Publicado en Semanario
Búsqueda el 16 de abril de 2015
Antiguamente, se solía pegarle
una palmadita en la mano a un niño cuando éste dirigía sus dedos hacia un
enchufe. El niño asociará “enchufe” con
“dolor” y no volverá a intentar meter
sus dedos allí, no porque sea capaz de razonar que no debe meter los dedos en
el enchufe para no electrocutarse, sino para evitar el castigo. Incluso es la
forma en que algunos conciben la seguridad ciudadana. Como el delincuente no es
capaz de razonar que lo que hizo está mal y no debe hacerse, se le castigará
para que asocie el castigo a su mala acción y no la repita. Algunos creen que
el castigo es la forma de reeducar o rehabilitar, donde el castigo intentará
generar una conducta en el castigado según el deseo de su castigador.
Lo mismo se aplica al
contrario, con el premio, el cual daremos a nuestros hijos por haber salvado
las materias del liceo. Se esforzará por salvarlas, no por entender que es
bueno estudiar, sino por el premio. De esta forma, un sistema basado sobre la
lógica premio/castigo intentará estimular determinadas acciones e inhibir
otras.
Esta forma de actuar parece
estar grabada en la cultura del hombre desde hace mucho tiempo. ¿Cuántas
relaciones de pareja se mantienen bajo la coacción de una de las dos partes que
amenaza con ruptura a la otra si ésta tiene o no inhibe ciertas actitudes?
Antiguamente, el esclavo
obedecía o era castigado; por tanto, obedecía para evitar el dolor. Derogada la
esclavitud, un empleado obedecerá para evitar el castigo de ser despedido. La
posibilidad del empleador de dejar en desamparo laboral al empleado es, en
cierta forma, una manifestación de esclavitud moderna.
¿Cuántas personas quisieran
renunciar a su trabajo, por ejemplo por tener un jefe abusivo, y no pueden por
miedo a no poder encontrar sustento?
Como lo enseña el Prof. Carlos
Delasio en su “Abordaje desde la Teoría
Crítica de la Evaluación del Desempeño” (publicado en la plataforma EVA de
la Carrera de Relaciones Laborales – UDELAR), los intentos para condicionar la
conducta de los trabajadores se basan en el miedo como estímulo, ya sea a
perder la fuente de ingresos, o a la exclusión social o al no acceso a determinados
niveles de consumo, entre otros.
En el Estado no es tan fácil
despedir, pero aun así existen mecanismos tendientes a condicionar la conducta
del funcionario, que se basan en tocar el bolsillo del mismo ya sea mediante el
otorgamiento de un premio monetario o todo lo que pueda significar un descuento
en el sueldo. “Si llego tarde me lo
descuentan del sueldo”, y así el trabajador será puntual para no perder
plata, en lugar de entender lo conveniente de la puntualidad y tener tal
actitud como parte de su compromiso con la empresa. Termina actuando por acto
reflejo.
A algunas empresas esto no les
interesa, mientras los empleados “hagan
lo que les digamos que hagan”. De esta manera, las empresas “alinean” a sus empleados. Esta
expresión alude a estar “en la misma
línea de pensamiento y acción”, y aquellos que no estén “alineados” serán señalados como individuos
patológicos, excéntricos o neuróticos, su perfil no encajará, y podría
eventualmente no ser contratado o considerado para un concurso. Es una de las
formas más sofisticadas de acoso moral.
De un tiempo a esta parte se
han implementado sistemas de pago por productividad que agregan partidas
económicas al salario a cambio de alcanzar ciertos objetivos o de demostrar
ciertas conductas. Algunos sistemas incluso vinculan el pago del premio o
aumentos salariales al resultado de un sistema de evaluación. Como lo explica
Delasio, la preocupación por evaluar el desempeño es una preocupación del
empleador y resulta en procesos que siguen una lógica de vigilancia e
intervención, y buscan la gobernabilidad de una fuerza de trabajo cada vez más
independiente y pensante
Esto ha generado importantes
discusiones y conflictos a la interna del movimiento sindical uruguayo, ya que
se ha abandonado la tradicional postura de que el salario del trabajador debía
crecer por efecto de su derecho de obtener mayor participación en el producido
(teoría de la plusvalía), a cambio de que el salario del trabajador crezca por
efecto de estos mecanismos pavlovianos de control laboral, ya que en algunos
casos los sindicatos han defendido y en otros hasta han propuesto la implementación
de pagos por productividad, cumplimiento de metas y/o sistemas de evaluación
que condicionen aumentos salariales o partidas.
En la obra de la fundación Peter Drucker titulada “El líder del futuro”, el Dr. Peter M.
Senge, escribe un capítulo llamado “El
liderazgo de las organizaciones de aprendizaje” donde plantea que la autoridad jerárquica,
tal como se ha utilizado de forma habitual, tiende a originar la sumisión y no
fomenta el compromiso. Afirma que cuanto más fuertemente se ejerce el poder jerárquico,
más sumisión resulta, y a la hora de pretender hacer cambios, afirma que sólo
el compromiso puede originar un cambio profundo. Ni las reorganizaciones,
reestructuras o reformas modifican las culturas empresariales basadas en el
temor y en las actitudes defensivas.
Preocupado por los cambios, el
Gerente General del BROU, Lic. Daniel García afirmó el pasado 24 de julio de 2014 en el
II Genexus Projects Day organizado
por Genexus Consulting que: “lo que me ocupa y me preocupa es el cambio
en la gente, que es lo más complicado, cambiar la cultura organizacional, y esa
es una tarea de los que lideramos organizaciones (…) que la gente entienda que
todo es parte de lo mismo (…), que entiendan que lo que es importante para la
colmena, es importante para la abeja, y no al revés, que la abeja se salva
sola: eso es imposible”.
Es lógico el planteo; cómo no
van a costar los cambios en el Estado si el funcionariado público está muy
acostumbrado a asociar “cambios”, “reestructuras”, y “reformas”, con “perjuicio”.
Constantemente y a lo largo de
las últimas décadas, ha habido una obsesión en ubicar al funcionario público
como centro de todos los problemas del país, criticando su estabilidad laboral
y sus beneficios sociales, sin olvidar las exigencias que se les pretende
imponer a base de expresiones del tipo “con
el sueldo que ganan”, comentario que no resulta feliz, que afecta la
dignidad del trabajador y encierra una concepción autoritaria y perimida que pretende
que a cambio del salario, el trabajador se debe prestar a cualquier cosa que le
exija el empleador.
A su vez, cada vez que se
menciona que se reformará el Estado en busca de eficiencia, resulta que dichas
reformas han promoviendo reestructuras que tienen el efecto secundario de
incrementar el miedo y la desconfianza, generando competitividades internas que
tienden a reducir la cooperación y la colaboración, y sin poder dejar afuera
los básicos ataques al régimen horario, los feriados y, más recientemente,
creando un Procedimiento Disciplinario Abreviado donde un funcionario puede ser
suspendido por hasta 10 días sin mediar sumario (principalmente éste último es
diáfanamente elocuente y explícito de la filosofía detrás de la reforma).
Ante esta práctica consecuente
y constante, es natural que el funcionariado se ponga en estado de alerta ante
anuncios de cambios que, por experiencia, ya asume previamente que le serán
perjudiciales. Las malas experiencias pasadas han generado ahora un reflejo
condicional, que es el núcleo de la dificultad para implementar el cambio en la
gente.
Como muestra de esto basta con
remitirse al semanario Voces, donde en entrevista al Ec. Fernando Calloia (por
aquel entonces, presidente del BROU) entrevistado en noviembre del 2011 dijo
que la remuneración variable es un incentivo que alinea y mueve hacia los
objetivos, y que bajo su gestión se elaboró un plan estratégico tras el cual se
alineó al funcionariado. Afirmó que hay gerentes que solicitan que se les
retiren ciertos funcionarios que rinden. Al punto, el periodista pregunta a
quién “se le enchufa” un funcionario
que no rinde, y si existía (textualmente) “un basurero” para los tales. Calloia
responde: “Va a una dependencia
“depósito” de funcionarios que no son deseados por nadie, porque su costo es
mayor de lo que aporta. Nadie quiere ir ahí porque es deshonroso. Entonces,
mejora el desempeño de todo el mundo”. Al periodista no le pareció
suficiente tratar al funcionario de basura y saber que se lo envía a un lugar
deshonroso, y quiso indagar acerca de si existía algún otro castigo, y pregunta
si no se les podía bajar el sueldo. Calloia responde que eso es imposible, pero
que al menos “no logran cobrar el
incentivo”, tras lo cual aclara que no hay muchos funcionarios de ese tipo “porque se cuidan”. Es decir, porque
tienen miedo. Los métodos del sistema son elocuentes: se somete a unos pocos
como acto ejemplarizante para los demás.
Si pasar a los individuos por
sistemas que evaluación que terminarán por definir que son ineptos y serán
enviados a un galpón aislados del resto de la organización, donde las ratas
corren carreras, la humedad se filtra por las paredes, y sean sometidos a la
deshonra pública como la que se verificó en aquella entrevista, no es un acto
de acoso moral y de desprecio por el ser humano, al menos se reconocerá que es
una de las expresiones más lamentables y deshumanizantes de la cultura
premio/castigo imperante.
Generar compromiso en los
empleados como resultado, no de la coacción, sino de un proceso de análisis
donde actuarán convencidos y no condicionados puede implicar instancias en las
que el empleado aporte, opine, discuta, analice, proponga, para lo cual deberá
acceder a información, y por lo general las empresas son reticentes a todo esto.
Si todo lo que gira en torno a
las relaciones laborales se trata de estímulos o incentivos, debe reconocerse
que esta cultura dominante ha producido personas que no saben responder si no
es a base de estímulos y que han fallado los liderazgos que debieron producir
compromiso en la gente. Si en el futuro no se quiere seguir produciendo
personas que necesitan constantemente un nuevo estímulo para responder, si se
quiere tener personas comprometidas, se deberá de comenzar desde hoy a cambiar
la cultura.
No hay porqué dudar acerca de
las buenas intenciones de una nueva generación de jerarcas públicos que quieran
cambiar el paradigma imperante en las relaciones laborales estatales. Pero no
será fácil ni inmediato cambiar la cultura vigente que se viene implementando y
afianzando hace décadas. Cambiar la forma en que pensamos y concebimos la
realidad, en busca de una mejor, es el anhelo colectivo y nos debe encontrar a
todos trabajando por eso.
esd
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