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jueves, 6 de julio de 2017

Los cristianos somos conservadores

Los cristianos creemos que somos criaturas de Dios: fuimos hechos por Él.
La idea de Dios y sus normas no son construcción humana. Creemos que Dios nos creó y se nos reveló, y dicha revelación es la que ha quedado recogida en los textos sagrados que han sido recopilados en La Biblia. Cualquier otro texto, por antiguo que sea, y sin importar su origen, que se contradiga con La Biblia, no será considerado por nosotros como de inspiración divina.
Hebreos 1:1-2: "DIOS, habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo á los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo"
Como criaturas que somos, creemos que Nuestro Creador tiene algo para decirnos acerca de la verdad de nosotros y del mundo que nos rodea. Él nos creó y, por tanto, nos conoce mejor que nosotros a nosotros mismo.
Salmos 100:3: "Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos"
Reconocer que Dios existe es reconocer que Él nos hizo. Si nos hizo, sabe para qué nos hizo, para qué propósito estamos en este mundo, y sabe para qué cosa nos diseñó. Cada cosa que hizo en nuestra vida lo hizo con un propósito; no hizo nada al azar.
Entre las cosas que Nuestro Creador tiene para decirnos, está un código de normas morales mediante las cuales debemos conducir nuestra vida, ya que según Él, eso es para nuestro bien.
No podemos adorar a otro Dios, ni venerar objetos materiales, o tomar el nombre de Dios en vano. Debemos descansar un día a la semana y respetar a los padres. No podemos robar, matar, adulterar, calumniar ni codiciar lo que no es nuestro.
Este código de normas morales ha sido así desde la creación, lo es hoy, y lo seguirá siendo. En ese sentido tenemos que ser claros: nuestro código de normas no se puede modificar, porque no es invento nuestro, sino que nos fue dado por Dios. Es decir, en cuanto a estos aspectos, el cristianismo es esencialmente conservador. Dígase claramente: NO SOMOS PROGRESISTAS en el campo de las ideas morales. ¿Por qué? Por lo dicho: no es una construcción nuestra, nos vino dado. Si Dios no lo cambia, nosotros no lo podemos cambiar. Y Dios no cambia.
Cuando Dios hizo a la humanidad, varón y hembra los creó para que dejando el hombre a su padre y madre, se una a su mujer y sean una sola carne. El diseño de la institución familiar de Dios es clara y no da a lugar a más de una interpretación: la familia es esa institución creada por un hombre y una mujer que han resuelto unir sus vidas con el propósito de ser fructíferos y reproducirse.
Cuando Dios hace al hombre ve que sólo no va a poder cumplir su propósito. Por eso decide hacerle una ayuda idónea. El término "ayuda idónea" ha dado a lugar a interpretaciones tan erróneas como malintencionadas. No es un ayudante lo que Dios hizo cuando hizo a la mujer. Lo que Dios hizo fue el complemento sin el cual el hombre sería absolutamente incapaz de cumplir con su propósito.
Es más, la materia prima de la que está hecho el hombre es el polvo de la tierra, mientras que la mujer es hecha la costilla del hombre. El hombre parte de lo inorgánico, la mujer parte de una pieza orgánica. Es mejor la materia prima de la mujer que la del hombre.
La mujer es superior al hombre, sin dudas. Por eso, la serpiente busca engañar a la mujer para hacer caer al hombre, ya que al revés no hubiera resultado: el hombre no hubiera sido capaz de hacer caer a la mujer.
Y es ahí, cuando Dios hace a la mujer, que crea el concepto de sexualidad. De hecho, si fuera solo por el hombre, no hay sentido para el concepto de sexualidad: es solo hombre. Pero Dios hace un ser distinto y complementario, y crea la idea de sexualidad. Podría haber hecho a otro hombre para que fuera la ayuda idónea del primer hombre, pero no. No hizo a un compañero, a un amigo, a un ayudante, a un cadete. Hizo a un ser nuevo, diferente, complementario y, entre otras cosas, lo hizo con los genitales complementarios a los del hombre. ¿Con qué objeto?
Dios dice: "no es bueno que el hombre esté solo". La presencia de la mujer viene a llenar una necesidad primordial: la de la compañía. La sexualidad tiene, por ende, como principal objetivo el factor unitivo. Viene a unir, a fortalecer y consolidar el vínculo matrimonial.
Luego Dios bendice a la pareja y les dice: "sean fructíferos y multiplíquense". El mismo instrumento que Dios les dio para unirse, es el que les va a permitir reproducirse.
La unión física se logra cuando se concreta el coito pene-vagina, que es como naturalmente fue diseñado. De hecho, la vagina tiene una arquitectura muscular adecuada para el coito y el parto, no así un esfínter. Los genitales masculinos y femeninos son complementarios entre ellos, y no unos consigo mismos. De hecho, naturalmente dos hombres o dos mujeres no pueden reproducirse. Todas son evidencias de cómo Dios diseñó las cosas, y para qué las diseñó así.
El diseño de Dios para la familia, por tanto, es claro. Y el ejercicio de la sexualidad también. Cualquier otro ejercicio cae fuera del diseño divino, y esto abarca desde el sexo en una pareja heterosexual no casada, hasta el sexo homosexual. Ni que hablar el sexo entre más de dos personas.
Estas normas de conducta en cuanto a lo sexual, nuevamente, no son construcción humana, sino que son dadas por el Creador. Él es Dios, sabe más que nosotros, y sabe porqué nos creó de la manera que nos creó, y sabe qué es lo mejor para nosotros.
Ahora, esto es válido para aquellas personas que reconocen a Dios como Creador y que se reconocen a sí mismas como criaturas de este ser superior. Y dicho reconocimiento necesariamente tiene que ser el fruto de una decisión personal y libre. Quienes no reconocen que hay un Creador han desarrollado sus propias ideas que son muy respetables, aunque no podemos compartirlas.
Dios crea al hombre y le otorga el libre albedrío, es decir, la libertad de elegir. A Dios no le sirve que una persona le siga porque no tiene otra opción. De hecho, cuando crea a Adán y Eva les muestra el jardín que les había hecho y les dice: "todo esto lo hice para ustedes, porque los amo. No se alejen de mi". Pero, ¿cómo sería posible para el hombre rechazar a Dios, o alejarse de Él? Dios necesitaba asegurarse de que hubiese una vía para rechazarlo, a efectos de que la adhesión del hombre sea realmente una decisión voluntaria y no la consecuencia de la falta de alternativas. Para eso pone el árbol de la ciencia del bien y el mal.
Así como Adán y Eva decidieron rechazar a Dios, de la misma manera nosotros tenemos la opción: o nos acercamos a Nuestro Creador, o le rechazamos. La decisión es nuestra y debe respetarse.

"(...) os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, (...)".
Deuteronomio 30:19 
Para quienes hemos resuelto adherir a Nuestro Creador, adoptamos sus normas libre y voluntariamente. Si tal adhesión no es libre y voluntaria, si no es el fruto de la conclusión de un proceso de análisis y examen, no es genuino; no tiene validez. Por tanto, siempre en el marco del respeto a los demás por sus decisiones libres y voluntarias, no podemos cambiar nuestras normas (porque, repito, no son nuestras, son de Él) ni tampoco podemos promover normas contrarias.
Como corolario de lo anterior, es absolutamente dable esperar que hayan hombres que, revelándose contra su condición de criaturas y negando la existencia del Creador, no hayan querido aceptar este código de normas dado por la Divinidad, sino que han querido construir el suyo propio.
¿Cuál es el problema? Ninguno. Las sociedades, a lo largo de la historia, han construido sus propios códigos de normas recogiendo lo que para la sociedad son actitudes aceptables e inaceptables, de acuerdo a cada momento histórico. Como toda construcción humana, es pasible de revisaciones y adaptaciones. En la medida en que las sociedades van adaptando nuevas costumbres, valores, y conductas, van modificando sus códigos de normas para contemplarlas.
De hecho, cuando Friedrich Nietzsche parte de la base de que Dios está muerto, propone que no muere solo, sino que con su muerte se muere todo lo creado por Él, en especial, su cuerpo de normas (no demuestra que Dios está muerto, lo asume como cierto. No argumenta a favor del ateísmo, sino desde el ateísmo. De hecho, luego hace la aclaracion de que no es que Dios haya muerto, sino que nunca existió).
Así que con Dios muerto, nada define quién soy, así que esa es tarea para nosotros. La muerte de Dios nos hace libres de convertirnos nosotros mismos en dioses. Esa suerte de liberación de las normas morales que Dios nos imponía debería conducirnos, según Nietzsche, a la felicidad, ya que somos libres de vivir como nos plazca, es decir, según el conjunto de reglas que nosotros nos hemos creado para nosotros mismos.
En este punto, el lector me disculpará si hago un paréntesis para introducir una pequeña e inocente falacia ad hominen: el testimonio de vida de Nietzsche no parece confirmar sus ideas: sobre el final de su vida sufrió un colapso mental que lo condujo a la demencia y vivió en la locura sus últimos 10 años de vida.
No hay nada de malo en que una sociedad como la uruguaya haya recogido en su normativa un aspecto de la vida de las personas que está ampliamente aceptado, como lo es el matrimonio igualitario. No veo nada de malo en eso, porque como lo expresé, los códigos de conductas de una sociedad suelen ser revisados y ser actualizados para acompasarse a los usos y costumbres vigentes.
Lo que no puede pretenderse es que los cristianos promovamos estas conductas que son claramente contrarias a nuestro código. Respetamos las decisiones libres y voluntarias de todos los seres humanos, pero en aquellas decisiones que no compartimos, no se puede pretender que, además, las tengamos que promover. Por lo tanto, es el corolario más lógico que un parlamentario cristiano vote en contra de la ley de matrimonio igualitario, ya que es su deber expresar con su voto cuál es su pensamiento, y representar en esa acción a sus electores. De la misma manera, es lo más esperable que un político de convicciones cristianas se exprese de forma desfavorable a estas nuevas normas, y que haga público su deseo de que algún día las mismas se revisen.
¿Acaso esto debe ser tomado como que los cristianos estamos en contra de las personas homosexuales? De ninguna manera. Nosotros nunca estamos en contra de personas. Nosotros nada más no compartimos determinadas conductas, pero nunca estamos en contra de personas.
¿Qué ocurre si un homosexual se acerca a una iglesia? Voy a responder con un ejemplo distinto al que me plantea la pregunta. Supongamos que a una iglesia concurre un hombre cisgénero heterosexual casado pero alto mujeriego, con tal suerte que mujer que se le cruza, se le acuesta. Esa persona se va a acercar a la iglesia y lo que nosotros le vamos a enseñar es lo que enseña la Biblia: mire, hermano, Dios no lo hizo para que usted se ande acostando con cuanta mujer se le cruce, sino que Dios lo hizo para que usted elija una mujer y se acueste sólo con esa y forme (y conserve) su familia. Ante este planteo (el único planteo que podemos hacer) el hombre podrá responder de dos maneras:
1.-reconoce que efectivamente necesita cambiar su conducta para, de esa manera, reconocer a Dios. Libre y voluntariamente, decide que quiere que su vida se rija por las normas de Dios, porque lo considera Su Creador. Ante eso, la iglesia le ayudará a que logre su deseo de cambiar su conducta (y le dé un poco de respiro a las mujeres del barrio).
2.- rechaza el planteo apoyado en la razón de que quiere disfrutar la vida y las mujeres mientras pueda. Pues bien, en ese caso, ha hecho su elección, será lo más feliz que pueda. Por acá, amigos como siempre.
¿En caso de que decida rechazar la opción de cambiar y adecuar su conducta, se le prohíbe el acercamiento a la iglesia? De ninguna manera, pero se nos hace que el pobre hombre se va a sentir un pelín incómodo concurriendo asiduamente a un lugar dónde se enseña que lo que él hace está mal.
Ahora sí podemos ir al caso del homosexual. Si una persona homosexual se acerca a una iglesia, es deber de una iglesia enseñarle que Dios no lo hizo para que se acueste con una persona que comparta su mismo sexo biológico, sino para que forme una familia con una persona del otro sexo biológico. Ante eso, esta persona tendrá las mismas dos opciones que en el caso anterior. 
La eventual decisión de un homosexual de querer dejar esa conducta, como todas las decisiones de esta índole, si es tomada libre y voluntariamente, podrá contar con la ayuda de una comunidad cristiana para poder llevarse a cabo. Y como todo cambio de conductas, llevará su proceso. Fácil sería cambiar la conducta de una persona metiéndola en un cuartito y haciéndole un par de rituales.
¿Es la homosexualidad una enfermedad? Qué se yo. Si bien hasta hace 45 años atrás era considerada una parafilia, yo cara de médico no tengo para andar catalogando las cosas como enfermedad o no. Sí se puede afirmar que es una conducta que se sale de los parámetros de las normas cristianas. Y por eso mismo, en términos más generales, me inclino a pensar que un comportamiento socialmente anómalo (en este caso desde el punto de vista religioso) que puede generar conflicto entre el individuo y la sociedad, no parece que pueda ser considerado un trastorno mental, salvo que esté relacionado con alguna disfunción del individuo.
Como sea, no tiene nada de malo que una persona quiera, libre y voluntariamente, cambiar una conducta, ¿o sí?
¿No puede Dios aceptar que dos personas se amen, aunque sean del mismo sexo? Por supuesto que puede aceptar que se amen. Nada más que no se acuesten juntos.
A lo largo de la historia, las distintas expresiones religiosas vinculadas al cristianismo han evolucionado en un montón de aspectos, pero nunca en cuánto al código de conducta moral. Podemos estar abiertos a ser progresistas en cualquier ámbito, pero menos en el de la moral. Y esto es un mensaje especialmente dedicado para las personas que se definen como cristianas y que coquetean políticamente con la izquierda.
Las izquierdas políticas son organizaciones esencialmente progresistas, en el sentido de que están todo el tiempo analizando cómo pueden hacer evolucionar la sociedad y sus leyes hacia nuevos modelos que sean el fruto de una construcción colectiva que, como tal, será cambiante y evolucionante en la medida en que pasa el tiempo. La izquierda no se conforma con que un modelo permanezca mucho tiempo por inercia (statu quo) o por resistencia de grupos interesados. En ese sentido, el campo de las modificaciones a promover incluye la moral.
Nosotros los cristianos tenemos que ser claros en esto: no somos progresistas en términos de las normas morales, sino conservadores. Y como entendemos que la mejor sociedad en la que se puede vivir es una sociedad que adopta las normas de nuestra moral, trabajamos y promovemos ese fin. Por tanto, si alguien nos señala indicando nuestro carácter conservador y nuestra pretensión de restaurar las normas a su estado anterior (cuando estaban más acordes a las normas divinas), tiene razón, y no hay porque avergonzarse de tal señalamiento. En el plano de las normas morales somos conservadores y restauradores. Si ser conservador y tener pretensiones restauradoras es lo que se etiqueta con el rótulo de derecha, pues que cada uno sea feliz rotulándonos como más le plazca. ¿Puede, entonces, un individuo con profundas convicciones cristianas conformar un grupo político con un partido de izquierda? (¡Hola PDC!).
Desde la izquierda se está continuamente analizando y cuestionando todo paradigma para revaluarlo y adaptarlo a los usos y costumbres de la sociedad o a un nuevo paradigma que se entiende que promoverá el desarrollo de la misma. Es por eso que desde la izquierda han surgido siempre las ideas de contemplar en la legislación civil las formas en que las personas se vinculan, y en el primer período de gobierno del Frente Amplio apareció la "unión concubinaria" (Ley 18.246 del 27 de diciembre de 2007), y más acá en el tiempo, el matrimonio igualitario (ley 19.075 y 19.119 de agosto 2013). En suma, es la izquierda la que está siempre cambiando, adaptándose, puesto que la izquierda cree en la construcción colectiva de todo, y de las normas morales también.
Cree en la construcción colectiva de todo y en el cambio constante y en la búsqueda de mejores paradigmas para la sociedad, pero no lo aplica en todo. En materia económica es especialmente conservadora. Para muestra de ello, cabe señalar que en 12 años de gobierno frenteamplista, el presupuesto nacional sigue quedando acotado al superavit primario. Esto es lo que todos los gobiernos de todos los signos han hecho (y por lo visto seguirán haciendo) siempre. El superavit primario es el dinero que sobra luego de que a los ingresos del Estado se le restan los servicios de deuda. Es decir, el Estado primero asegura el pago a los acreedores, y recién con lo que le sobra planifica cómo atiende seguridad social, salud, educación, seguridad, etc.
Ustedes lo ven. La discusión es siempre acerca de los recursos limitados para esas áreas, pero nunca usted va a ver un anuncio o referencia del gobierno de que la plata no alcanza para pagar los servicios de deuda. Para eso siempre hay. Es la prioridad. Ha sido siempre así. Son conservadores.
Aquel discurso del Cr. Astori en recordada entrevista al programa Prioridad en el año 1989 (con los periodistas Barret Puig y Omar Defeo) en el que señalaba que en cuanto al manejo de la deuda externa había que tomar decisiones más soberanas, ha quedado solo en eso. En discurso.
El lector me permitirá una segunda disgreción para agregar entre paréntesis un fragmento del discurso de Wilson Ferreira de fecha 10 de setiembre de 1985, con motivo del homenaje al general Aparicio Saravia en Santa Clara del Olimar: "(...) así como los individuos tienen mínimos por debajo de los cuales no se les puede detraer un centésimo, porque por debajo de ello no pueden vivir, es un mínimo vital, es lo mínimo que necesita una familia para sobrevivir, nuestro país no vive sin menos de 800 u 850 millones de dólares. Y entonces nosotros decimos que el Uruguay tiene que tener la dignidad de afirmar que por debajo de eso no pagamos nada. Nosotros no estamos dispuestos a pagar un solo centavo de lo que el país necesita indispensablemente para sobrevivir. Fíjense que aquí está encerrado un poco el problema mismo, porque estamos diciendo a los acreedores: <<Señores, si quieren cobrar, compren, si quieren cobrar, no cierren sus fronteras a los productos uruguayos, si quieren cobrar cesen su absurdo proteccionismo>>". (Fuente: Biografía de Wilson: Una comunidad espiritual. Carlos Luppi. Editorial Sudamericana, 2008. Págs. 359-360). Lástima que no tuvimos oportunidad de ver si Wilson hubiera cumplido.
Retomando, y para finalizar. Queda claro que no hay comunidad política que sea puramente de izquierda o de derecha. El Frente Amplio ha demostrado ser muy de izquierda para unas cosas y muy conservador para otras. De la misma manera, no debe haber prurito en reconocer que los cristianos somos conservadores en cuanto a las normas de conducta, pero estamos absolutamente abiertos a ser progresistas en cualquier otro aspecto.
En este sentido, no parece lógico que personas con convicción cristiana acumulen fuerzas (léase votos) con grupos políticos que tienen como fin la revisación y el cambio de cosas que para nosotros son sagradas e inmutables.
Recientemente, en entrevista con el semanario Brecha (cuya reproducción parcial puede leerse aquí) el Dr. Álvaro Vázquez Delgado, hijo del presidente y reconocido católico, se expresó en un sentido que hizo saltar la térmica a toda la izquierda nacional. Sus declaraciones señalando su postura acerca de los temas que están en debate y que integran la llamada "Nueva Agenda de Derechos" hicieron reaccionar hasta a su propio partido, el Partido Demócrata Cristiano, que emitió la siguiente declaración vía Twitter:

Fuente: https://twitter.com/PDC808UY/status/880831097973739520
Más tarde, por si a alguno le quedaba alguna duda, el presidente del PDC, Jorge Rodríguez, dijo que su partido asume una perspectiva humanística de la política.
Mientras que el humanismo es una doctrina que tiene como centro al hombre, el cristianismo es una doctrina que tiene como centro a Dios. En algún punto se tiene que dar el conflicto, y en este caso es evidente. Habría que discutir hasta dónde parece razonable acumular políticamente con una fuerza política que en lo fundamental pretende dirigirse en sentido contrario a nuestros postualdos.
Creemos que Dios se reveló a los hombres mediante las sagradas escrituras y que Dios es inmutable. No cambia, y por ende, nosotros no podemos (por mucho que quisieramos contemplar a todos) cambiar los mandamientos y los diseños de Dios. El modelo de familia y la sexualidad, para el cristiano, es uno y solo uno.
Cualquier doctrina que tome la base del cristianismo y la modifique en algún punto, ya no será cristianismo. Será alguna otra cosa nueva, muy respetable como todas las corrientes de pensamiento, pero no será cristianismo. Predicarán a un dios, pero que no es Nuestro Dios, sino uno distinto, producto de la construcción de un colectivo, muy respetable y que lo hace con todo su derecho.
Reitero, son muy respetables todas las doctrinas y las formas de pensar, pero los cristianos tenemos claras indicaciones, de las que no podemos salirnos.
"Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracias de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas aun si nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema".
Gálatas 1:6-9
No es que tengamos mala voluntad, o que no aceptemos a las personas tal como son. De hecho, sí aceptamos a cada uno tal como es. El tema es que nosotros nos concebimos a nosotros mismos como criaturas de un Creador. Por lo tanto, no construimos nuestras normas, las hemos recibido. Al que no le guste las normas, vaya y arréglese con el que las hizo. Nosotros simplemente las aceptamos, las promovemos y hacemos nuestro mayor esfuerzo por honrarlas (y siempre le erramos en alguna, porque si hay algo que nos iguala a todos es el pecado).

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