Montevideo,
agosto de 2015
Con el paso
de los días va quedando claro algo que parece ser crónico en esta sociedad
contemporánea, que gusta más del escándalo que de atender seriamente los
problemas para resolverlos.
Los
episodios recientes acerca de lo ocurrido en el Sirpa son una muestra de ello.
Con asombrosa virulencia se desplegó una arremetida en todos los medios de
comunicación y redes sociales apuntando a la cabeza de Jose Lorenzo López, del
funcionario que le pegó a un interno en el piso, y de toda la “patota” que se
vio en el famoso video de los incidentes en el INAU.
De pronto,
todo el mundo se puso de acuerdo. Es una de las pocas veces en que izquierda,
derecha, centro, gobierno, oposición, la INDDHH, los radicales y los
conservadores cantan al unísono la melodía contra funcionarios públicos y
dirigentes sindicales.
Cuánto más
pasa el tiempo, más claro queda que el polémico video vio la luz con el único
objetivo de dañar la imagen y la moral de los funcionarios y, principalmente,
del dirigente sindical aludido. No se ha visto a nadie hacer un análisis,
aunque sea somero, de las condiciones de reclusión y trabajo en los centros del
SIRPA.
Los jóvenes
que allí llegan lo hacen con una violencia latente, y el lugar que los recibe, lejos
de intentar neutralizarla, la alienta, en virtud de las pésimas condiciones de
reclusión que los albergarán y de la ausencia de programas de rehabilitación
contundentes. Entre medio de la violencia que ya traen los internos cuando
ingresan y la violencia que generan las condiciones sistémicas, están los
funcionarios, también insertos en una situación de violencia y sometidos a un
estrés y hostigamiento psicológico sin descanso, ya que estos no tienen manera
de rotar.
Este coctel
explosivo en algún momento debe detonar y una vez que lo hace, tenemos dos
opciones. Una es la de sentarnos a analizar seriamente las causas por las
cuales ocurren estas cosas y trabajar para arreglarlas definitivamente. La
segunda opción es observar desde la tribuna el video, absolutamente
descontextualizado, y procurar el sacrificio de algunas víctimas para calmar la
furia de los dioses, que no es más que lo que se está haciendo con el dirigente
sindical Jose Lorenzo López y con el funcionario que agredió a un interno en el
piso.
En caso de
que López caiga, y también lo haga el funcionario que agredió a un interno en
el piso, los ánimos de la verdadera patota (la opinión pública) se aplacarán y
el resultado de semejante nadería será que todo seguirá igual. Otro dirigente
tomará el lugar de López, y otro funcionario en algún momento va a descargar su
ánimo sobre otro interno, porque sencillamente quienes deben hacer algo para
arreglar esta situación no han hecho más que intentar la caída de algunos
hombres para limpiar su imagen y no parecer lo tan incompetente que ya son.
Prueba de
esto es que una ministra de Estado, lejos de hacer el mea culpa que le cabe al
gobierno por no tomar cartas en el asunto en la raíz de estos problemas, ha
aprovechado su posición para obtener la atención de la prensa procurando, no
solo la caída de López como dirigente sindical, sino su destitución como
funcionario público.
Los que se alzan con la bandera de la defensa de los derechos humanos de
los internos, y rasgan sus vestiduras ante estos hechos, bien saben que esto no
lo soluciona la caída de uno o dos funcionarios. Bien saben que la
responsabilidad es política y está en el más alto nivel, pero ahí no se animan
a golpear. Entonces todo queda en un lamentable circo tribunero, que de tan
ineficaz que es, raya con la inmoralidad.
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