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domingo, 15 de mayo de 2016

Desagravio a los futbolistas brasileños

Montevideo, junio de 2014
La Federación Alemana de Fútbol lleva adelante un proceso iniciado en 1998 que incluye un programa de formación nacional de jugadores, que nunca se dejó de lado incluso ante la catástrofe de la Eurocopa 2000, cuando el equipo quedó eliminado en primera ronda luego de dos derrotas y un empate. A partir de allí los resultados han sido más que aceptables. 2º puesto en mundial 2002, dos terceros puestos consecutivos en Alemania 2006 y Sudáfrica 2010, y la coronación mundial del 2014.
Pero en la otra esquina, la Confederación Brasileña de Futbol debió, en el momento en que presentó su candidatura, iniciar un proceso al estilo de la selección alemana. No fue así y protagonizaron un pobre mundial en Sudáfrica, una magra participación en la Copa América 2011, para recién ahí empezar a pensar en preparar a la selección de cara al 2014, de la mano de Mano Meneses como DT. Tras las olimpiadas 2012 (donde obtienen medalla de plata), se convoca a Luis Felipe Scolari (campeón del mundo con Brasil en 2002), desconociendo el consejo del refrán que recomienda no cambiar de caballo en la mitad del río, mucho menos a dos años de la copa.
Mucho menos cuando la selección brasileña, por el hecho de tener asegurada una plaza en calidad de anfitrión, se le exonera de ganársela en eliminatorias. Brasil no tuvo, en los últimos dos años previso al mundial, ninguna competencia de exigencia. Y esto es fundamental, porque bajo presión se conoce de qué está hecho el equipo, se puede corregir errores y potenciar capacidades. Así, llegaron a la copa del mundo, con un seleccionado que iba a rendir su primer examen de exigencia en por lo menos cuatro años. Y no dieron la talla.
No llegar a la final era previsible; no así la humillación. La goleada con Alemania fue un golpe durísimo, inmerecido para los jugadores que patrióticamente aceptaron ponerse la camiseta aun en el contexto descripto. Fácil les hubiera sido anticipar lo previsible y excusarse de participar en el mundial (“a mí me llamó Del Bosque antes que Scolari”, dijo uno y zafó olímpico). Sin embargo, en una muestra de valentía y coraje que hay que destacar, aceptaron el reto, no pusieron su orgullo, su nombre, reputación ni imagen por delante de lo que seguramente consideraron un deber sagrado para con su patria, a sabiendas de la posibilidad de lo que efectivamente ocurrió, de escribir su nombre en la historia negra del futbol brasileño. No aceptaron ese lugar por vanagloria, sino ante todo con humildad, como considerándose privilegiados de poder defender a su nación en esta cita.
El público brasileño tiene la mala costumbre de ser lapidario con sus jugadores. Estos hombres se la jugaron, no se guardaron nada, se entregaron por enteros a su país. Lamentablemente el destino les tenía preparada una mala pasada: descolgarían definitivamente la mochila de 1950, pero para colgarse una mucho más pesada.
Me pregunto qué necesidad tenían Scolari y Parreira de ser sometidos a semejante vergüenza cuando ambos tenían en su haber un campeonato del mundo cada uno. No tenían necesidad ninguna de poner en juego la buena reputación que se habían ganado en su país. Sin embargo, no estimaron nada de eso como valioso, y lo sacrificaron por su selección.
Si yo fuera brasileño, a sabiendas de las condiciones en las que aceptaron jugar, estaría orgulloso de ellos, y los silbidos los dirigiría a los negligentes que conducen la CBF, que parecen haberse quedado atrasados en el abc de la gestión moderna de un seleccionado de futbol y que son los verdaderos responsables de esta tragedia deportiva. Lo más sensato hubiera sido darle continuidad al proceso Scolari y apostar firmemente a Rusia 2018, donde seguramente tendrán chances categóricas. Con un desenlace de este tipo a cuestas, no habría otra opción: el equipo se solidificará y crecerá. Basta recordar la publicidad que la propia televisión brasileña emitía cuando la crisis de 1998: “con crisis se crece”.
Además, en el contexto, haber superado la actuación del mundial anterior y haber llegado entre los primeros cuatro no debería ser considerado ni un vejamen ni una vergüenza (más allá del resultado con Alemania). En lo que me es personal, creo que la campaña de Brasil ha sido más que satisfactoria a juzgar por la preparación. Al lado de Brasil, ¿dónde quedaron selecciones con mejor preparación como España (defensora del título), Francia, Italia, Inglaterra y la propia Uruguay?
En el contexto de lo dicho anteriormente, me produce un profundo pesar que se haya festejado la derrota y humillación brasileña como si de una victoria celeste se tratara, desconociendo el hondo drama humano detrás de las lágrimas de David Luiz y del testimonio al borde del llanto de Julio Cesar, haciendo morcilla de la sangre fresca que brota de una herida apenas infligida. Qué lástima que pululen individuos que, cuales buitres, desconocen el contenido humano de los acontecimientos, los vacían de contenido y los rebajan a la categoría de mero entretenimiento.


esd

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