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domingo, 15 de mayo de 2016

El cambalache futbolístico

Habiéndose convertido en una mercancía más de esta sociedad de consumo, carece de sentido la adhesión romántica histórica; más bien elijamos el producto que más nos guste para consumir.

“qué el futbol fue y será una porquería ya lo sé, en el 506, y en el 2000 también” rezaba el visionario Enrique Santos Discépolo Deluchi en su obra tanguera más famosa. Y se quedó corto, porque pasados ya poco menos de 15 años del año 2000, el futbol sigue tanto o peor.
No crean que me equivoqué al transcribir la letra del tango. Si bien es cierto que el autor se refería al “mundo” y no al futbol, y que en todo caso, lo que hice fue deformar la letra, nunca deformé el contenido ya que, si consideramos al futbol como parte del mundo, este mundo frívolo y decadente que el mismo “Discepolín” pronosticó, cabe perfectamente el cambio, más aun cuando ambas palabras conforman una rima asonante.
Un siglo atrás, contemporáneo con la adolescencia del tanguero, existió un señor, Scarone de apellido, hincha fanático mirasol, que tenía dos hijos. Uno, Hector Scarone (el de la famosa “tuya Hector”), el otro Carlos a quien su padre le recriminó su decisión de no jugar en Peñarol. Carlos había jugado en el aquel entonces CURCC y había emigrado a Buenos Aires. Al volver, Nacional le ofreció mejores condiciones económicas. Como quería evitar lo que el artista colombiano Fernando Pertuz pergeñó voluntariamente décadas después (en nombre del arte moderno donde todo es arte pero nada es), aceptó ir a Nacional. La anécdota dio origen a la denominación “manya” para los peñarolenses.
Cuenta la historia que luego de rechazar el ofrecimiento de Peñarol, que le aseguraba un pasar miserable, vistió la camiseta alba. Carlos Scarone decía despectivamente a sus pares carboneros: “jueguen ustedes, que son unos manyas”. Una buena tarde de julio de 1914, los “manyas” le ganaron 2 a 1 a Nacional un clásico jugado en el Parque Central. En la ocasión, Carlos Scarone tuvo una pésima actuación, habiendo sido marcado por el “japonés” Manuel Varela. Tras el acontecimiento, el padre de Scarone, tano cerrado, desairó a su hijo: “e perche no juega ahora usted que no es manya”. El historiador Eduardo Gutiérrez Cortinas sentencia la historia afirmando: “la definición despectiva de ‘manyas’ se convirtió desde entonces en una precisión de honestidad deportiva”. Lo que pretendió ser un agravio, se convirtió en el reconocimiento del hecho de que vestir la camiseta de Peñarol implicaba un sagrado que trascendía lo económico y solo se explica por la presunción de lucir los gloriosos colores de un cuadro con sabor a pueblo.
Esto pasó 100 años atrás y nadie en el Río de la Plata (excepto Discepolo, claro está) parecía verlo venir, pero llegó. A escasas décadas del nacimiento del futbol en nuestro país, los jugadores ya se involucraban en él tomando en cuenta lo económico en primer lugar. Claro, que para aquel entonces, no era la regla, sino más bien, por lo que muestra el relato histórico, la excepción. Y esto es algo que radica en la conciencia colectiva, que aquellos grandes jugadores que marcaron historias eran verdaderos héroes que lucharon por la gloria y que, la gran mayoría, murió pobre como nació.
Y mucho se le recrimina hoy al jugador moderno de no “dar todo” por temor a lesionarse, pero retozamos atiborrados de jolgorio y orgullo cuando vemos al “ruso” Pérez jugar buena parte del partido vendado tal cual momia de la antigüedad. Hoy se invirtió el juego. La regla pasó a ser la excepción.
Es que el deporte no logró mantenerse a contrapelo de la frívola tendencia mundial de vaciamiento de contenido, en favor del entretenimiento y el negocio. O mejor dicho, en favor del negocio del entretenimiento.
Sobre fines de marzo y principios de abril de 2014 pudimos asistir a momentos de crisis política en el gobierno del futbol donde se habla del presidente de la república, del ex – presidente de la AUF, del empresario Francisco Casal, del número uno de la Mutual Uruguaya de Futbolers Profesionales Enrique Saravia, y del pato celeste. En este affair estuvo metida toda la dirigencia de los clubes de primera división, y se habló que hasta la CONMEBOL y la FIFA. De los que no se habló, porque no estuvieron directamente involucrados, sino más bien manipulados por sus representantes sindicales, es de los jugadores de futbol. Y es que el nivel deplorable de intelectualidad y espíritu crítico de un jugador de futbol es tan bajo, que se ha convertido en un títere de lo que mande, o bien su empresario representante, o bien su dirigente sindical representante, en este caso, la dirigencia de la Mutual. Pero, los jugadores propiamente dichos, permanecieron callados. Ovejas de la manada, dejaron hablar al pastor, ya que a él se someten. Claro, no sabríamos decir si el pastor es una persona sola o varias.
Pero esto es la consecuencia de que en el futbol se fueron metiendo personas claramente más inteligentes que los propios jugadores y que han sabido sacar provecho económico de los mismos. Y esto es así porque en algún momento alguien le hizo creer a los jugadores que la práctica del deporte podía hacerse a expensas y en lugar del trabajo intelectual. Si a un jugador de futbol hoy se le preguntara si conoce a Aristóteles, Sócrates, Platón o algún otro integrante de la Academia Griega, dirían que al único Sócrates que conocen es al ya retirado crack brasileño, y que no sabían que existía un club llamado Racing en Grecia. Aquellos sabios de la antigüedad, ignorados por la mayoría de los futbolistas de hoy, insistían en que el cultivo del cuerpo debía indispensablemente coexistir y complementar el cultivo del espíritu y el intelecto, pues entendían que se enriquecían mutuamente.
Lejos de ser un espectáculo de destreza y armonía colectiva (como el buen futbol europeo), el futbol uruguayo ha involucionado a formas más cercanas a las de coliseo romano, donde la concurrencia al mismo sirve de pretexto para el desahogo de lo irracional, donde el individuo, amparado al anonimato de ser parte de una muchedumbre, da rienda suelta a sus instintos de rechazo al prójimo, y de conquista simbólica (y a veces real) del adversario. Es, quizás, un rescoldo de la cultura indígena de tribu. De esta forma, hemos sido testigos de cómo Amsterdam y Colombes (las tribunas) han sido destrozadas por personas que renuncian a su condición de civilizadas (si es que en algún momento lo son) para conducirse por una lubricidad primitiva y asesina.
¿Pero qué culpa se le podría achacar a los asistentes al espectáculo cuando sus “referentes”, los jugadores (y vaya que son referentes en este país) no son la excepción, como lo mostraron en los clásicos de verano de 2014? Cuando no son los propios dirigentes los que se invitan a pelear.
Es que hoy, los jugadores de futbol, como cualquier otro individuo, desocupada sus vidas interiores de inquietudes humanas (ya ni digo espirituales), podrán (alguno de ellos) gozar de un más que cómodo pasar económico, y haberse convertido en empresarios luego de amasar fortunas y ser grandes señores de la referencia cultural nacional, pero dan un espectáculo lamentable (tanto como el futbol uruguayo que se juega hoy) cuando deberían intervenir en cuestiones profundas que hacen al bienestar y progreso de la sociedad.
Y más disgusto da ver como algunos políticos (que tampoco están ajenos a la frivolidad y la banalización general) usan jugadores de futbol como una suerte de directores de la conciencia social de los sectores populares. Estos, como Antonio Pacheco y Álvaro Recoba junto a Sendic (cuando todavía era licenciado), o como Dario Silva junto al Dr. Sergio Abreu surgen declarando lo que para ellos es bueno o malo en el campo político, económico y social, como si tuvieran lucidez o inteligencia alguna en esas materias.
Lo que parece más donoso, por no decir triste, es que parecen no saber que su presencia en los medios responde exclusivamente a su histrionismo. 
Yendo a los hechos de marzo de 2014, aparentemente un buen presidente de una asociación uruguaya de futbol quería hacer el mejor negocio para vender los derechos de televisación de las eliminatorias 2018, pero eso, entre otras cosas que intentó hacer para reducir la dependencia económica de un solo grupo empresarial, no cayó bien a alguno de los dirigentes que conforman la asamblea (vaya a saber por qué no les cayó bien, pero las teorías conspirativas dicen que obedecen mandatos del grupo empresarial). Justamente, carentes del respaldo político necesario, perdieron la capacidad de dirigir el futbol.
Una trifulca (¿casual?) en las tribunas del Estadio Centenario, provocó una reacción intempestiva y acelerada (¿cuándo no?) del presidente de la república de turno (José Mujica) quitando la policía del interior de los escenarios deportivos, lo que provocó la preocupación de los jugadores de futbol por su seguridad personal, y esto derivó a que advirtieran que usarían el derecho de huelga si la policía no entraba al Centenario para el partido Peñarol – Miramar Misiones (clausura 2014), pero lejos de usar el derecho de huelga en la ocasión específica, la Mutual resolvió que una inminente quita de puntos a los clubes por no presentarse a jugar sería interpretada como un ataque al libre ejercicio de la huelga, lo que sería respondido con un paro total de las actividades. Para no alcanzar tal punto, la Mesa Ejecutiva de la AUF suspendió el partido, los equipos se salvaron de perder los puntos, y los jugadores no hicieron paro general.
Todos estos hechos demostraron que aquel Ejecutivo de la AUF presidido por Bauzá tenía poca influencia en los destinos del futbol. “Carencia de gobernabilidad” dijo el saliente presidente cuando justificó su renuncia.
Y lo que todo el mundo dice es que esto es el resultado de la presión ejercida por el grupo empresarial que hoy detenta los derechos de televisación y que no quiere competir, sino que quiere prescindir de que se liciten, y comprarlos en trato directo con la asociación. Dicha presión se habría dado por el lado de los presidentes de diversos clubes de primera división que dependen económicamente de las dádivas del referido grupo empresarial y que en virtud de ellas, se manifiestan políticamente en la asociación, no votando lo que el Ejecutivo propone, lo que constituye la quita del respaldo político.
Se ha afirmado también que, no siendo suficiente la presión que ejercen los dirigentes, y acortándose los tiempos en forma alarmante, la presión se redirigió hacia el terreno de lo político, ya que el resultado de la decisión del presidente de la república de retirar la seguridad dentro de los estadios mencionados, ha precipitado la salida de este ejecutivo, y esta salida es la que favorece al grupo empresarial.
Parece muy enmarañado suponer que una decisión de política de seguridad se haya tomado para beneficiar a un grupo empresarial, pero no lo es tanto cuando, dejando de lado las reuniones y personajes que pasearon por la Torre Ejecutiva en aquellos días, éste es el mismo grupo económico que consiguió los derechos del carnaval a la luz de aquel dantesco espectáculo que llevaron adelante el anterior presidente de la república y el empresario, subidos cada uno a un tamboril. Menos si se considera que a este grupo económico se le condonó una deuda fiscal por un temor (no tan bien fundado) de un juicio contra el estado, y paralelamente se le adjudicó una onda de canal abierto digital, en un proceso de adjudicación criticado por la propia izquierda, expresado en la letra de Alberto Grille en su semanario Caras y Caretas, quien afirmaba que allí hubieron intencionadas irregularidades para dejar fuera de la concesión a Fasano.
Pero los hechos hablan muy fuerte. La ciclotimia de un presidente que primero no iba a ver a Obama pero luego sí, también derivó que primero no iba a mandar policías al Estadio, pero luego sí. Algunos observan que luego de que Bauzá renunció. Como sea, cabe preguntarse si cambió algo entre el viernes 28/3 y el martes 01/04 con referencia a la violencia en el futbol, y es claro que la respuesta no es afirmativa, pero de pronto el presidente revió su decisión de no enviar policías a las canchas, al parecer, gracias a que algunos de los presidentes se comprometieron a tomar algunas decisiones a nivel de la AUF, como ser un reglamento de disciplina y el “compromiso” de invertir en tecnología de identificación de rostros y más cámaras en los escenarios (estamos a dos años de esos hechos, ¿y las cámaras?). No se entiende porqué tanto el reglamento de disciplina como el “compromiso” de la adquisición de mejoras tecnológicas no era algo que se podría haber exigido con Bauzá a la cabeza y de esa forma haber podido tener futbol sin problemas, haber evitado la amenaza de la Mutual de parar, y todo el desenlace que finalmente hubo.
Más bien los hechos parecen decir que muerto el perro se acabó la rabia. Sería irresponsable afirmar categóricamente que el presidente Mujica es un operador del grupo Casal, pero lo que nadie puede negar es que, si el nuevo Ejecutivo de la AUF no licita los derechos de televisión como quería el Ejecutivo presidido por Bauzá, entonces todos, desde la barrabrava de Nacional en los disturbios del miércoles 26, pasando por la dirigencia de la Mutual, los dirigentes de los clubes, hasta el propio presidente de la república, todos, consciente o inconscientemente, voluntaria o involuntariamente, habrán operado en favor de los intereses de quien finalmente resulte adjudicatario de los derechos.
La frutilla de la torta la pone el vicepresidente de la república. El Cr. Danilo Astori no parece tener ya más amor propio. Actuando siempre bajo la sumisión del presidente, cada vez que ha querido alzar su voz lo ha hecho con resignación o, como en el caso que nos convoca, tarde, cuando ya no tiene efecto. Basta recordar cuando se opuso a la sanción del Impuesto a la Concentración de Inmuebles Rurales y el ninguneo al que fue expuesto por parte del equipo económico paralelo radicado en la OPP, bajo la aquiescencia del presidente. O cuando se opuso, sin éxito nuevamente, a la condonación de la deuda fiscal del empresario que rodea precisamente toda esta cuestión. Ahora, con el asunto resuelto (es decir, con Bauzá fuera) Astori salió a solidarizarse con el ex presidente y manifiestó que el futbol ha perdido soberanía para gobernarse a sí mismo a causa de la posición dominante de Tenfield.
Lo cierto es que hemos llegado a un punto en el que todas las evidencias nos permiten sugerir lo siguiente.
Existe una concepción generalizada y para nada errada de que el Estado es alarmantemente insuficiente en su rol de proteger al ciudadano en el marco de la ley, que no es otra cosa que la organización colectiva del derecho individual de legítima defensa. En este contexto, las rejas combinadas con alambre de púa primero, dejaron paso a las alarmas, para recibir en última instancia a las cercas eléctricas y a los servicios de domótica, esta última tecnología que consta de llenar nuestras casa de sensores y cámaras que trasmiten a través de internet a un smartphone o computadora para que tengamos monitoreadas nuestras casas en tiempo real. El avance de la delincuencia en la sociedad en general, no solo en el futbol, sumado a la ineficiencia estatal, ha hecho florecer la iniciativa privada en materia de seguridad. Para muestra también basta ver que hoy, no solo bancos y afines, sino cualquier negocio de cualquier rubro contará siempre con un guardia de seguridad privada.
Es tal la impotencia oficial, que ya no es la primera vez que se intenta debatir acerca de si es pertinente que los recursos que el Estado designa a seguridad se gasten en el futbol.
En mi opinión el debate no tiene oportunidad alguna, ya que si entendemos que la seguridad interior es resorte del Estado y que este es quien posee el monopolio del uso de la violencia como expresión colectiva del derecho individual de legítima defensa, entonces éste no debería plantearse la alternativa de tercerizarlo, sino de ser mejor en ese rol donde, hasta el momento, falla.
Pero de la observación se desprende claramente que cada centímetro de retroceso en el terreno de la seguridad ha sido ganado por la iniciativa privada, quien ofrece los más variados cocteles de seguridad para que la gente, siempre en el tren banal de esta sociedad de consumo, compre ilusiones. Y digo ilusiones, porque llenar mi vida de elementos de seguridad pasiva y/o activa, es simplemente la ilusión de que así estaré seguro, porque puedo estar lleno de alarmas, rejas y cámaras, pero si delincuentes me detienen en la vía pública para robarme y quieren matarme, lo harán sin que les tiemble el pulso, como ya lo vienen demostrando, y no van a preguntar si en mi casa tengo seguridad (parece broma que tocando el tema de la seguridad hogareña me venga la imagen de Recoba y Pacheco en una publicidad del rubro).
Y en el futbol el panorama es análogo. Hasta parece que hay quienes no quieren que la delincuencia decline, porque de esa manera declinaría su negocio. Decimos que la solución al problema de la violencia en el futbol es importar el modelo inglés. El modelo inglés, entre otros elementos, ha significado la inversión de millones de libras en el intento de detener el avance de los violentos, y lo logró con elevadísimos grados de satisfacción. Y si aquí se hace, será una perla más en el collar, en ese collar donde el Estado deja de cumplir su función por incompetente, le da la derecha a la iniciativa privada.
Y esto, estimado lector, no es otra cosa que la concepción neoclásica, neoliberal y minimalista del Estado. Reducir la presencia del Estado en la sociedad, hacer un Estado cada vez más pequeño, delegar en la iniciativa privada aquello que el Estado no puede (o no quiere cumplir).
Claramente, en los hechos, los actuales gobiernos que siempre criticaron aquella visión del Estado, hoy (al parecer) se ven obligados a llevarla a cabo.
Lo preocupante del hecho es que la tercerización de las funciones del Estado no resulta de la discusión y del debate, del pormenorizado análisis de la situación, y de la conclusión de éste es el mejor camino para alcanzar los objetivos que se plantean. Esta tercerización de las tareas de seguridad del Estado, que diáfanamente se viene verificando desde mucho antes que asumiera el actual gobierno, es el fruto del acorralamiento del Estado, un Estado que se ve asediado por el avance de una realidad concreta, que en este caso es la delincuencia. No obra por convicción propia, sino porque poco a poco no va teniendo más remedio que la solución que, no por casualidad, propone el mercado.
La pregunta que nos quitará el sueño entonces es, qué hará el Estado con los demás servicios que podría tercerizar, como el monopolio de la energía (UTE y ANCAP), la telefonía, o los servicios financieros estatales. ¿Qué hará con la Salud?
La sociedad uruguaya necesita ingresar en un debate serio acerca de su futuro. Si queremos que el Estado siga presente en la vida económica y social del país, significando eso un Estado grande, entonces definamos cómo, de qué manera se debe gestionar y busquemos poner a los mejores a gobernar. Si, por el contrario, gana terreno la idea de que el bienestar proviene de un Estado pequeño, apenas presente en lo que es indispensable que esté, que se dedique a legislar y controlar la actividad privada, y que ceda a ésta el terreno de los servicios, también entonces deberemos definir como ir hacia esto en forma consciente, y no como consecuencia del asedio.
Pero parece difícil que podamos debatir esto, en la forma necesaria, más difícil aun cuando vemos que la política de este país se sigue vaciando de contenido y llenando de slogans, donde lo único que importan son las encuestas, que no son más que el símil del rating para la televisión, y que en definitiva es lo que manda, porque todos apuestan a una sola cosa, sin importar las etiquetas (derecha, izquierda, centro, etc.): todos apuntan a lo que la gente quiere; y la gente, ¿qué quiere?
Hasta hace poco querían un tipo de político que sea rupturista del estereotipo habitual de la política uruguaya, en virtud del desprestigio en el que ésta estaba sumida. Ya lo tuvimos. ¿No será hora de que nos preocupemos por tener gente capaz? ¿No será hora de que dejemos de ver el paquete y pasemos a ver el contenido? Importa poco si usa corbata o no, importa poco si vive en el Rincón del Cerro o en el barrio privado La Tahona. Importa poco la familia de la que proviene. Importa poco su pasado. Importa poco como luce, y como habla. Eso son las formas. Eso es el paquete en el que viene envuelto.
Con la misma alocución con la que Carlos Manta arengaba a sus jugadores a demostrar que ellos eran contenido y no envase, es hora de que cambiemos nuestra forma de elegir nuestros referentes. Ya que todavía podemos elegirlos, porque no hay dudas de que llegará el momento en que así como el “mercado” nos dice cuáles son las soluciones en materia de seguridad que debemos comprar, también el “mercado” nos dirá a quién elegir, y nos dirá a quien elegir porque sería muy alevoso que sea el mercado mismo quien lo pusiera a dedo. Y esto no es locura. Surge de la observación de la realidad. Pasaron todos, blancos, colorados, y dos frenteamplistas (y bien distintos entre ellos). No hubo presidente que pudiera con “el mercado”.
Y esta es otra consecuencia de la banalización de la sociedad, donde importa más los nominados a participar del Bailando por un Sueño. Nuestra democracia se ha vaciado. Se ha vaciado de contenido. Es meramente formal. Nadie puede decir que verdaderamente detenta la voluntad del pueblo, cuando este no tiene qué decir al mandato de los poderosos.
Lejos estamos de recuperar terreno si ahora, como adorno a todo el bochorno que vive el futbol, individuos de nulas capacidades intelectuales, que solamente tienen como patrimonio su condición de personajes populares a los que siguen aquellos que apenas los equiparan, pretenden ingresar en la política, cuándo no, de la mano de la fuerza que comanda José Mujica. Solo espero que cuando la patria llame al pato celeste, le dé ocupado.
¿Mientras? Mientras, al decir de Debrod, inspirado en las ideas de alienación de Marx, la gente seguirá entregada al consumo sistemático de mercancías (la mayoría superfluas) que aseguren el mantener activa la fabricación de las mismas, para asegurar la producción que enriquece a los propietarios de los medios de producción (entre los que reviste Francisco Casal), evacuando su interior de inquietudes sociales y humanas, seguirá aislada y destruyendo su conciencia social, dejando de ser un peligro y hasta un antagonista para la clase dominante.
En este contexto, habiéndose el futbol convertido en una mercancía más de esta sociedad de consumo, carece de sentido la adhesión romántica histórica; más bien elijamos el producto que más nos guste para consumir. Yo, con gusto seguiré pagando apenas el paquete básico del servicio de cable, donde disfruto cada fin de semana del futbol que realmente agrada ver, el europeo. Y si me pasan algún partido de la bundesliga, mejor. Eso hasta que “el mercado” se avive y me empiece a cobrar aparte por ver el futbol europeo.


esd

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