Quiero empezar a diezmar pero no me animo; ¿Cómo arrancar?
El diezmo suele ser una de las cosas más difíciles para el cristiano, puesto que en su corazón anhela adorar y honrar a Dios con sus bienes, pero la realidad le juega una mala pasada. Los números nos dicen que no es posible agregar un gasto más. El barco se está hundiendo: diezmar sería una locura.
Esto nos hace recordar la ocasión en la que los discípulos de Cristo se encontraban en una barca en medio de una tempestad, una tempestad verdaderamente difícil. No sería la primera vez que los discípulos atravesaban una tempestad. Eran pescadores. Alguna que otra tormenta seguramente los habrá agarrado en alguna de las tantas noches en las que buscaban su alimento en el mar. Sin embargo, esta parece especialmente desafiante. Y se está hundiendo la barca.
Después de esto, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca, para que cruzaran el lago antes que él y llegaran al otro lado mientras él despedía a la gente. Cuando la hubo despedido, Jesús subió a un cerro, para orar a solas. Al llegar la noche, estaba allí él solo, mientras la barca ya iba bastante lejos de tierra firme. Las olas azotaban la barca, porque tenían el viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos caminando sobre el agua.
Mateo 14:22-25
Hay cosas que son importantes en la vida. La oración, nuestro tiempo de intimidad con Dios, es una prioridad. Jesús despidió a la gente y en lugar de salir raudamente a encontrarse con sus discípulos, se quedó orando, mientras sus discípulos ya se encontraban lidiando con la tormenta.
No lo hizo por descuidado. No lo hizo porque tenía poco amor por sus discípulos. Lo hizo porque sabía el poder de la oración.
Pero finalmente aparece Jesús. El desafío ahora es caminar sobre las aguas hasta Jesús.
El negocio marcha mal, la barca se está hundiendo, y se me está pidiendo que cada día, del total de las ventas, aparte el 10% para el diezmo. Me están pidiendo que me tire al agua, que tome una decisión de fe. Si ya me estaba hundiendo en la barca, me voy a hundir más si salgo de la barca.
Si al negocio, que ya le va mal así como está, encima agregar un gasto, como ser el diezmo, más se va a hundir. Incluso, muchos que se quedan en la barca te dirán que es una locura: cómo se te ocurre poner un pie en el agua con la tormenta que hay, cómo se te ocurre diezmar siendo que los números no cierran, mejor quédate en la barca y trata de resistir hasta que pase la tormenta, y quizás no te hundas.
Sin embargo, te la juegas, te arriesgas. Dejas de ver la tempestad que te rodea. Por un momento decides dejar de ver el viento y lo truenos. La lluvia sigue cayendo sobre ti, pero pones tus ojos en Cristo y pones un pie en la superficie del agua.
Das el primer paso sobre el agua. Es el primer día en que estás diezmando. La realidad no cambió mucho. No vinieron más clientes ni facturaste más que el día anterior. Sin embargo, has decidido separar el diezmo. La tempestad sigue, pero los ojos están en Cristo.
Segundo paso sobre el agua. Es el segundo día diezmando. La realidad no cambió mucho. Las dificultades siguen estando. Tampoco hoy vinieron más clientes ni aumentaron las ventas. Sin embargo, has decidido separar el diezmo. La tempestad sigue, pero los ojos están en Cristo.
Tercer paso sobre el agua. Es el tercer día en que estás diezmando. Hoy esperabas que el milagro empiece a ocurrir, pero no. Los clientes son los mismos, las ventas se mantienen. La tempestad sigue. Los vientos te están azotando tanto como cuando estabas en la barca. Pero has tomado una decisión. Ya me estaba hundiendo en la barca, así que hundido por hundido…
Cuarto paso sobre el agua. Es el cuarto día en que estás diezmando. Hoy vencía un plazo para cumplir con un acreedor y no tenías lo suficiente para pagar. El cielo se ilumina por un rayo. Vino un proveedor y no pudiste pagarle. Te estremece el sonido de un trueno. Es el último día del mes y no cubriste la cuenta corriente. Un viento fuerte te tambalea… Por un momento pensás: si estuviera en la barca, al menos tendría un pedazo de madera de donde agarrarme…
Pero vio que el viento era fuerte, tuvo miedo, se empezó a hundir…
Mateo 14:30 (a) (PDT)
Por un momento, dejaste de ver a Cristo y te abrumó la tormenta y comenzaste a hundirte. Te asalta la duda y el temor: empecé a diezmar y todo empeoró. En ese momento, tienes dos opciones. Puedes volver a atrás y dejar de diezmar porque no funcionó. Esto sería equivalente a que Pedro, al comenzar a hundirse, haya intentado desesperadamente nadar de regreso a la barca a ver si podría asirse de al menos algún pedazo de madera para esperar a que la tormenta pase, al mejor estilo Jack y Rose en la escena final del Titanic (todos sabemos que había lugar para Jack en esa tabla).
Sin embargo, Pedro ya había tomado una decisión por Cristo.
Pero vio que el viento era fuerte, tuvo miedo, se empezó a hundir y gritó: —¡Señor, sálvame!
Mateo 14:30 (PDT)
Pedro ya tenía una decisión tomada por Cristo. No vuelvo atrás. Si me hundo, me hundo con los ojos en Cristo.
Al momento, Jesús extendió sus manos y tomó a Pedro, calmó la tempestad, y juntos volvieron a la barca. Caminando, naturalmente. Pedro caminó nuevamente sobre el agua. Esta vez, de la mano de Jesús.
Lo primero, primordial, y lo más importante en la vida del cristiano es serle fiel a Dios.
¿De qué nos sirve cualquier cosa que hayamos logrado, si no la logramos siendo fieles a Dios?
El diezmo no es una fórmula mágica. Bien puede ocurrir que comiences a diezmar y el negocio no salga adelante. Puede ser duro, pero si tu negocio no sale adelante diezmando, es porque Dios no quiso que saliera adelante. El cristiano debe aceptar la voluntad de Dios, aprender, y encomendarse a la mano de Dios para lo que vendrá luego. Y el negocio se habrá fundido pero podrás decir: fui fiel a Dios en todo momento. Morí con las botas puestas. Porque más importante que mi negocio, es ser fiel a Dios. Y Dios, que es fiel, no me dejará desamparado y tiene un futuro mejor para mi vida.
Quizás al diezmar, tu negocio comienza a salir milagrosamente adelante. Allí tendrás la oportunidad de darle gloria a Dios mostrando como la fidelidad a Dios te sacó adelante.
Pero por otro lado, siempre se puede optar por no diezmar y hacer ingentes esfuerzos para sacar el negocio adelante, y lograrlo. Pero al final del camino, dirás: salvé mi negocio, pero no pude ser fiel a Dios en ningún momento. Y seguramente, habrás sufrido mucho para sacar ese negocio adelante, porque habrás luchado con tus propias fuerzas, en lugar de contar con Dios como tu socio. Al no diezmar, te amputaste la posibilidad de ser bendecido y levantado por Dios, y lograr el éxito con menos esfuerzo, quizás. Remaste en dulce de leche, pudiendo remar en aguas con la corriente a favor.
Y, ¿de que vale eso? ¿De que vale triunfar dejando a Dios de lado?
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.
Mateo 16:25
Jesús está diciendo: Si sólo les preocupa salvar su vida, la van a perder. Pero si deciden dar su vida por mi causa, entonces se salvarán. En otras palabras, es insensato pretender salvar algo dejando a Dios de lado. Pero si por hacer lo que Dios manda, parece que fuera a perder, tranquilo: no se va a perder.
Nada se pone en riesgo si estamos obedeciendo a Dios.
Todo aquel que quiera salvar algo dejando de lado a Dios…
De nada sirve que una persona gane en este mundo todo lo que quiera, si al fin de cuentas pierde su vida. Y nadie puede dar nada para salvarla.
Mateo 16:26
De nada sirve el éxito en este mundo, si para lograrlo tuve que dejar a Dios de lado.
¿Habrá alguien dispuesto, como los amigos de Daniel, a ser fiel a Dios siempre, pase lo que pase? La venida del Señor está cerca. Cuando venga, ¿encontrará gente que aun le crea? (Lucas 18:8)
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