"Entre el dolor y la nada, prefiero el dolor".
William Faulkner
Jesús es más que un líder al que uno quisiera imitar, dado que los líderes que la humanidad ha tenido siempre han sido personas que han mostrado muchos atributos dignos de admiración, pero también cosas no tan admirables pero que son inevitables dada su condición humana.
En Jesucristo encontramos la perfección: la persona a la cuál imitar en todo. La Biblia nos dice que en Jesús habita la plenitud.
Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad,
Colosenses 2:9 (RVR1960)
Jesús mismo nos dijo:
Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.
Juan 13:15 (RVR1960)
Y finalmente, el apóstol Pablo declara:
Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.
1 Corintios 11:1 (RVR1960)
A continuación se presentan cinco aspectos a tener en cuenta en toda persona que anhele ser imitador de Jesús, es decir, que quiera ser como él.
Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.
Mateo 3:13-17
1.- Humildad.
Jesús, siendo que no tenía pecado del cual arrepentirse, se dejó bautizar humildemente, como siendo uno más. Aun cuando Jesús sabía quién era, no andaba reluciendo su condición frente a los demás. No hacía alarde de sus méritos.
Son todos ejemplos de lo contrario a la humildad.
- Personas que al concurrir a la iglesia pretenden que sólo el pastor oren por ellas, sino como que la oración no vale.
- O que dicen: “que mal, el pastor no oró por mí, y mandó a fulanito a que me ore”.
- Personas que teniendo una larga trayectoria como cristianos no aceptan solicitudes de servicio en tareas aparentemente de menor jerarquía (como portería, limpieza, etc).
- Gente solamente dispuesta a servir en lo que ellos quieren y en lo que a ellos les gusta.
Jesús pudo hacerse atar los cordones de sus zapatos por Juan, pero en su lugar, decidió ser bautizado por Juan
2.- Sometimiento al orden divino.
El orden divino indicaba que Juan era el Bautista, es decir, el que bautizaba. Todos los demás se bautizaban. Jesús no da inicio a su ministerio sino hasta bautizarse. El ministerio de Juan era bautizar, y para que ese ministerio tuviese reconocimiento público, hasta el mismo Mesías se hizo bautizar por Juan. Por eso dice: conviene que cumplamos toda justicia. Es decir, las cosas se deben hacer como se deben hacer. En su orden. En el orden que Dios dispuso. Por eso otra versión dice: “Así debe hacerse, porque tenemos que cumplir con todo lo que Dios exige” (NTV).
3.- Obediencia.
Jesús no se dejó llevar ni por las emociones ni por las razones de Juan. Cuando se trata de ser obedientes al Señor, no nos dejamos llevar por las emociones ni las razones de los demás. Jesús habría de ser bautizado y así sería hecho.
Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo.
Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, En sus manos te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.
Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás.
El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían.
Mateo 4:1-11
Noten una curiosidad. Jesús no reprende ni echa fuera al diablo en ese momento de la tentación, sino que lo vence con la obediencia.
- El diablo lo tienta con cortar el ayuno, pero Él obedece.
- El diablo lo tienta a Jesús para que cometa una acción temeraria e irresponsable a ver si Dios lo iba a venir a ayudar (tentar a Dios, o poner a prueba a Dios) pero Jesús obedece: no pone a prueba a Dios.
- El diablo lo tienta a Jesús pidiéndole que lo adore, pero Jesús obedece: solo adora a Dios. No importa lo que el otro ofrezca (aquí aclaro que el diablo no es dueño de nada).
Jesús venció al diablo con obediencia. Pero la obediencia no es gratis. Nos impone un precio a pagar. El dolor es, en muchos casos, el precio de obedecer. Hablando de Jesús, el autor de la epístola a los hebreos dice:
Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia;
Hebreos 5:8
Es decir: Jesús aprendió lo que cuesta obedecer. Obedecer no es gratis. Cuesta. Fijémonos nada más que por obediencia Jesús no cortó el ayuno. No la pasó bien Jesús mientras fue tentado, pero resistió el dolor, lo enfrentó, no quiso escapar de él.
4.- Servicio
Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas (El Evangelio de Mateo nos dice que este hombre era escriba). Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza. Y dijo a otro: Sígueme. Él le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios. Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.
Lucas 9:57 – 62
Este pasaje nos muestra personas que se embalan y se ofrecen a servir al Señor. Resulta llamativo que Jesús, el mismo que dijo “al que a mi viene no le echo fuera”, ponga freno al ímpetu con el que estos tres personajes vienen a ofrecerse. Y si lo hizo, es porque algo nos quiso enseñar. Un criterio nos quiso dejar.
4.1.- Cristo debe ser el centro. No puede haber algo que esté primero antes que Cristo en nuestras vidas, sino que nuestras vidas deben ser organizadas con Cristo en el centro. No puede ser que haya siempre algo en nuestras vidas que esté antes que Cristo. Si no es un velorio, son parientes que vinieron de visita a casa, etc., etc., etc.
4.2.- Servir implica asumir riesgos. Si no estás dispuesto a arriesgarte, no podés servir. Eso es lo que dice al decir: “Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza”. Dejar todo para servir a Jesús implica confianza plena y absoluta en su provisión, y no en seguridades materiales.
4.3.- Acomoda tu vida para poder servir. Muchas veces nuestras vidas nos ofrecen un contexto poco favorable para el servicio. No era ilegítimo querer darle digna sepultura a un padre, o atender a las personas que vienen a casa. Lo que Jesús está diciendo es que muchas veces nuestra situación personal, familiar, laboral, etc., no nos permite entregarnos por enteros al servicio. Cuando Jesús dice “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”, no solamente está diciendo que no somos aptos para el Reino si vamos a estar anhelando nuestra vida anterior, nuestro viejo hombre, nuestras anteriores costumbres y vicios. También nos está diciendo que si vamos a tomar el arado y vamos a estar constantemente mirando para atrás, hacia dónde está nuestra casa, porque tenemos que estar pendientes de asuntos personales que aun no tenemos resueltos que nos van a robar atención, dedicación, que nos van a distraer, no estamos aptos aun.
Tenemos que tener sabiduría. Si vamos a servir al Señor tenemos que ofrecernos a servir en aquellas tareas que sabemos que vamos a poder dedicarle nuestro mejor esfuerzo. Si aceptamos un montón de tareas y las terminamos atendiendo a todas “a medias”, no estaría sirviendo.
Pero esto no es excusa para no servir nunca. No es válido dejar nuestras situaciones personales incambiadas y tenerlas como excusa para no servir, sino que el mensaje que Jesús nos dice es “arregla tu vida personal primero, si quieres servirme”. Pero, ¡hazlo! No hace falta aclarar esto si es que el lector es una persona con amor por Dios y, por ende, deseos fervientes de servirle, pero nunca está de más.
5.- Amar como él ama.
Cuando supimos que Julieta venía en camino, comenzamos a trabajar en el dormitorio que la recibiría. Mi tío pintó un mural en la pared. Luego, junto con el “Tata”, lo enmarcamos en madera y le pusimos unas luces tenues que alumbraran desde arriba. Pusimos un par de repisas para los peluches y restauramos una vieja cómoda.
Estaba todo listo. Nos detuvimos a observar la obra de nuestras manos, la que hicimos para esperar a nuestra hija, cómo diciéndole: “está todo pronto, Julieta. Te estamos esperando. Vení cuando quieras. Todo esto hicimos para esperarte, porque te amamos”.
De la misma manera, Dios hizo los cielos y la tierra, formó el paraíso, y luego puso al hombre. Nos demuestra su amor con la creación, con la naturaleza que nos rodea, toda obra de Dios para nosotros.
Dios no solo hizo primero todo el entorno dónde pondría al hombre como una muestra de su amor, sino que Dios hizo al hombre aun sabiendo lo que le iba a costar. Dios sabía que era una posibilidad cierta que el hombre eligiera el pecado y para eso, aun antes de crear al hombre, Dios diseñó el camino de regreso a Él (el sacrificio de Cristo).
por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,
Romanos 3:23
Si el hombre pecaba, quedaba definitivamente alejado de Dios. Pero Dios no hizo al hombre para perderlo. De alguna manera necesitaba establecer un camino de regreso para recuperar al hombre.
Por lo tanto, Dios hizo al hombre aun sabiendo que esa creación le costaría la vida a su hijo Jesucristo.
Piensa. ¿Serías capaz de hacer algo que de antemano sabes que le va a costar la vida de tu hijo?
Esa es la dimensión del amor de Dios para nosotros.
1º Juan 4:19
Definitivamente, Dios nos amó primero, antes de crearnos. Tanto nos amó que no solo nos hizo un mundo precioso para vivir, sino que previó la posibilidad de que nos apartáramos de él y estableció el camino de regreso.
Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
Romanos 5:7-8
Y esta reflexión nos da pie a introducir el aspecto más sensible de este punto. El amor implica, necesaria e ineludiblemente, dolor.
El amor que Dios nos tenía, aun antes de hacernos, no pudo desligarse del dolor de tener que entregar a su Hijo.
Ocurre que el ser humano juega una carrera contra el dolor y contra el sufrimiento. Como consecuencia, nos cerramos al amor.
El amor implica dolor. Y necesitamos saber manejar el dolor. Un hijo, si no se comporta adecuadamente, nos puede generar dolor. No tener hijos nos evitaría ese dolor. Pero, ¿a qué precio nos evitamos ese dolor? Al precio de renunciar a la dicha de ser padres.
Una relación de pareja que termina mal nos generará dolor. Para evitar ese dolor, podríamos nunca más intentar una nueva relación de pareja. Pero, ¿a qué precio nos evitamos ese dolor? Al precio de renunciar al amor.
Si corremos en la vida huyendo del dolor al final terminaremos eliminando al amor.
Prefiero amar como Él amó sabiendo que eso trae una inevitable dosis de dolor, que vivir una vida vacía por evitar el dolor.
Porque a ustedes se les ha concedido no sólo creer en Cristo, sino también sufrir por él.
Filipenses 1:29
Cuánto más me cierro en mí mismo para evitar el dolor, más me alejo de Dios y de la gente.
El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.
1º Juan 4:8
Tenemos que aprender a manejar el dolor.
Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, 3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.
Santiago 1:2-3.
Y no sólo en esto, sino también en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza.
Romanos 5:3-4
Dios nos ha enviado EL CONSOLADOR.
Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren.
2 Corintios 1:3-4
¿Qué es el dolor? El precio que se paga por el amor. Sólo cuando amamos como él amó, manifestamos su gloria en nuestras vidas. ¿Quieres manifestar Su gloria? Pues, hay un precio que pagar para eso.
De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros.
Romanos 8:18
Y después de que ustedes hayan sufrido un poco de tiempo, Dios mismo, el Dios de toda gracia que los llamó a su gloria eterna en Cristo, los restaurará y los hará fuertes, firmes y estables.
1 Pedro 5:10
Ignorando los problemas no los resolvemos. El dolor es parte de la vida y lo es más, tanto más amemos. Querer huir del dolor no es el camino, sino saber enfrentarlo y manejarlo.
Cualquier asunto de orden cultural, intelectual, político o social, cualquier inquietud filosófica, espiritual, o simplemente humana, nos genera malestar (en el caso mínimo) o dolor. La crudeza de la vida, la aspereza de la realidad nos puede conducir a sufrir cuando somos conscientes de la situación que atraviesan nuestros hermanos en todo el mundo. En el intento por huir al dolor, nuestra sociedad moderna ha sustituido las preocupaciones anteriormente listadas por productos de consumo masivo, y sea objetos, o entretenimiento. Las redes sociales son ese micromundo virtual al que nosotros le damos forma: elegimos a quienes tener de amigos en ese mundo. Si llegamos a tener de amigos a alguien que publica frecuentemente cosas respecto del sufrimiento humano en alguna parte del mundo, como pueden ser fotos de niños desnutridos en el África o la India, lo borramos. Lo bloqueamos, porque no queremos ver esas cosas que nos hacen mal.
Hemos descubierto que si nos volcamos al mundo del entretenimiento y de las redes sociales, nos evitamos mucho dolor y a su vez, nos entretenemos. ¿A qué precio? Al precio de perder la consciencia del otro.
Lo dijo Jesús:
y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.
Mateo 24:12 (RVR1960)
Se vacía tanto de contenido la realidad, que las cosas dramáticas que nos ocurren dejamos de percibirlas como tales. Hoy día vemos un noticiero como si viéramos una película de acción. Parece increíble, pero los noticieros se han vuelto otro elemento más en la grilla del entretenimiento. Nos resulta divertido ver como unos delincuentes entran a un restaurant o a un banco, cubiertos sus rostros, y efectúan un asalto cinematográfico.
En nuestro ánimo de escapar al dolor, nuestra sociedad ha puesto en primer lugar de la tabla de valores al entretenimiento. Divertirnos y distraernos, escapar del aburrimiento, aislarnos de los problemas de los demás. No estoy queriendo decir que la vida debería ser 100% dolor por la situación de los demás, no estamos hablando de ir a un extremo. Sólo un fanático podría querer que no nos diéramos momentos de solaz, esparcimiento, diversión, más cuando la mayoría de nosotros vivimos esclavizados por rutinas. Pero convertir esa preferencia natural a pasarla bien en un valor supremo tiene consecuencias muy negativas: banalización, frivolidad, trivialidad, etc.
Muchas son las angustias del justo, pero el Señor lo librará de todas ellas.
Salmos 34:19
Una de las razones por las que el amor duele es porque el amor no necesariamente es recíproco. La amistad no es recíproca. Dios nos amó antes de crearnos, o sea, no esperó a ver si nosotros lo amábamos. Amamos a Dios porque él nos amó primero (1º Juan 4:19).
Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.
Proverbios 4:23 (RVR1960)
Guardar nuestro corazón, es decir, cuidar nuestras emociones no significa cerrar mi corazón al amor. No significa hacer todo lo posible para no sufrir. Vaciar nuestra vida para evitar el dolor no cuida nuestro corazón, sino que lo apaga. Guardar nuestro corazón significa saber como manejar el dolor. Es pedirle a Dios que nos ayude a manejar el dolor. Podemos hacer dos cosas con el dolor: o se lo entregamos a Él y pedimos que nos ayude, o hacemos crecer el dolor hasta que se convierta en una oscura amargura que nos envuelve.
Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados
Hebreos 12:15.
El mismo Jesús nos dejó ejemplo de cómo manejar el dolor cuando lo enfrentó en Gestemaní. Jesús dice "mi alma está muy triste, hasta la muerte" (Mateo 26:38). Más adelante, enfrenta el dolor orando al Padre, diciéndole: "Padre mio, si es posible, pasa de mi esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tu" (Mateo 26:39). Jesús no tomó su decisión en base a sus emociones, sino que entregó todo su dolor al Padre. Podría haber querido evitar el dolor y abandonar todo. De hecho, dijo más adelante: "¿acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y él me daría más de doce legiones de ángeles?" (Mateo 26:53) aclarando que si quisiera escapar de la tortura que le esperaba, era tan fácil como pedir el auxilio del Padre y ya. Sin embargo, Jesús había entregado su dolor al Padre. Mientras oraba en Gestemaní estaba desesperado: una y otra vez iba y volvía para ver si sus discípulos estaban apoyándolo en oración, y cuando veía que estaban durmiendo, los despertaba y les rogaba que no se durmieran; así tres veces, hasta que la última vez ya no les recriminó que estaban durmiendo, sino que les dice "Dormid ya, y descansad" (Mateo 26:45), como diciendo, "ya está. Entregué mi dolor al Padre y puedo seguir".
Pero no resultó fácil para Jesús enfrentar ese dolor y entregárselo al Padre. Las Escrituras nos dicen que "estando en agonía, oraba más intensamente" (Lucas 22:44). Lo más emocionante de esta historia es que cuando Jesús está postrado, entregando su situación al Padre, éste le envía un ángel del cielo que apareció para fortalecer a Jesús (Lucas 22:43).
Hay un detalle en el relato de la pasión y muerte de Jesús que pasa desapercibido pero que es elocuente. Antes de que se iniciara la crucifixión, esto es, antes de clavar el primer clavo, le ofrecieron a Jesús vino mezclado con hiel, pero él lo rechazó. ¿Qué era el vino mezclado con hiel? Era una bebida que tenía efectos analgésicos. Se le ofrecía para embotar los sentidos, o para tratar de que el crucificado sufriera menos mediante hacer que el individuo no sea muy consciente de lo que iba a pasar.
Esto nos está diciendo que Jesús no quiso perder sus sentidos ni la noción de la realidad en un momento tan importante. Y tampoco esquivó el dolor. No lo quiso enmascarar ni paliar.
Hay un detalle en el relato de la pasión y muerte de Jesús que pasa desapercibido pero que es elocuente. Antes de que se iniciara la crucifixión, esto es, antes de clavar el primer clavo, le ofrecieron a Jesús vino mezclado con hiel, pero él lo rechazó. ¿Qué era el vino mezclado con hiel? Era una bebida que tenía efectos analgésicos. Se le ofrecía para embotar los sentidos, o para tratar de que el crucificado sufriera menos mediante hacer que el individuo no sea muy consciente de lo que iba a pasar.
Esto nos está diciendo que Jesús no quiso perder sus sentidos ni la noción de la realidad en un momento tan importante. Y tampoco esquivó el dolor. No lo quiso enmascarar ni paliar.
Resumen:
En mi deseo de parecerme a Jesús he de aprender humildad, he de someterme al orden divino, aprenderé a obedecer, a servirlo, pero por sobre todas las cosas, a amar como él amó. Ser consciente de que amar como él amó implica inevitablemente también alguna dosis de dolor. Por tanto, debo pedir a Dios que me ayude a manejar el dolor, teniendo en cuenta que el dolor es el precio que debo pagar para manifestarla gloria de Dios a través de mi vida.
Entonces, desde el momento en que comprendo qué significa cabalmente “ser como Jesús”, recién ahí comienza a tener sentido y efecto mi oración, cuando digo: “Señor, quiero ser como tu”.
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