Habiéndose
convertido en una mercancía más de esta sociedad de consumo, carece de sentido
la adhesión romántica histórica; más bien elijamos el producto que más nos
guste para consumir.
“qué
el futbol fue y será una porquería ya lo sé, en el 506, y en el 2000 también”
rezaba el visionario Enrique Santos Discépolo Deluchi en su obra tanguera más
famosa. Y se quedó corto, porque pasados ya poco menos de 15 años del año 2000,
el futbol sigue tanto o peor.
No crean que me equivoqué al
transcribir la letra del tango. Si bien es cierto que el autor se refería al “mundo” y no al futbol, y que en todo
caso, lo que hice fue deformar la letra, nunca deformé el contenido ya que, si
consideramos al futbol como parte del mundo, este mundo frívolo y decadente que
el mismo “Discepolín” pronosticó,
cabe perfectamente el cambio, más aun cuando ambas palabras conforman una rima
asonante.
Un siglo atrás, contemporáneo con la
adolescencia del tanguero, existió un señor, Scarone de apellido, hincha
fanático mirasol, que tenía dos hijos. Uno, Hector Scarone (el de la famosa “tuya Hector”), el otro Carlos a quien
su padre le recriminó su decisión de no jugar en Peñarol. Carlos había jugado
en el aquel entonces CURCC y había emigrado a Buenos Aires. Al volver, Nacional
le ofreció mejores condiciones económicas. Como quería evitar lo que el artista
colombiano Fernando Pertuz pergeñó voluntariamente décadas después (en nombre
del arte moderno donde todo es arte pero nada es), aceptó ir a Nacional. La
anécdota dio origen a la denominación “manya”
para los peñarolenses.
Cuenta la historia que luego de
rechazar el ofrecimiento de Peñarol, que le aseguraba un pasar miserable,
vistió la camiseta alba. Carlos Scarone decía despectivamente a sus pares
carboneros: “jueguen ustedes, que son
unos manyas”. Una buena tarde de julio de 1914, los “manyas” le ganaron 2 a 1 a Nacional un clásico jugado en el Parque
Central. En la ocasión, Carlos Scarone tuvo una pésima actuación, habiendo sido
marcado por el “japonés” Manuel
Varela. Tras el acontecimiento, el padre de Scarone, tano cerrado, desairó a su
hijo: “e perche no juega ahora usted que
no es manya”. El historiador Eduardo Gutiérrez Cortinas sentencia la historia
afirmando: “la definición despectiva de
‘manyas’ se convirtió desde entonces en una precisión de honestidad deportiva”.
Lo que pretendió ser un agravio, se convirtió en el reconocimiento del hecho de
que vestir la camiseta de Peñarol implicaba un sagrado que trascendía lo
económico y solo se explica por la presunción de lucir los gloriosos colores de
un cuadro con sabor a pueblo.
Esto pasó 100 años atrás y nadie en el
Río de la Plata (excepto Discepolo, claro está) parecía verlo venir, pero
llegó. A escasas décadas del nacimiento del futbol en nuestro país, los
jugadores ya se involucraban en él tomando en cuenta lo económico en primer
lugar. Claro, que para aquel entonces, no era la regla, sino más bien, por lo
que muestra el relato histórico, la excepción. Y esto es algo que radica en la
conciencia colectiva, que aquellos grandes jugadores que marcaron historias
eran verdaderos héroes que lucharon por la gloria y que, la gran mayoría, murió
pobre como nació.
Y mucho se le recrimina hoy al jugador
moderno de no “dar todo” por temor a
lesionarse, pero retozamos atiborrados de jolgorio y orgullo cuando vemos al “ruso” Pérez jugar buena parte del
partido vendado tal cual momia de la antigüedad. Hoy se invirtió el juego. La
regla pasó a ser la excepción.
Es que el deporte no logró mantenerse
a contrapelo de la frívola tendencia mundial de vaciamiento de contenido, en
favor del entretenimiento y el negocio. O mejor dicho, en favor del negocio del
entretenimiento.
Sobre fines de marzo y principios de
abril de 2014 pudimos asistir a momentos de crisis política en el gobierno del
futbol donde se habla del presidente de la república, del ex – presidente de la
AUF, del empresario Francisco Casal, del número uno de la Mutual Uruguaya de
Futbolers Profesionales Enrique Saravia, y del pato celeste. En este affair estuvo metida toda la dirigencia
de los clubes de primera división, y se habló que hasta la CONMEBOL y la FIFA.
De los que no se habló, porque no estuvieron directamente involucrados, sino
más bien manipulados por sus representantes sindicales, es de los jugadores de
futbol. Y es que el nivel deplorable de intelectualidad y espíritu crítico de
un jugador de futbol es tan bajo, que se ha convertido en un títere de lo que
mande, o bien su empresario representante, o bien su dirigente sindical
representante, en este caso, la dirigencia de la Mutual. Pero, los jugadores
propiamente dichos, permanecieron callados. Ovejas de la manada, dejaron hablar
al pastor, ya que a él se someten. Claro, no sabríamos decir si el pastor es
una persona sola o varias.
Pero esto es la consecuencia de que en
el futbol se fueron metiendo personas claramente más inteligentes que los
propios jugadores y que han sabido sacar provecho económico de los mismos. Y
esto es así porque en algún momento alguien le hizo creer a los jugadores que
la práctica del deporte podía hacerse a expensas y en lugar del trabajo
intelectual. Si a un jugador de futbol hoy se le preguntara si conoce a Aristóteles,
Sócrates, Platón o algún otro integrante de la Academia Griega, dirían que al
único Sócrates que conocen es al ya retirado crack brasileño, y que no sabían
que existía un club llamado Racing en Grecia. Aquellos sabios de la antigüedad,
ignorados por la mayoría de los futbolistas de hoy, insistían en que el cultivo
del cuerpo debía indispensablemente coexistir y complementar el cultivo del
espíritu y el intelecto, pues entendían que se enriquecían mutuamente.
Lejos de ser un espectáculo de
destreza y armonía colectiva (como el buen futbol europeo), el futbol uruguayo
ha involucionado a formas más cercanas a las de coliseo romano, donde la
concurrencia al mismo sirve de pretexto para el desahogo de lo irracional,
donde el individuo, amparado al anonimato de ser parte de una muchedumbre, da
rienda suelta a sus instintos de rechazo al prójimo, y de conquista simbólica
(y a veces real) del adversario. Es, quizás, un rescoldo de la cultura indígena
de tribu. De esta forma, hemos sido testigos de cómo Amsterdam y Colombes (las
tribunas) han sido destrozadas por personas que renuncian a su condición de
civilizadas (si es que en algún momento lo son) para conducirse por una
lubricidad primitiva y asesina.
¿Pero qué culpa se le podría achacar a
los asistentes al espectáculo cuando sus “referentes”,
los jugadores (y vaya que son referentes en este país) no son la excepción,
como lo mostraron en los clásicos de verano de 2014? Cuando no son los propios
dirigentes los que se invitan a pelear.
Es que hoy, los jugadores de futbol,
como cualquier otro individuo, desocupada sus vidas interiores de inquietudes humanas
(ya ni digo espirituales), podrán (alguno de ellos) gozar de un más que cómodo
pasar económico, y haberse convertido en empresarios luego de amasar fortunas y
ser grandes señores de la referencia cultural nacional, pero dan un espectáculo
lamentable (tanto como el futbol uruguayo que se juega hoy) cuando deberían
intervenir en cuestiones profundas que hacen al bienestar y progreso de la
sociedad.
Y más disgusto da ver como algunos
políticos (que tampoco están ajenos a la frivolidad y la banalización general)
usan jugadores de futbol como una suerte de directores de la conciencia social
de los sectores populares. Estos, como Antonio Pacheco y Álvaro Recoba junto a
Sendic (cuando todavía era licenciado), o como Dario Silva junto al Dr. Sergio
Abreu surgen declarando lo que para ellos es bueno o malo en el campo político,
económico y social, como si tuvieran lucidez o inteligencia alguna en esas
materias.
Lo que parece más donoso, por no decir
triste, es que parecen no saber que su presencia en los medios responde
exclusivamente a su histrionismo.
Yendo a los hechos de marzo de 2014, aparentemente
un buen presidente de una asociación uruguaya de futbol quería hacer el mejor
negocio para vender los derechos de televisación de las eliminatorias 2018,
pero eso, entre otras cosas que intentó hacer para reducir la dependencia
económica de un solo grupo empresarial, no cayó bien a alguno de los dirigentes
que conforman la asamblea (vaya a saber por qué no les cayó bien, pero las
teorías conspirativas dicen que obedecen mandatos del grupo empresarial).
Justamente, carentes del respaldo político necesario, perdieron la capacidad de
dirigir el futbol.
Una trifulca (¿casual?) en las
tribunas del Estadio Centenario, provocó una reacción intempestiva y acelerada (¿cuándo
no?) del presidente de la república de turno (José Mujica) quitando la policía
del interior de los escenarios deportivos, lo que provocó la preocupación de
los jugadores de futbol por su seguridad personal, y esto derivó a que
advirtieran que usarían el derecho de huelga si la policía no entraba al Centenario
para el partido Peñarol – Miramar Misiones (clausura 2014), pero lejos de usar
el derecho de huelga en la ocasión específica, la Mutual resolvió que una
inminente quita de puntos a los clubes por no presentarse a jugar sería interpretada
como un ataque al libre ejercicio de la huelga, lo que sería respondido con un
paro total de las actividades. Para no alcanzar tal punto, la Mesa Ejecutiva de
la AUF suspendió el partido, los equipos se salvaron de perder los puntos, y
los jugadores no hicieron paro general.
Todos estos hechos demostraron que
aquel Ejecutivo de la AUF presidido por Bauzá tenía poca influencia en los
destinos del futbol. “Carencia de
gobernabilidad” dijo el saliente presidente cuando justificó su renuncia.
Y lo que todo el mundo dice es que
esto es el resultado de la presión ejercida por el grupo empresarial que hoy
detenta los derechos de televisación y que no quiere competir, sino que quiere
prescindir de que se liciten, y comprarlos en trato directo con la asociación. Dicha
presión se habría dado por el lado de los presidentes de diversos clubes de
primera división que dependen económicamente de las dádivas del referido grupo
empresarial y que en virtud de ellas, se manifiestan políticamente en la
asociación, no votando lo que el Ejecutivo propone, lo que constituye la quita
del respaldo político.
Se ha afirmado también que, no siendo
suficiente la presión que ejercen los dirigentes, y acortándose los tiempos en
forma alarmante, la presión se redirigió hacia el terreno de lo político, ya
que el resultado de la decisión del presidente de la república de retirar la
seguridad dentro de los estadios mencionados, ha precipitado la salida de este
ejecutivo, y esta salida es la que favorece al grupo empresarial.
Parece muy enmarañado suponer que una
decisión de política de seguridad se haya tomado para beneficiar a un grupo empresarial,
pero no lo es tanto cuando, dejando de lado las reuniones y personajes que
pasearon por la Torre Ejecutiva en aquellos días, éste es el mismo grupo
económico que consiguió los derechos del carnaval a la luz de aquel dantesco
espectáculo que llevaron adelante el anterior presidente de la república y el
empresario, subidos cada uno a un tamboril. Menos si se considera que a este
grupo económico se le condonó una deuda fiscal por un temor (no tan bien
fundado) de un juicio contra el estado, y paralelamente se le adjudicó una onda
de canal abierto digital, en un proceso de adjudicación criticado por la propia
izquierda, expresado en la letra de Alberto Grille en su semanario Caras y
Caretas, quien afirmaba que allí hubieron intencionadas irregularidades para
dejar fuera de la concesión a Fasano.
Pero los hechos hablan muy fuerte. La
ciclotimia de un presidente que primero no iba a ver a Obama pero luego sí,
también derivó que primero no iba a mandar policías al Estadio, pero luego sí. Algunos
observan que luego de que Bauzá renunció. Como sea, cabe preguntarse si cambió
algo entre el viernes 28/3 y el martes 01/04 con referencia a la violencia en
el futbol, y es claro que la respuesta no es afirmativa, pero de pronto el
presidente revió su decisión de no enviar policías a las canchas, al parecer,
gracias a que algunos de los presidentes se comprometieron a tomar algunas
decisiones a nivel de la AUF, como ser un reglamento de disciplina y el “compromiso” de invertir en tecnología
de identificación de rostros y más cámaras en los escenarios (estamos a dos
años de esos hechos, ¿y las cámaras?). No se entiende porqué tanto el
reglamento de disciplina como el “compromiso” de la adquisición de mejoras
tecnológicas no era algo que se podría haber exigido con Bauzá a la cabeza y de
esa forma haber podido tener futbol sin problemas, haber evitado la amenaza de
la Mutual de parar, y todo el desenlace que finalmente hubo.
Más bien los hechos parecen decir que
muerto el perro se acabó la rabia. Sería irresponsable afirmar categóricamente
que el presidente Mujica es un operador del grupo Casal, pero lo que nadie
puede negar es que, si el nuevo Ejecutivo de la AUF no licita los derechos de
televisión como quería el Ejecutivo presidido por Bauzá, entonces todos, desde
la barrabrava de Nacional en los disturbios del miércoles 26, pasando por la
dirigencia de la Mutual, los dirigentes de los clubes, hasta el propio
presidente de la república, todos, consciente o inconscientemente, voluntaria o
involuntariamente, habrán operado en favor de los intereses de quien finalmente
resulte adjudicatario de los derechos.
La frutilla de la torta la pone el
vicepresidente de la república. El Cr. Danilo Astori no parece tener ya más
amor propio. Actuando siempre bajo la sumisión del presidente, cada vez que ha
querido alzar su voz lo ha hecho con resignación o, como en el caso que nos
convoca, tarde, cuando ya no tiene efecto. Basta recordar cuando se opuso a la
sanción del Impuesto a la Concentración de Inmuebles Rurales y el ninguneo al
que fue expuesto por parte del equipo económico paralelo radicado en la OPP,
bajo la aquiescencia del presidente. O cuando se opuso, sin éxito nuevamente, a
la condonación de la deuda fiscal del empresario que rodea precisamente toda
esta cuestión. Ahora, con el asunto resuelto (es decir, con Bauzá fuera) Astori
salió a solidarizarse con el ex presidente y manifiestó que el futbol ha
perdido soberanía para gobernarse a sí mismo a causa de la posición dominante
de Tenfield.
Lo cierto es que hemos llegado a un
punto en el que todas las evidencias nos permiten sugerir lo siguiente.
Existe una concepción generalizada y
para nada errada de que el Estado es alarmantemente insuficiente en su rol de
proteger al ciudadano en el marco de la ley, que no es otra cosa que la
organización colectiva del derecho individual de legítima defensa. En este
contexto, las rejas combinadas con alambre de púa primero, dejaron paso a las
alarmas, para recibir en última instancia a las cercas eléctricas y a los
servicios de domótica, esta última tecnología que consta de llenar nuestras
casa de sensores y cámaras que trasmiten a través de internet a un smartphone o computadora para que
tengamos monitoreadas nuestras casas en tiempo real. El avance de la
delincuencia en la sociedad en general, no solo en el futbol, sumado a la
ineficiencia estatal, ha hecho florecer la iniciativa privada en materia de
seguridad. Para muestra también basta ver que hoy, no solo bancos y afines,
sino cualquier negocio de cualquier rubro contará siempre con un guardia de
seguridad privada.
Es tal la impotencia oficial, que ya
no es la primera vez que se intenta debatir acerca de si es pertinente que los
recursos que el Estado designa a seguridad se gasten en el futbol.
En mi opinión el debate no tiene oportunidad
alguna, ya que si entendemos que la seguridad interior es resorte del Estado y
que este es quien posee el monopolio del uso de la violencia como expresión
colectiva del derecho individual de legítima defensa, entonces éste no debería
plantearse la alternativa de tercerizarlo, sino de ser mejor en ese rol donde,
hasta el momento, falla.
Pero de la observación se desprende
claramente que cada centímetro de retroceso en el terreno de la seguridad ha
sido ganado por la iniciativa privada, quien ofrece los más variados cocteles
de seguridad para que la gente, siempre en el tren banal de esta sociedad de
consumo, compre ilusiones. Y digo ilusiones, porque llenar mi vida de elementos
de seguridad pasiva y/o activa, es simplemente la ilusión de que así estaré
seguro, porque puedo estar lleno de alarmas, rejas y cámaras, pero si
delincuentes me detienen en la vía pública para robarme y quieren matarme, lo
harán sin que les tiemble el pulso, como ya lo vienen demostrando, y no van a
preguntar si en mi casa tengo seguridad (parece broma que tocando el tema de la
seguridad hogareña me venga la imagen de Recoba y Pacheco en una publicidad del
rubro).
Y en el futbol el panorama es análogo.
Hasta parece que hay quienes no quieren que la delincuencia decline, porque de
esa manera declinaría su negocio. Decimos que la solución al problema de la
violencia en el futbol es importar el modelo inglés. El modelo inglés, entre
otros elementos, ha significado la inversión de millones de libras en el
intento de detener el avance de los violentos, y lo logró con elevadísimos
grados de satisfacción. Y si aquí se hace, será una perla más en el collar, en
ese collar donde el Estado deja de cumplir su función por incompetente, le da
la derecha a la iniciativa privada.
Y esto, estimado lector, no es otra
cosa que la concepción neoclásica, neoliberal y minimalista del Estado. Reducir
la presencia del Estado en la sociedad, hacer un Estado cada vez más pequeño, delegar
en la iniciativa privada aquello que el Estado no puede (o no quiere cumplir).
Claramente, en los hechos, los
actuales gobiernos que siempre criticaron aquella visión del Estado, hoy (al
parecer) se ven obligados a llevarla a cabo.
Lo preocupante del hecho es que la
tercerización de las funciones del Estado no resulta de la discusión y del
debate, del pormenorizado análisis de la situación, y de la conclusión de éste
es el mejor camino para alcanzar los objetivos que se plantean. Esta
tercerización de las tareas de seguridad del Estado, que diáfanamente se viene
verificando desde mucho antes que asumiera el actual gobierno, es el fruto del
acorralamiento del Estado, un Estado que se ve asediado por el avance de una
realidad concreta, que en este caso es la delincuencia. No obra por convicción
propia, sino porque poco a poco no va teniendo más remedio que la solución que,
no por casualidad, propone el mercado.
La pregunta que nos quitará el sueño
entonces es, qué hará el Estado con los demás servicios que podría tercerizar,
como el monopolio de la energía (UTE y ANCAP), la telefonía, o los servicios
financieros estatales. ¿Qué hará con la Salud?
La sociedad uruguaya necesita ingresar
en un debate serio acerca de su futuro. Si queremos que el Estado siga presente
en la vida económica y social del país, significando eso un Estado grande,
entonces definamos cómo, de qué manera se debe gestionar y busquemos poner a
los mejores a gobernar. Si, por el contrario, gana terreno la idea de que el
bienestar proviene de un Estado pequeño, apenas presente en lo que es
indispensable que esté, que se dedique a legislar y controlar la actividad
privada, y que ceda a ésta el terreno de los servicios, también entonces
deberemos definir como ir hacia esto en forma consciente, y no como
consecuencia del asedio.
Pero parece difícil que podamos
debatir esto, en la forma necesaria, más difícil aun cuando vemos que la
política de este país se sigue vaciando de contenido y llenando de slogans, donde lo único que importan son
las encuestas, que no son más que el símil del rating para la televisión, y que
en definitiva es lo que manda, porque todos apuestan a una sola cosa, sin
importar las etiquetas (derecha, izquierda, centro, etc.): todos apuntan a lo
que la gente quiere; y la gente, ¿qué quiere?
Hasta hace poco querían un tipo de
político que sea rupturista del estereotipo habitual de la política uruguaya,
en virtud del desprestigio en el que ésta estaba sumida. Ya lo tuvimos. ¿No
será hora de que nos preocupemos por tener gente capaz? ¿No será hora de que
dejemos de ver el paquete y pasemos a ver el contenido? Importa poco si usa
corbata o no, importa poco si vive en el Rincón del Cerro o en el barrio
privado La Tahona. Importa poco la familia de la que proviene. Importa poco su
pasado. Importa poco como luce, y como habla. Eso son las formas. Eso es el
paquete en el que viene envuelto.
Con la misma alocución con la que
Carlos Manta arengaba a sus jugadores a demostrar que ellos eran contenido y no
envase, es hora de que cambiemos nuestra forma de elegir nuestros referentes.
Ya que todavía podemos elegirlos, porque no hay dudas de que llegará el momento
en que así como el “mercado” nos dice
cuáles son las soluciones en materia de seguridad que debemos comprar, también
el “mercado” nos dirá a quién elegir,
y nos dirá a quien elegir porque sería muy alevoso que sea el mercado mismo
quien lo pusiera a dedo. Y esto no es locura. Surge de la observación de la
realidad. Pasaron todos, blancos, colorados, y dos frenteamplistas (y bien
distintos entre ellos). No hubo presidente que pudiera con “el mercado”.
Y esta es otra consecuencia de la
banalización de la sociedad, donde importa más los nominados a participar del
Bailando por un Sueño. Nuestra democracia se ha vaciado. Se ha vaciado de
contenido. Es meramente formal. Nadie puede decir que verdaderamente detenta la
voluntad del pueblo, cuando este no tiene qué decir al mandato de los
poderosos.
Lejos estamos de recuperar terreno si
ahora, como adorno a todo el bochorno que vive el futbol, individuos de nulas
capacidades intelectuales, que solamente tienen como patrimonio su condición de
personajes populares a los que siguen aquellos que apenas los equiparan,
pretenden ingresar en la política, cuándo no, de la mano de la fuerza que
comanda José Mujica. Solo espero que cuando la patria llame al pato celeste, le
dé ocupado.
¿Mientras? Mientras, al decir de
Debrod, inspirado en las ideas de alienación de Marx, la gente seguirá
entregada al consumo sistemático de mercancías (la mayoría superfluas) que
aseguren el mantener activa la fabricación de las mismas, para asegurar la
producción que enriquece a los propietarios de los medios de producción (entre
los que reviste Francisco Casal), evacuando su interior de inquietudes sociales
y humanas, seguirá aislada y destruyendo su conciencia social, dejando de ser
un peligro y hasta un antagonista para la clase dominante.
En este contexto, habiéndose el futbol
convertido en una mercancía más de esta sociedad de consumo, carece de sentido
la adhesión romántica histórica; más bien elijamos el producto que más nos
guste para consumir. Yo, con gusto seguiré pagando apenas el paquete básico del
servicio de cable, donde disfruto cada fin de semana del futbol que realmente
agrada ver, el europeo. Y si me pasan algún partido de la bundesliga, mejor. Eso hasta que “el mercado” se avive y me empiece a cobrar aparte por ver el
futbol europeo.
esd
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