrido. Al final todo ocurrió como el propio Maestro lo anticipó, así que ahora sigamos adelante.
Pero el caso de Pedro es otro. Le era imposible estar feliz o contento. Seguía cargando con la culpa de la traición cometida, porque en el fondo Pedro sabía que su traición había sido peor que la de Judas, ya que éste nunca le prometió nada a Jesús, sin embargo él sí, le había prometido dar la vida por él y se acobardó. Le falló a Jesús y a él mismo, a su palabra empeñada.
Estando los discípulos reunidos, ya habiendo visto a Jesús resucitado (incluso habiendo ocurrido el episodio dónde Tomás le pide meter sus dedos en los agujeros de sus manos), Pedro fue incapaz de contener su dolor y su sentimiento de indignidad. Tampoco se sentía útil. Estando reunido junto con otros seis discípulos dice: “voy a pescar”.
La última vez que Pedro había salido a pescar con su barca fue en la pesca milagrosa que comenté algunos párrafos antes. Luego de esa ocasión, Jesús le dijo a Pedro que acabó su tiempo de pescador, sino que sería “pescador de hombres” y a partir de ese momento Pedro dejó todo para seguir a Jesús.
Esta actitud de volver a pescar, es un acto de volver a su vida anterior, a aquella vida antes de conocer a Jesús, dónde salía a pescar y vivía de eso, dónde hacía lo que sabía hacer, y para lo que cree que es útil. El pensamiento de Pedro, sumergido en la culpa y el dolor, decía: “jamás serviría para esto a lo que me llamó Jesús. Mirá nada más lo que hice. Lo negué. Si fui incapaz de dar mi vida por él cuando le prometí que lo haría, mirá si voy a servir para ser apóstol, predicador, líder de la iglesia. Yo voy a pescar, que es lo único que se hacer bien. Es para lo que sirvo”.
El diablo es muy acusador. Aprovecha tus errores para minar tu mente de pensamientos condenatorios:
·         Eres inservible para Dios
·         Eres un inútil
·         Mirá si te va a ir bien en el ministerio luego de lo que hiciste
·         Dios jamás usa pecadores como vos
·         Dios necesita gente muy espiritual en lugar de un tipo como vos
Nuevamente, al igual que en la pesca milagrosa anterior, los discípulos se pasaron toda la noche sin poder pescar nada. Los pensamientos de Pedro podemos imaginarlos: “bueno, ahora parece que hasta para esto tampoco sirvo”. Y nuevamente, en ese momento en que los discípulos se apartan, Jesús los busca. Dios siempre nos busca. Dios siempre toma la iniciativa para acercarse al hombre. Jesús aparece en escena y repite el milagro, vuelven a tener una pesca abundante.
Esta vez la actitud de Pedro cambia. En lugar de encerrarse en si mismo y alejarse, se lanza a los brazos del Maestro. Sabía que tenía una cuenta pendiente con él, impagable, por más que sufriera la culpa y el dolor el resto de su vida; era una deuda imposible de restituir.
Jesús también sabía que Pedro le debía una disculpa. Le prepara un escenario similar al que había la noche de la traición: una fogata. Pero lejos de recriminarle nada a Pedro, Jesús va al grano del asunto, a lo medular, a lo importante. Jesús jamás le reprocharía algo, sólo le importaba saber si Pedro aun lo amaba. Eso es todo lo necesario: el amor. Si Pedro aun amaba al Maestro, entonces eso era todo lo necesario para que emprendiera la misión dada por él: que fuera pastor de sus ovejas (Juan 21).
¿Por qué Jesús le preguntó si aun lo amaba? En todo caso diríamos que Pedro se odiaba a sí mismo, pero carecía de motivos para no amar a Jesús. El tema es que si no podemos amarnos y perdonarnos a nosotros mismos, tampoco podemos amar a los demás.
Juan, el apóstol del amor, en su primera epístola nos habla consejos, y nos pide que tengamos amor, que andemos en luz, y nos dice:
Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.
1º Juan 2:1
De nada vale autoflagelarse con la culpa, infrigirse a uno mismo un dolor con fines purgatorios. Dios nos pide que dediquemos nuestra vida a amarle. Él sabe que somos pecadores y que cometeremos errores, por eso tenemos a Jesucristo.
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
1º Juan 1:9
Lo importantes es buscar a Dios, porque la acción más típica del ser humano es alejarse de Dios. Le pasó a Adán. Luego de comer del fruto prohibido, cuando vio que Dios estaba presente en el jardín, se escondió. Es Dios quién le busca y le pregunta por qué se esconde.
Dios jamás nos busca para condenarnos. Ninguna condenación hay para los que estamos en Cristo Jesús (Romanos 8). Dios nos busca porqué nos ama, y quiere que estemos bien con Él. En caso contrario, en lugar de buscarnos, nos hubiera dejado librados a nuestra suerte.
De modo que para concluir, quisiera decirte que nunca bajes la guardia. Jamás creas que estás libre de cometer ningún error. Por más años que lleves de cristiano, o de ministerio, por más elevado espiritualmente que estés (o creas que estás), debes estar atento para evitar caer. Pero si caes, es un error creer que todo está acabado. Si amas a Dios, Él da oportunidades. A Dios no le interesa perderte ni que te pierdas. Dios te ama.

En el siguiente link te dejo una canción.
https://www.youtube.com/watch?v=7rlFX97nErc
Es del poeta, pastor, compositor y músico español Marcos Vidal. Está inspirada en Pedro, su negación y posterior reencuentro con Jesús. Espero que la disfrutes y que el Señor continúe bendiciéndote.

No hay comentarios:

Publicar un comentario