Adviento 2017 – Semana #2: Paz. Reflexión #1
Desde el momento en que Adán y Eva comieron del fruto prohibido, abrieron la puerta al mundo a un elemento que hasta ese momento estaba excluido: el mal. Dios puso a la tierra bajo el mando de Adán y una vez que éste pecó, su pecado tuvo efectos sobre esa tierra que tenía a su cargo. Desde ese momento, el mundo pasó a tener el combo competo: el bien y el mal.
Hoy en día vivimos en un mundo donde abundan tanto las obras de bien como las de mal. Pero las obras malignas son las que más nos impactan y nos duelen. Muchas veces nos hacen sentir la percepción de que es mayor el mal que hay sobre la tierra, que el bien.
De hecho, no estamos muy equivocados. Jesús, refiriéndose a los últimos tiempos, dijo: “por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24:12).
A menudo vemos actos atroces, cometidos por personas a las que rápidamente nos apuramos a juzgar y condenar. Pero el detalle está en que, en realidad, cada uno de nosotros, en tanto somos hijos de Adán, tenemos la posibilidad de cometer maldad.
Desde que Adán comió del fruto prohibido, ingresó un personaje a la escena, que pasó a formar parte de nuestra naturaleza. Su nombre: PECADO. El pecado que habita en nosotros nos conduce a hacer cosas malas. Algunos tenemos más o menos capacidad de refrenar nuestra maldad, pero todos, en mayor o menor grado, hemos cometido alguna maldad alguna vez, y las seguimos cometiendo.
Ya sea una acto cruel, inhumano, o una pequeña maldad, todas tienen un mismo origen: el pecado que habita en nosotros.
Nuestros impulsos humanos están siempre enemistados con el bien, porque no pueden someterse a la ley divina, ni tampoco pueden (Romanos 8:7). Por más que nos esforcemos, no podemos hacer siempre el bien. El Apóstol Pablo nos enseñó que hacemos el mal que no queremos hacer.
La buena noticia es que Jesús nació. Él es el PRÍNCIPE DE PAZ. Y lo es, porqué sufrió lo peor que la humanidad le puede hacer a una persona. Él venció a la muerte y es quien puede derrotar el mal en nosotros. Pero sobre eso reflexionaremos en la próxima entrega.
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